martes, 12 de julio de 2022

«No resistirse a creer»... Un pequeño pensamiento para hoy


Tres de las ciudades —Betsaida, Corozaín y Cafarnaúm—, en torno al lago de Genesaret —también llamado mar de Galilea o lago de Tiberíades—, que tenían que haber creído en Jesús, porque escuchaban su predicación y veían continuamente sus signos milagrosos, se resisten a creer. En el evangelio de hoy (Mt 11,20-24) Jesús se lamenta de ellas comparándolas con otras ciudades con fama de impías, o por ser paganas —Tiro y Sidón— o por la corrupción de sus costumbres —Sodoma—, y asegura a sus oyentes que esas ciudades «malditas» serán mejor tratadas que las que ahora se niegan a reconocer en Jesús al enviado de Dios.

Los discípulos–misioneros que pertenecemos a la Iglesia, podemos compararnos a las ciudades cercanas a Jesús. Por ejemplo, a Cafarnaúm, a la que el evangelio llama «su ciudad». Somos testigos continuos de sus gracias y de su actuación salvadora. Pero, ¿podríamos asegurar que creemos en Jesús en la medida que él espera de nosotros? Los regalos y las gracias que se hacen a una persona son, a la vez, don y compromiso. Cuanto más ha recibido uno, más tiene que dar. Nosotros somos verdaderamente ricos en gracias de Dios, por la formación que hemos recibido, por la fe que se nos ha dado, por los sacramentos que vivimos, por la comunidad cristiana de la que formamos parte. ¿De veras nos hemos «convertido» a Jesús, o sea, nos hemos vuelto totalmente a él, y hemos organizado nuestra vida según su proyecto de vida?

Al contemplar este pasaje, podemos también reflexionar en todo lo que nos ha dado el Señor y en el cómo correspondemos a ello. No podemos dejar de ver que Jesús se lamenta por la actitud de aquellas ciudades a las que él había tratado con más cariño, regalándoles milagros y prodigios. ¿Por qué, en lugar de convertirse y volver su mirada agradecida a Dios, seguían como si nada hubiera sucedido? ¿Por qué les cuesta tanto a los hijos valorar el sacrificio diario de sus padres? ¿Por qué nos resulta tan fácil recriminar y exigir nuestros derechos y somos tan perezosos a la hora de dar las gracias? Miremos ahora cuánto hemos recibido de Dios. Seamos generosos y pidámosle a María Santísima que ella nos ayude a ser agradecidos con todo lo que hemos recibido del Señor. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

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