lunes, 13 de junio de 2022

«El abuso del poder en Ajab y Jezabel»... Un pequeño pensamiento para hoy


Siempre ha habido gente poderosa que se aprovecha de su situación en beneficio propio. Es lo que hoy se denomina como «tráfico de influencias» y que muestra las diversas clases de corrupción del poder. Como digo, esto no es novedad, es lo mismo que hicieron Ajab y Jezabel con el pobre Nabot en la primera lectura que la misa de hoy lunes nos presenta (1 Re 21,1-16). Esto, si no tenemos cuidado, puede pasar en nuestro pequeño mundo doméstico. Cada uno de nosotros puede ser un tirano y abusar de su poder en relación a otros más débiles. Leamos este pasaje de la Escritura y pensemos si sucede algo parecido —en otras dimensiones, claro está— a lo que aquellos reyes hicieron con Nabot. ¿Echamos mano de artimañas y hasta de injusticias para conseguir lo que queremos, cuando no lo logramos por las buenas?

La Palabra de Dios nunca se presenta desencarnada. La situación humana que en este trozo de la Biblia se presenta es muy concreta. Se puede ver como un problema social, político, económico... como decimos hoy. Se trata del poder de un rey que quiere comprar el terreno de su vecino y que le ofrece un buen precio para ello. Sin embargo el vecino rehúsa «porque es una propiedad familiar heredada de sus antepasados» y tiene un gran valor sentimental para él. Nabot valora su viña no por lo que cuesta, sino por lo que significa. Ante esto nos podemos preguntar: ¿en base a qué valoro los bienes materiales que poseo?

La reflexión se puede perfectamente complementar, con el evangelio de hoy (Mt 5,38-42), nos muestra el punto de vista de Jesús frente a las realidades humanas de quienes trampean o abusan. Esto, junto a la primera lectura, no es una invitación a aceptar, sin más, las injusticias sociales y a cerrar los ojos a los atentados contra los derechos de la persona humana. Ni Jesús ni los cristianos podemos permanecer indiferentes ante las injusticias, sino que estas se han de denunciar. El mismo Jesús pidió explicaciones, en presencia del sumo sacerdote, al guardia que le abofeteó, y san Pablo apeló al César para escapar de la justicia, demasiado parcial, de los judíos. Pero sí se nos enseña que, cuando personalmente somos objeto de una injusticia, no tenemos que ceder a deseos de venganza. Al contrario, que tenemos que saber vencer el mal con el amor. Con María Santísima pidamos al Señor la capacidad de denunciar a quienes abusan ostentando poder. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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