«El amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor» (cf. 1 Jn 4,7-16). ¡Cómo deben resonar estas palabras de la Escritura en el corazón de los discípulos-misioneros que anhelamos la instauración del Reino de Dios! Hoy termina la etapa los Ejercicios Espirituales dentro del llamado «Mes Inesiano» que se clausura el lunes. Una experiencia para las misioneras que han venido de diversas partes del mundo a renovar su «Sí» al Señor para hacerlo firme y perpetuo como el de María. «Para vino nuevo odres nuevos» (Mc 2,22) ha sido el lema.
Hoy todo mundo y en todo el mundo se habla del amor. Es una palabra tan frecuente que corre el peligro de devaluarse. El amor es un don de sí, algo que no sólo se puede quedar en palabras, dice san Ignacio en sus Ejercicios Espirituales, sino que se demuestra con las obras, porque es una decisión libre. ¡Así amó Dios al mundo! Le dio a su Hijo Único, «para que quien cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3, 16). Para el discípulo-misionero, el amor no es otra cosa sino darse, y darse totalmente, hasta el punto de dar la propia vida por sus amigos, como el Maestro (cf. Jn 15, 13). Él nos amó hasta el extremo (Jn 13, 1).
Dios es amor y todo cuanto ha hecho y sigue haciendo en nuestras vidas, ha sido por amor y para el amor. Un día, intempestivamente nuestra vida terminará en este mundo y empezaremos a vivir en la eternidad donde solamente el amor permanecerá... ¿Por qué no nos decidimos a amar ya, como amó María, como amaron los santos, como nos ama el mismo Dios? Feliz y bendecido sábado.
Padre Alfredo.
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