jueves, 23 de abril de 2020

«Vayamos estableciendo el bien por donde pasemos»... Un pequeño pensamiento para hoy


El tiempo pasa, y la pandemia el coronavirus de extiende y parece no aplacarse por ahora. Hace un año ni quien se imaginara que llegaría, como de una película de ciencia ficción, un insignificante virus microscópico que ha cambiado tan rápidamente la vida de la humanidad extendiéndose hasta generar una pandemia mundial, obligando a un confinamiento de la gran mayoría de la población mundial en sus casas. Hoy por hoy vivimos muy diferente esta Pascua que la del año pasado, hoy por hoy hemos dejado un ritmo de vida ordinario y hemos adoptado otro, hoy por hoy vivimos a la expectativa de que el día de volver a las calles está cercano. Todo ha cambiado, incluso la vivencia de nuestra fe, en donde la gran mayoría de católicos ha ayunado del Pan Eucarístico y se ha sostenido alimentado con el Pan de la Palabra. «En esta barca, estamos todos» ha dicho el Papa Francisco el pasado 27 de marzo en una homilía frente a una plaza de san Pedro completamente vacía. Por la fe comprendemos que todos estamos en manos de Dios.

El Evangelio de hoy dice que «El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos» (Jn 3,31-36) y nos hace ver que la única certeza que tiene el hombre es que «El que el que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida». ¿Qué nos deja todo este relato evangélico en un tiempo tan adverso como el que vivimos? Es, ciertamente, para el hombre y la mujer de fe, un tiempo de gracia. Vuelvo a aquella esperanzadora homilía del Papa Francisco de ese día 27 de marzo y revivo sus palabras: «Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras». Sí, la oración y el servicio silencioso alimentándonos de la comunión espiritual con Cristo y con nuestros hermanos del mundo entero y el aliento que nos da cada día la Palabra de Dios.

Hoy es día de san Jorge, mártir, patrón de Reino Unido, de Cataluña, de Aragón y de muchos otros lugares. Se le recuerda y así se le representa, matando a un dragón. Según cuenta la tradición, este santo hombre era un caballero cristiano que hirió gravemente a un dragón de un pantano que aterrorizaba a los habitantes de una pequeña ciudad. El pueblo sobrecogido de temor se disponía a huir, cuando San Jorge dijo que bastaba con que creyesen en Jesucristo para que el dragón muriese. El rey y sus súbditos se convirtieron al punto y el monstruo murió. Por entonces estalló la cruel persecución de Diocleciano y Maximiano; san Jorge entonces comenzó a alentar a los que vacilaban en la fe, por lo que recibió crueles castigos y torturas, pero todo fue en vano. El emperador mandó a decapitar al santo, sentencia que se llevó a cabo sin dificultad, pero cuando Diocleciano volvía del sitio de la ejecución fue consumido por un fuego bajado del cielo. En la Edad Media fue inmensa su popularidad que fue causa de su veneración incluso entre los musulmanes. Ante todo, en esta historia que obviamente tiene parte de leyenda, lo que más hay que destacar es el triunfo del bien sobre el mal gracias a un hombre que siempre estuvo en comunión espiritual con el Señor. Pidamos al Señor por intercesión de sus santos y de María Santísima, que busquemos siempre mantener viva una profunda comunión con el Señor y que así vayamos estableciendo el bien en los pequeños o grandes espacios en donde nos movemos día con día. ¡Bendecido jueves eucarístico y sacerdotal!

Padre Alfredo.

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