Cada 26 de julio, la Iglesia Católica celebra la fiesta de los padres de la Santísima Virgen María, San Joaquín y Santa Ana, que, a la vez, son los «abuelos» de Jesús y por lo mismo, declarados desde hace mucho tiempo patronos de los abuelos. Seguramente que, como muchos de nuestros abuelos, ellos fueron ejemplo perfecto de vida interior y de «compromiso con la vida». La conmemoración de Joaquín y Ana es una buena ocasión para recordar la tarea tan importante de la educación en la fe que tienen los abuelos en la familia.
Dios se ha emparentado con la estirpe humana en una familia. Los protagonistas de la fiesta de hoy son ellos dos, el insigne y glorioso patriarca San Joaquín y la bondadosísima Santa Ana —cuyos nombres se conservaron gracias a la tradición de los cristianos—, pero el objeto de la alabanza, en todo momento, es la providencia divina que, en María, prepara los caminos para la llegada del Salvador.
«La tierra fértil» de la que habla hoy Jesús en el Evangelio, es la que se va abonando y preparando en la vida de familia, para que ahí caiga la «buena semilla» (Mt 13,1-9) y los abuelos, como afirmó Benedicto XVI, un día como hoy en 2009, resaltando las figuras de San Joaquín y Santa Ana, tienen una gran importancia en el rol educativo de en la familia, porque ellos «son depositarios y con frecuencia testimonio de los valores fundamentales de la vida». En este miércoles envío un saludo a todos los abuelos y felicito a quienes llevan el nombre de Joaquín y Ana... ¡Que tengan un día muy bendecido todos!
Padre Alfredo.
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