El Misterio del Amor de Dios —el cual se revela en Él como un Padre rico en Misericordia— es un amor tierno y se manifiesta de manera más plena en la persona de Cristo, que sacrifica su vida para que nosotros la tengamos en abundancia. Desde el inicio de la cristiandad, el día viernes ha sido señalado como un día de penitencia y reflexión, un día para hacerle homenaje a la memoria del Redentor, quien sufrió y murió en ese día de la semana. Jesucristo murió un viernes, y es algo que nos expresa la Biblia (Mc 15,42). La muerte de Cristo, aunque mostró su victoria sobre el mal y la derrota del diablo, nos lleva a valorar todos los padecimientos que sufrió el Señor. Es algo natural para aquellos que sentimos el dolor de la cruz, un dolor que debía ser nuestro por nuestras faltas, pero que él quiso llevar sobre sus hombros, buscar la manera de expresar nuestra gratitud con un sacrificio.
Así, el Canon 1249 del Código de Derecho Canónico dice: Todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales. El Canon 1250 dice que «en la Iglesia universal, son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de cuaresma». La penitencia más común en la Iglesia Católica alrededor del mundo para los viernes, está indicada en el Canon 1251: «Los días viernes durante todo el año, ha de haber abstinencia de comer carne u otro alimento de acuerdo a las prescripciones de la conferencia de obispos, a menos que sean solemnidades; han de observarse abstinencia y ayuno el Miércoles de Ceniza y el viernes de la Pasión y Muerte de Nuestra Señor Jesucristo». El Canon 1252 apunta: «La ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años; la del ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años. Cuiden sin embargo los pastores de almas y los padres de que también se formen en un auténtico espíritu de penitencia quienes, por no haber alcanzado la edad, no están obligados al ayuno o a la abstinencia». Y, finalmente, el Canon 1253 dicta que «La Conferencia Episcopal puede determinar con más detalle el modo de observar el ayuno y la abstinencia, así como sustituirlos en todo o en parte por otras formas de penitencia, sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad».
Muchos católicos de hoy no saben —o han olvidado— que existe esta obligación. A pesar que es cierto que el Código permite la sustitución por otra práctica penitencial, autorizada por la Conferencia Episcopal de Obispos, muchos no definen dicha práctica penitencial sustituta y, como consecuencia, hacen a un lado la costumbre respetable de la Iglesia. Esta ley eclesiástica todavía se mantiene. El viernes es un día de penitencia y hay que ofrecerle algo a Dios en gratitud por nuestra salvación. Si una persona opta por no abstenerse de comer carne, tiene que llevar a cabo otra penitencia alternativa. Hoy es viernes, y, por lo tanto, hay que buscar algo que le ofrezcamos a Dios con un sentido penitencial. Está en cada uno, revisar su vida y sus actos y ofrecer a Dios algún tipo de mortificación que nos haga reflexionar nuestro comportamiento y nuestra respuesta hacia Dios. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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