Pocas cosas se conocen con certeza sobre la lejanísima vida de uno de los santos que celebramos en la Iglesia el día de hoy. Hablo de san Sotero Papa, el vicario de Cristo que, en la historia ocupa el número 12 en la sucesión apostólica. Sabemos que ejerció su pontificado entre los años 166 y 175, entre los papas Aniceto y Eleuterio, y siendo emperador romano en aquel entonces, Marco Aurelio. Se sabe, por la historia, que aquella fue una época de relativa paz y tranquilidad, aunque no faltaron chispazos de persecución como los que quitaron la vida al apologeta san Justino, a los mártires de Lyon, a los de Vienne, al obispo san Potino, a los diáconos Santo y Atalo, a la esclava Blandina, al niño Póntico y a otros más, y muy probablemente al mismo papa Sotero. También conocemos que era originario de Fondi, en la Campania. En aquel entonces había aparecido en Frigia, ahora parte de Turquía, un sujeto llamado Montano. Él afirmaba haber tenido una visión y se aplicó a proclamarla haciéndole de profeta. Predecía el fin del mundo inminente, urgía utópicamente la necesidad de una vida perfecta, prohibía el matrimonio y mandaba adoptar la más rigurosa y estricta penitencia. Se afanó en predicar el rigorismo más extremo a la búsqueda de una vida pura y sin pecados. Advertía que los culpables de pecados graves no podrían obtener el perdón por no disponer la Iglesia de ese poder. Fue capaz de trasmitir esta doctrina equivocada gracias al apoyo que le prestó gente de esa que se deja llevar por el sensacionalismo. El Papa tuvo que actuar con rigor y parar todo aquello.
La Iglesia siempre ha creído en la misericordia infinita de Dios y el Papa atacó aquello llamado montanismo. Al Papa Sotero le tocó ser el primero en afrontar esta herejía desde todos los ángulos, defendiendo las verdades evangélicas. Sabemos también que Sotero ordenó a un buen número de diáconos, presbíteros y once obispos para la atención pastoral de diversos territorios. Otra nota característica suya fue la práctica exquisita de la caridad. Su desvelo por los pobres y los necesitados, fácilmente presumible en cualquier Papa, debió ser excepcionalmente notorio. Se conserva un fragmento de la carta que escribe Dionisio, el obispo de Corinto, a la iglesia de Roma, alabando el hábito que se da entre esos fieles con respecto a la comunicación de bienes y en ella se afirma que «su obispo Sotero no sólo conservó esta costumbre, sino que aún la mejoró, suministrando abundantes limosnas, así como consolando a los infelices hermanos con santas palabras y tratándolos como un padre trata a sus hijos». Se desconocen detalles de su martirio, pero los martirologios más antiguos incluyen su nombre entre los mártires y en el día veintidós de abril. Pocos son los datos que tenemos de san Sotero Papa; pero parecen suficientes a la hora de tener devoción a un sucesor de Pedro que supo cumplir su encargo manteniendo el rumbo de la Barca hacia el Puerto como nuestro Sumo Pontífice actual el Papa Francisco, que, en medio de esta crisis mundial, que no sólo es de salud, sino que afecta muchos ámbitos, ha sabido mantener la barca a flote y nos alienta con su propio testimonio de vida. ¡Cuánto tenemos que orar por el Papa Francisco!
El Evangelio de hoy nos recuerda cúanto nos ha amado Dios al habernos dado a su Hijo Jesucristo (Jn 3,16-21). Todo el que crea en El no perecerá, sino que tendrá la «vida eterna». Dios es el «viviente» por excelencia: la «vida» en el mayor bien que el hombre pueda poseer y el Papa Francisco nos va poniendo el ejemplo de cómo hay que cuidarla, la propia y la de los demás. Dios ha comunicado su vida. Las imágenes en la Escritura son abundantes: el árbol de vida, el camino de la vida, la fuente de la vida, el libro de vida, el pan de vida... Vincularse a Dios, conformarse a su voluntad, es «vivir»... Hacer a un lado la voluntad divina es «perecer»... ¡El que cree, no perecerá! nos recuerda el Evangelista. A cada uno de los Papas les ha tocado una época de la historia, al Papa Sotero le tocó lo suyo, a Francisco esto que estamos viviendo, pero todos nos van llevando a tener la vida de Cristo, la vida de gracia, la vida de fe, de esperanza y de caridad, mientras llega el momento en que Dios decida que se clausuren los siglos y comience la eternidad. El papa Francisco, ayer, en un Twitter nos da palabras de aliento: «En la prueba que estamos atravesando, hemos comprobado que somos frágiles. Necesitamos al Señor, que ve en nosotros, más allá de nuestras fragilidades, una belleza insuprimible. Con Él descubrimos que somos muy valiosos incluso en nuestra fragilidad». Cada uno según su modo de actuar en estos días difíciles, está haciendo su salvación o su condenación. El cielo, la salvación, comienza aquí. Pidamos a la María Santísima que, en su Inmaculado Corazón, nos haga un espacio para tener la vida de su Hijo Jesús. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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