Hay gente que pasa por nuestras vidas dejando una huella muy especial aunque las hayamos visto solamente unos segundos. Este, siento yo, es el caso de la hermana Margarita Madrid, una hermana Misionera Clarisa que conocí muy poquito y con quien mi relación se resume a unos cuantos encuentros ocasionales en Ciudad de México hace ya algunos años.
Pocos datos tengo de Margarita, incluso solamente tengo una fotografía suya, que me hizo favor de enviarme la hermana Esther Cerda a quien mucho le agradezco.
La hermana Margarita tuvo una vida muy especial, sintió el llamado de Dios y de pronto dejó todo para seguirle, sin embargo los caminos de Dios no son los nuestros y algunas veces el camino vocacional toma el sendero que el Señor permite.
Margarita Madrid Rojas nació en la Ciudad de México, la Capital del República Mexicana, el 6 de junio de 1040. Fue miembro de una familia muy querida por la beata María Inés Teresa Arias Espinosa, fundadora de la congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, pues vivían muy cerca de una comunidad que las Misioneras Clarisas tenían en ese entonces. La señora Clara, mamá de Margarita, le tenía tanta confianza y cariño a la beata María Inés que, poco antes de morir, le encargó que velara por sus hijos.
El 30 de abril de 1956, Margarita, habiendo escuchado el llamado del Señor, ingresó a la congregación de las Misioneras Clarisas y el 8 de diciembre del mismo año inició su noviciado pàra hacer su primera profesión religiosa el 16 de noviembre de 1958.
La hermana hizo sus estudios ya en la congregación hasta completar sus estudios superiores en educación. Hizo su profesión perpetua, consagrándose de por vida al Señor el 27 de enero de 1964 en la Casa Madre del instituto en Cuernavaca, Morelos.
La mayor parte de su vida consagrada la pasó en el Institituto Scifi, de la Ciudad de México
Como incansable misionera, supo «trabajar en unidad de corazones y cumplir la misión tan especial de la educación de la niñéz y de la juventud», según las directrices de su madre fundadora a quien siempre supo tener presente.
Una parte de su vida religiosa la hubo de pasar en un apostolado difícil fuera del instituto, cuidando de sus hermanos de sangre que habían quedado desamparados.
En cuanto vio la oportunidad de regresar al Convento, lo hizo con mucho entusiasmo y siguió siendo la misionera incansable y llena de bondad. Es en esta época de su vida en que yo tuve algunos pequeños encuentros con esta hermana y pude percibir su gran calidad humana y sus anhelos de vivir la santidad en la vida consagrada.
Los últimos días de vida de Margarita que fueron muy difíciles, pues varias veces entró y salió del hospital hasta que los mismos médicos dijeron que no había nada más que hacer.
La hermana falleció el 14 de diciembre de 2005, a los sesenta y cinco años de edad, en la Casa Madre, en Cuernavaca, Moreloa. Allí estuvo acompañada por las hermanas Misioneras Clarisas, sufrió, pero con mucha paz entregó su vida al Señor mientras las hermanas entonaban el TE DEUM dando gracias a Dios por el don de esta vida consagrada.
Margarita perseveró hasta el último momento y seguramente la Misericordia de nuestro buen Padre ha hecho que esté gozando del abrazo eterno con la comunidad celeste de las Misioneras Clarisas.
Descanse en paz la hermana Margarita Madrid Rojas.
Padre Alfredo.
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