Con la lectura de estos pasajes no nos podemos quedar con la idea de que Jesús nos invitando a descuidar a los padres o a la familia. Tampoco, a que dejemos sin enterrar a los muertos. Sería algo totalmente inhumano y cruel. Con esas dos afirmaciones, tan paradójicas, que recalca como enseñanza el evangelio de hoy, Cristo está queriendo decir que su seguimiento es exigente, que pide decisión absoluta, que debemos estar dispuestos a ser peregrinos en la vida, desprendidos de todo, no instalados en nuestras comodidades. Se trata de seguir a Jesús con poco equipaje, con menos apego a las cosas y comodidades. Todos los cristianos debemos saber aplicar una justa jerarquía de valores a nuestros ideales. Seguir a Cristo y su evangelio supone, a veces, renunciar a otros valores más atrayentes de este mundo.
Hay ideales por los que vale la pena sacrificarse. El seguimiento de Jesús va en esta línea de decisión generosa. El ideal de seguir a la Verdad, al Bien, a Cristo, al Amor, a la Justicia, nos ha cautivado a todos los discípulos–misioneros y nos ayuda a vivir en la libertad de los hijos de Dios. Quien quiera seguir a Cristo debe vivir como él, sin la seguridad que dan las posesiones terrenales. Además, debe mirar siempre hacia delante, sin dejarse atrapar por lo que está muerto. Todo llamamiento para seguir a Jesús implica una radicalidad total que debe ser conscientemente asumida por cada integrante de la comunidad cristiana que, de esa forma, se convierte en peregrino en este mundo, un viajero que va de paso hacia la patria celestial. Que María santísima interceda por nosotros para que podamos, con radicalidad, seguir a Jesús. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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