Siempre me ha llamado la atención que la única vez que Jesús utiliza la palabra «muchachos» para referirse a los Apóstoles, es precisamente en el fragmento del Evangelio que la liturgia de este viernes de la Octava de Pascua nos propone en Jn 21,1-14. El término «muchacho», aparece muchas veces en la Sagrada Escritura, desde el Génesis; incluso en el libro de los Hechos de los Apóstoles se utiliza, pero esta es la única vez que Jesús la utiliza para llamar a sus amigos más cercanos. A veces escucho que mi madre o sus amigas —todas rondan en los ochenta años aunque aparenten 10 o 20 menos— habla de las «muchachas», refiriéndose a ellas mismas. Y es que esta palabra, aplicada ampliamente a los niños o chamacos, tiene un tono muy familiar que expresa camaradería, cercanía especial. Resulta que ahora que Jesús está resucitado, está mucho más cercano de los suyos que antes en su vida pública. Ahora los «muchachos» lo pueden sentir siempre a su lado.
Los Apóstoles guardarían hermosos y valiosos recuerdos de Jesús y al ya no estar él quizá el primer instinto fue regresar a sus labores cotidianas en sus antiguas ocupaciones de pescadores. Sin Jesús a junto a ellos, se encontraban desconcertados porque no habían recibido nuevas instrucciones. Es lo que se ve en esta escena. Pedro aparece con la iniciativa ante el grupo de los «muchachos». Dice el Evangelio; Simón Pedro les dijo: «voy a pescar». Al anuncio de ir a pescar, se le suman también los otros, pues ellos le respondieron: «también nosotros vamos contigo». Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Ellos no lo conocieron, sea por la distancia, sea por su aspecto, como no le conoció Magdalena ni los peregrinos de Emaús. Tal vez pensaron que era un espectador. Jesús se expresa como quien tiene gran interés por ellos, y por eso les habla en tono animado: «Muchachos, ¿han pescado algo? A su respuesta negativa, les da el consejo Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán. Ante el fracaso nocturno, se decidieron a seguir el consejo y es que sin Jesús, no hay acción, sin Jesús, no hay Iglesia. Así les demuestra que siempre estará con ellos.
El día de hoy, entre los santos del calendario, elijo para meditar a San Donnan abad y compañeros mártires. Un grupo de monjes que según cuenta la historia en En la isla de Eigg , delas Hébridas interiores, frente a Escocia, durante las celebraciones pascuales fueron traspasados a espada. Ese grupo estaba conformado por San Donnan, obispo y cincuenta y dos compañeros que, en fraternidad, en ese grupo de «muchachos» había consagrado su vida a Dios. Donnan y sus monjes estaba celebrando la Misa Pascual del Domingo de Resurrección del 17 de abril del año 617, cuando, una horda de paganos, interrumpieron su celebración, pero el abad, queriendo celebrar la fiesta más solemne de la Iglesia, solicitó terminar con esta. Se le concedió el deseo y cuando hubo terminado, fueron asesinados a espada. Se dice que los asesinos fueron enviados por la reina de Eigg, que molesta con la incursión de Donnan en los terrenos de sus ganados, envió a unos piratas para que consumaran el delito. La reina recuperó sus tierras y San Donnan y sus compañeros sellaron para siempre su amistad íntima con Cristo en el martirio. Pidamos al Señor, por intercesión de su Madre Santísima, que valoremos mucho la amistad con Cristo para que la sepamos sellar para siempre cuando Él nos llame a su presencia. ¡Bendecido viernes de la Octava de Pascua!
Padre Alfredo.
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