La aparición del 13 de julio de 1917, de la Virgen de Fátima, fue en muchas formas, la parte más controversial del mensaje de Fátima, proveyendo un secreto en tres partes que los niños guardaron celosamente. Las primeras dos partes, la visión del infierno y la profecía del futuro rol de Rusia y como prevenirlo, no serían reveladas hasta que Lucía las escribió en su tercer diario, en obediencia al obispo, en 1941. La tercera parte, comúnmente conocido como el Tercer Secreto, fue más tarde comunicado al obispo, quien lo envió sin leer al Papa Pío XII.
La Virgen les dijo que continuaran rezando el Rosario todos los días para obtener la paz del mundo y el final de la guerra, que en octubre les te diría quien era y lo que quería y les prometió hacer un milagro para que todos creyeran. Este día, la Madre de Dios enseñó a rezar a Francisco, Jacinta (hoy santos) y Lucía: «Oh Jesús, esto es por amor a Ti, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María», les mostró el infierno y les dijo: «Si ustedes hacen lo que yo les diga, muchas almas se salvarán, y habrá paz... vengo al mundo para pedir que Rusia sea consagrada a mi Inmaculado Corazón, y pido que los primero Sábados de cada mes se hagan comuniones en reparación por todos los pecados del mundo... Cuando ustedes recen el Rosario, digan después de cada misterio: ¡Oh, Jesús mío, perdónanos y líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al cielo, especialmente aquellas más necesitadas!».
Hoy es día 13 de julio y hace 100 años que esto ocurrió. En la parroquia de Fátima, de la colonia Pro-Hogar, en Ciudad de México, a las 7 de la tarde, tendremos la celebración de la Eucaristía presidida por el Cardenal Norberto Rivera, para dar gracias al Señor por este don que hace 100 años regaló, en su Madre Santísima a la humanidad. Desde hace 100 años estas oraciones resuenan en el mundo entero en labios de millones de personas que, amantes de María, rezamos el Santo Rosario pidiendo la conversión del mundo: «¡Oh, Jesús mío, perdónanos y líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al cielo, especialmente aquellas más necesitadas!» Feliz y bendecido jueves.
Padre Alfredo.
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