jueves, 16 de junio de 2022

«La fiesta del Corpus Christi»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy celebramos uno de los misterios más bellos de la fe cristiana, la solemnidad del Corpus Christi —el Cuerpo y la Sangre de Cristo— que, en algunas naciones, como México, es una fiesta de precepto y hay que asistir a misa. La liturgia nos presenta el evangelio de la multiplicación de los panes (Lc 9,11-17) y con ello meditamos juntos la profundidad del amor del Señor, que le ha llevado a quedarse oculto bajo las especies sacramentales, y parece como si estuviéramos físicamente presentes en aquellos momentos en la que la multitud se sació de lo que es una alegoría de la Eucaristía, en la que está realmente presente el Corazón de Jesús muerto y resucitado palpitando de amor por nosotros y que debe ser el centro de nuestra parroquia, el centro de nuestra familia, el centro de nuestras vidas. 

La Eucaristía es fuente y cumbre de la vida del cristiano (LG 11). En ella encontramos la fuente de donde brota nuestra fuerza, nuestra alegría, nuestra paz. Nuestra vida cristiana que es la vida en Cristo y en la que Cristo vive en nosotros. La Iglesia vive de la Eucaristía y como dice mucho el arzobispo de Monterrey, Mons. Rogelio Cabrera: «La Eucaristía nos mueve». La Eucaristía es también la cumbre, la cima hacia la cual tiende todo nuestro esfuerzo, porque a la Eucaristía traemos nuestros dolores y alegrías, nuestras frustraciones y anhelos, porque la Eucaristía es para nosotros ya un anticipo de la meta, del cielo. A ese Jesús a quien nosotros adoramos en la Eucaristía, lo veremos cara a cara en la Gloria, y al celebrar la Santa Misa nos unimos a la Liturgia Celestial. En el Santísimo Sacramento está realmente presente Jesús, en su Cuerpo y Sangre, en su humanidad y en su divinidad. Una presencia que se prolonga luego de la celebración de la Santa Misa, ya que Jesús se queda con nosotros en el Sagrario porque, como en la multiplicación de los panes, todos alcanzan y hasta sobra. 

Además de su presencia en la misa, Jesús está en el Sagrario, aguardándonos como un amigo íntimo y cercano, que nos conoce, que sabe de nuestras alegrías y tristezas. Él quiere que lo visitemos con frecuencia, para darnos su fuerza y su gracia en el camino de la santidad. Como dice la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento: «Ante Jesús Sacramentado se experimenta una gran fuerza y profunda alegría en el marco de una oración confiada, humilde, llena de abandono a su querer» (Cartas colectivas). Para cerrar este nuestro momentito de reflexión, Pidamos a María Santísima que ella nos eduque a ser reverentes, que ella interceda por nosotros para que nuestros ojos se abran, para que nuestro corazón se encienda como el de los que vivieron aquel momento de la multiplicación de los panes, para que cada día crezca en nosotros el gozo de vivir en comunidad, la celebración de la Eucaristía y la alegría de visitar al Señor en su Sagrario. ¡Bendecido jueves del Corpus Christi!

Padre Alfredo.

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