No es de nuestra incumbencia averiguar cuántos se salvan o no se salvan. A nosotros solamente nos incumbe encontrar la verdadera entrada que conduce a la vida y entender que la entrada es estrecha. El camino comodón de la mediocridad, incluso del pecado y del vicio, es muy transitado y bastante ancho. En cambio, son pocos los que caminan directamente hacia Dios porque el camino es el estrecho, el del sermón del monte (Mt 5,1ss). Pero no vamos solos en nuestro andar. Tenemos que recordar que Jesús es el Camino y que él mismo nos va enseñando el sendero que tenemos que seguir si queremos ser seguidores suyos.
Sabemos que la propuesta del cristianismo es bastante exigente, porque si lo que se pretende es la creación de una sociedad alternativa es necesario renunciar al egoísmo que impera en el mundo, pero también sabemos que es un camino de libertad que, como dice la beata María Inés «libremente elegimos y libremente cumplimos». Además, somos conscientes que es imposible lograr la sociedad que Cristo propone sin que haya esfuerzos y sacrificios de quienes han asumido su protagonismo. Así que la puerta es estrecha y angosto el camino. Por tanto, seguir a Jesús significa tomar una opción difícil, dura, como lo indican las imágenes: La salvación o la perdición. por tanto, es preciso elegir entre estos dos modos de vida que son antagónicos. Que la santísima Virgen nos ayude a elegir bien para llenar al mundo de la auténtica felicidad que tanta falta le hace. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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