Hoy revivimos, como Iglesia extendida por todo el mundo, la pasión del Señor contada por el Evangelio según san Juan (Jn 18,1-19,42). En este relato hay algo trascendental que vale la pena considerar al hacer nuestra reflexión: Jesús muestra su autoridad ante Pilato y afirma: «Soy rey, como tú lo dices. Y mi misión consiste en dar testimonio de la verdad» (Jn 18,37). Es el único momento en el que Jesús admite que él es rey, sólo allí lo recalca, en el tribunal de su sentencia. Su corona fue de unas ramas espinosas trenzadas y su cetro un trozo de caña. Así se presenta ante los acusadores el Rey de reyes y Señor de señores; rey de misericordia, rey de justicia, rey de paz. Qué día tan especial para reflexionar en que todo el que quiera formar parte de su reino, del Reino de Dios, ha de vivir así, reinando en medio del sacrificio y del dolor hasta llegar a alcanzar la corona de la gloria y el cetro de la eternidad.
Cuando es elevado en la cruz, Cristo lleva su reinado a la máxima plenitud de su excelencia, allí se cumple no un acto humano, sino la Escritura (19,28.30), y se revela la gloria de Dios en Cristo Rey. Precisamente en el momento de la muerte, nace el nuevo pueblo elegido, confiado a la Virgen Madre que persevera al pie de la Cruz, también como Madre y Señora nuestra, como una reina que al lado de su Hijo nos recibe a nosotros en su corazón (19,25-28). Del agua y la sangre que manan del costado traspasado nace la Iglesia, que regenerada en el bautismo y alimentada con la eucaristía celebrará a lo largo del tiempo la pascua del verdadero Cordero (19,33; cf. Ex 12,16) empezando a establecer el reino, hasta que también se cumpla el tiempo (cosummatum est) en la eternidad (19,30).
Son muchos los santos que la Iglesia celebra en este día 10 que coincide en el calendario de este año con el Viernes Santo: San Ezequiel, san Apolonio de Alejandría, san Beda el Joven, san Fulberto, san Macario de Gante, santa Magdalena de Canossa, san Miguel de los Santos, san Paladio de Auxerre y los beatos Antonio Neyrot, Bonifacio Zukowski y Marcos de Bolonia Fantuzzi. Todos ellos supieron abrazar en sus vidas la Cruz y buscaron reinar con el Señor a su estilo, no al estilo del mundo. Todos ellos han llegado a los altares porque supieron comprender que la cruz de Cristo no es la victoria de las tinieblas, sino la muerte de la muerte. Jesús es un rey que conoce toda situación, la domina y, por así decir, se señorea de la vida terrena aun en sus mínimos detalles hasta alcanzar la vida celestial. La hora de Jesús —que ha llegado— se describe con detalle en la narración de este día, pero desde lo alto de la cruz, queda claro que Dios manifiesta su amor infinito. En esta espléndida revelación, en esta total entrega divina, consiste la gloria que hay que alcanzar. Que María Santísima, firme al pie de la Cruz y el ejemplo de tantos santos, nos ayuden a abrazar nosotros también ese reino que ya vamos estableciendo desde aquí y ahora. ¡Bendecido Viernes Santo!
Padre Alfredo.
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