viernes, 24 de abril de 2020

«PAN PARTIDO Y REPARTIDO»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy celebramos a una singular santa que pudiéramos decir, es de las más recientes en la Iglesia y que me hace detenerme en su historia y llenar casi todo mi espacio de reflexión pensando en su vida y los caminos tan especiales que Dios tiene para las almas. Fue canonizada por el Papa Francisco el 5 de junio de 2016. Se trata de María Isabel Hesselblad, una santa que nació en un pequeño pueblito de Fâglavik, en la provincia de Âlvsborg, en Suecia, el 4 de junio de 1870. Fue la quinta de trece hermanos. Recibió el bautismo en la Iglesia Luterana y transcurrió su infancia por diversos lugares, siguiendo a su familia que por motivos económicos buscaban lugares de trabajo. En el año de 1886, para ganarse el pan y contribuir al sostenimiento de su familia, se fue a trabajar en Kârlosborg y después a los Estados Unidos de América donde frecuentó la escuela de enfermería en el Hospital Roosvelt en Nueva York. Ahí se dedicó a asistir a los enfermos a domicilio, un trabajo muy duro para ella porque no era de buena salud, sin embargo el contacto con los enfermos católicos y la sed que tenía por buscar la verdad contribuyeron a tener viva en su alma la búsqueda del redil de Cristo.

La oración, el estudio y la devoción filial por la Madre del Redentor la condujeron decididamente hacia la Iglesia Católica y el 15 de agosto de 1902, en Washington, recibió el sacramento del bautismo «bajo condición». En Roma recibió el sacramento de la Confirmación y vio claramente que debía dedicarse a la unidad de los cristianos. Visitó también el templo y la casa de Santa Brígida de Suecia (+ 1373), recibiendo una grande y profunda impresión a tal grado que mientras se encontraba en oración en ese lugar, escuchó una voz que le decía: «Es aquí donde deseo que te pongas a mi servicio». El 25 de marzo de 1904 se estableció en Roma en la casa de Santa Brígida, donde fue recibida cariñosamente por las monjas que vivían ahí. En el silencio y en la oración conoció profundamente el amor de Cristo, cultivó y difundió la devoción de Santa Brígida y de Santa Catarina de Suecia, tuvo siempre una creciente preocupación espiritual por su país por la Iglesia. En 1906 San Pío X le concedió llevar el hábito de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida y de profesar sus votos religiosos como hija espiritual de la santa de Suecia y así, el 9 de septiembre de 1911 la santa comenzando con 3 jóvenes postulantes inglesas, refundó la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida con la misión de orar y trabajar especialmente por la unión de los cristianos de Escandinavia con la Iglesia Católica. En 1931 tuvo la grande alegría de obtener perpetuamente por parte de la Santa Sede, la iglesia y la casa de Santa Brígida en Roma que llegaron a ser el centro de la Orden. Durante y después de la segunda Guerra Mundial la Santa realizó una intensa Obra de caridad a favor de los pobres y de los perseguidos por leyes de racismo e hizo muchas cosas más haciéndose pan partido y repartido como Cristo.

Al convertirse al catolicismo, santa María Isabel Hesselblad se enamoró plenamente de Jesús Eucaristía, y hoy, precisamente, en el Evangelio, encontramos la escena de la multiplicación de los panes (Jn 6,1-15). Jesús ve las necesidades de los hombres. Jesús se preocupa de la felicidad de los hombres. Jesús tiene presente la vida de los hombres. Su milagro de la multiplicación de los panes, como su sacramento de eucaristía... son gestos de amor que muchos santos han imitado haciéndose pan partido y repartido. Santa María Isabel pudo ver con claridad que Jesús no quiso nunca dejar creer que Él trabajaba para un reino terrestre. Su proyecto no fue político ni lo será nunca, incluso si tiene incidencias humanas profundas. Jesús mismo, a través de las acciones de hombres y mujeres de fe, no entra directamente en el proyecto de liberación cívica. Santa María Isabel supo que el proyecto de Jesús era otro. En este capítulo 6 de san Juan, su gran discurso sobre el «pan de la vida eterna» nos revelará ese «proyecto». Sigamos adelante viviendo de fe y anhelando ser también nosotros pan partido como el Señor. Que María Santísima nos ayude a lograrlo. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

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