Hace unos días estaba releyendo un libro de José Luis Martín Descalzo que se llama «Razones para la alegría» y me encontré una pequeña frase que guardé para la reflexión de este día. Apunta el padre José Luis: «No hay planta con mayor cantidad de reflorecimiento que el egoísmo». Y vaya que esa plantita causa estragos. Hoy vemos en el Evangelio que es de san Mateo (26,14-25), una figura muy de cercana a Jesús: Judas, quien ha venido cultivando su plantita de egoísmo y cuidándola a su estilo. Y podemos ver que, con todo y lo que el egoísmo personal tenga que ver, la libertad del hombre entra en el plan de Dios: es lo que Mateo deja claro en el versículo 15, sobre el precio pactado con Judas. Todavía más significativo es el uso teológico, común en todas las narraciones de la pasión y de sus predicciones, del verbo «entregar». Este verbo expresa, por un lado, la entrega-traición llena de egoísmo por parte de los hombres y, por otro, la entrega-don que el Padre hace del Hijo que se da sin esperar nada a cambio, hasta la suprema entrega del Espíritu en la cruz (Jn 19,30).
En la cena de despedida, al entregar el pan y el vino a sus discípulos, Jesús da un significado especial a este gesto de entrega, de donación, de quererse quedar con los suyos para seguirse haciendo pan partido cada día, pan que no conoce de egoísmos. Sus palabras en la Última Cena resumen su vida y su misión y delatan el egoísmo humano. La sangre que derramará en la cruz sella la nueva alianza anunciada por los profetas, la cual es fuente de salvación y habla de una generosidad sin límites que superará hasta la mínima gota de egoísmo. Al compartir el pan en el fragmento del Evangelio de hoy, se fija de manera especial en Judas «uno de los doce», cuyo egoísmo ya había carcomido su corazón haciendo que el pasaje se mueva en torno a su codicia y traición y será conocido hasta nuestros días como «el que lo entregó». Judas vendió al Maestro por el precio de «treinta monedas de plata» (v. 15), la misma cantidad que la Ley establecía para recompensar al amo de un esclavo embestido por un toro (Ex 21,32) y el sueldo pagado a Zacarías por los comerciantes que entienden que la ruptura de la alianza responde a la voluntad de Dios (Zac 11,11-12).
Los preparativos de Judas para entregar a Jesús a los dirigentes de Israel (Mt 26,14-16) corresponden a los preparativos de Jesús para celebrar con los suyos la cena de Pascua sin pensar en sí mismo y sin irse a esconder. Mientras Judas, con su egoísmo empedernido sigue sus planes, los demás discípulos se organizan para cumplir con esmero y dedicación el plan de su Maestro. De esta manera, Jesús, que es traicionado por uno de los suyos, sigue ejerciendo su soberanía sobre las situaciones y conduciendo su vida conforme al plan salvífico de su Padre. Eso es lo que hará siempre todo hombre y toda mujer de Dios, seguir el plan de salvación. Hoy celebramos a santa Julia Billiart, una generosa mujer que, habiendo nacido en una familia acomodada de Bélgica, haciendo a un lado todo egoísmo, fundó un instituto, el Instituto de Santa María para asegurar la educación de las jóvenes, y propagó la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. A pesar de que había quedado paralítica por un mal que le aquejó 22 años, no dudó de entregarse y el Sagrado Corazón le alcanzó el milagro de su curación. La generosidad siempre tiene recompensas cuando se vence el egoísmo. Pidamos en este día que no seamos egoístas y demos desde lo poco o mucho que tenemos en nuestro corazón para colaborar en el plan de salvación no solamente de nuestra alma, sino de la de muchos más. Que María Santísima nos acompañe. ¡Bendecido miércoles santo!
Padre Alfredo.
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