La Palabra de Dios nunca se presenta desencarnada. La situación humana que en este trozo de la Biblia se presenta es muy concreta. Se puede ver como un problema social, político, económico... como decimos hoy. Se trata del poder de un rey que quiere comprar el terreno de su vecino y que le ofrece un buen precio para ello. Sin embargo el vecino rehúsa «porque es una propiedad familiar heredada de sus antepasados» y tiene un gran valor sentimental para él. Nabot valora su viña no por lo que cuesta, sino por lo que significa. Ante esto nos podemos preguntar: ¿en base a qué valoro los bienes materiales que poseo?
La reflexión se puede perfectamente complementar, con el evangelio de hoy (Mt 5,38-42), nos muestra el punto de vista de Jesús frente a las realidades humanas de quienes trampean o abusan. Esto, junto a la primera lectura, no es una invitación a aceptar, sin más, las injusticias sociales y a cerrar los ojos a los atentados contra los derechos de la persona humana. Ni Jesús ni los cristianos podemos permanecer indiferentes ante las injusticias, sino que estas se han de denunciar. El mismo Jesús pidió explicaciones, en presencia del sumo sacerdote, al guardia que le abofeteó, y san Pablo apeló al César para escapar de la justicia, demasiado parcial, de los judíos. Pero sí se nos enseña que, cuando personalmente somos objeto de una injusticia, no tenemos que ceder a deseos de venganza. Al contrario, que tenemos que saber vencer el mal con el amor. Con María Santísima pidamos al Señor la capacidad de denunciar a quienes abusan ostentando poder. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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