lunes, 20 de abril de 2020

La fe no se puede apagar... Una breve reflexión


La misión de la Iglesia nace de la fe en Cristo. La urgencia de la misión brota de esta novedad de vida radical traída por Cristo y vivida por los Apóstoles. La fe nos mueve a descubrir en Cristo una nueva realidad de vida que no podemos dejar de anunciar y se llama «Evangelio». Evangelio, Buena Nueva que es fuerza de Dios; Evangelio, Buena Nueva que es abrir cadenas, quitar yugos, mostrar camino; Evangelio, Buena Nueva que es sembrar libertad y hablar de alegría y esperanza; Evangelio, Buena Nueva que es decir hermano, decir amigo; Evangelio, Buena Nueva que es dar mi tiempo, donar mi ser; Evangelio, Buena Nueva que es ser portador de paz y luchar hasta caer rendido; Evangelio, Buena Nueva que es compartir penas, amar, mirar y reír. Evangelio, Buena Nueva que es vivir como un pobre que todo lo espera y mira al Cielo con ojos de niño; Evangelio, Buena Nueva que es amar sin egoísmos perdonando al enemigo; Evangelio, Buena Nueva que es dar gracias al Padre, como el Hijo, inundado por el amor del Espíritu Santo; Evangelio, Buena Nueva que es mirar al Hijo en brazos de su Madre al nacer y al morir; Evangelio, Buena Nueva que es continuar la misión de Cristo y ser testigos por excelencia.

Los primeros cristianos se dejaron poseer por Dios y se llenaron del Espíritu del Evangelio, de manera que eso era parte de su vida y les hacía exclamar: «No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20). Vivir el Evangelio para aquellos hombres y mujeres era un verdadero y auténtico gozo que brotaba del encuentro con la Palabra, con el Evangelio e la alegría. San Pablo dice: »No me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rm 1,16). Entonces, hemos de comprender que predicar el Evangelio no es un pasatiempo, es un deber.

La fe no se puede apagar: «Nadie enciende una lámpara y la pone debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos» (Mt 5,15).

«Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos... por nosotros y por todos los hombres bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo, se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre...» La fe, hermanos míos, es la que fundamenta todo y nos mueve a «dirigir la mirada, orientar la conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo» (cf, RH 275).

Padre Alfredo.

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