«No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos» dice la Primera Lectura de hoy viernes en el trozo del libro del Éxodo que la Iglesia no ofrece en alimento (Ex 20,3-4). Ya vamos terminando la semana y pudiéramos preguntarnos: ¿Se ha ido mi corazón cada día de esta semana detrás de Dios? ¿Lo he buscado como centro de mi vida o hay «otros dioses» que han captado mi atención?
Qué fácil es hoy en día dejarse llevar por «otros dioses» fabricados por el propio egoísmo: diosecilllos que parecen llenar el ansia de poder, de tener, de experimentar el placer... El mundo necesita corazones que acojan la Palabra de Dios (Mt 13,18-23) en una perspectiva absolutamente diferente de la que la picazón materialista y consumista tiene. La única ley, para quien tiene y cree en «un solo Dios» es la del amor.A cada uno se le pedirá darse como Él según su capacidad. Pero lo que se le pedirá será siempre «el amor» en la medida que cada uno pueda... y nada más que amor. Esa es la clave que nos hace pasar de la antigua alianza a la nueva, sellada en Cristo. Se trata de dejar que el «Único Dios» Padre, Hijo y Espíritu Santo (comunidad de amor) eduque el corazón para vivir cada día solamente movido por él.
En un día como hoy, pero de 2002, murió en olor de santidad la Madre Teresa Botello, primera sucesora de beata María Inés en el gobierno de las Misioneras Clarisas, una mujer que sembró la Palabra a muchas almas viviendo en un permanente estado de misión fiel a su fundadora y fiel, sobre todo, a los designios de amor de nuestro Dios. Ella, con la mirada fija en ese «Único Dios» y de la mano de María, hizo llegar a muchas almas el mensaje central de Jesús: el amor. Cada alma que pasa por este mundo y se une al «Divino sembrador», cuando es llamada a la Casa del Padre, no deja otras huellas que no sean las de Cristo. ¡Feliz y bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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