jueves, 7 de julio de 2022

«Lo propio de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


Seguimos nuestra reflexión basándonos en la lectura continuada de Oseas que la liturgia nos presenta hasta el día de mañana. El trasfondo histórico del texto de hoy (Os 11,1-4.8-9) nos presenta al profeta reflejando su propia incapacidad de condenar a su mujer infiel —Gomer—, porque en el fondo la sigue queriendo y deja ver que también Dios, con su infinito amor, sigue queriendo al pueblo de Israel que le ha sido infiel. Así, el profeta describe con trazos muy humanos ese amor de Dios: «Mi corazón se conmueve dentro de mí y se inflama toda mi compasión. No cederé al ardor de mi cólera». Y la razón es todavía más impresionante: «pues yo soy Dios, y no hombre; santo en medio de ti, y no enemigo a la puerta». 

Lo propio de Dios, —lo sabemos bien—, no es castigar, sino amar y perdonar. No es un enemigo siempre al acecho, sino el amigo que está en medio de su pueblo aunque este le sea infiel. Para expresar eso, Oseas recurre, además de su situación con su esposa, a la relación que hay entre un padre y un hijo, en donde Dios es el Padre y el pueblo de Israel el hijo. Así, describe con rasgos bien tiernos el amor de un padre —o de una madre puede ser— por el hijo que lleva en brazos, al que acaricia y besa, al que le enseña a andar, al que atrae «con los lazos de cariño». Pero ese hijo ahora le es infiel. El pueblo ha roto la alianza que había prometido guardar: «mientras más lo llamaba, más se alejaba de mí».

La ternura de Dios para con nosotros, sus hijos, su pueblo, queda manifiesta en este relato bíblico de Oseas. Dios nos ama tanto que espera nos convirtamos ante de pensar en destruirnos acabando con nuestra existencia por nuestras infidelidades. Tratemos de que el corazón de Dios sea correspondido en el amor, haciendo lo que sabemos que debemos hacer conforme a nuestra vocación específica —sacerdocio, vida consagrada, matrimonio, soltería—. Para ello, seamos humildes, arrepintámonos de nuestras faltas, no defraudemos a nadie, no sembremos discordias sino paz, no pisoteemos al pobre sino démosle la mano. Que María Santísima interceda por nosotros y nos ayude a seguir buscando y ejerciendo el camino del bien. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

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