viernes, 29 de octubre de 2021

«Y los dejó sin habla»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el relato evangélico de hoy (Lc 14,1-6), el Señor Jesús deja sin habla a los escribas y fariseos que no buscaban sino obstaculizar su obra mesiánica. Leyendo el pasaje vemos que desde su entrada en la casa, Jesús es «observado» acechado, vigilado... se le va a medir con el mismo nivel de la piedad farisea más rigurosa. Sabemos que los escribas y fariseos eran personas aferradas a la santificación del sábado y que se imaginaban que Dios no podía pensar de manera distinta al parecer de ellos. Y se quedaron callados porque bien que mal sabían que el sábado era el día de la benevolencia divina, el día de la redención, de la liberación, de la misericordia de Dios para con los pobres, los desgraciados, los pecadores. El día por excelencia para hacer el bien, curar, salvar. El día en el que había que dejarse curar por Jesús.

Una vez más, Jesús, con este hecho, da a entender que la mejor manera de honrar este día santo —que hoy para nosotros es el domingo, recordando su resurrección— es practicar la caridad con los necesitados. Y les echa en cara que por interés personal —por ejemplo para ayudar a un animal de su propiedad— sí suelen encontrar motivos para interpretar más benignamente la ley del descanso. Por tanto ellos no pueden acusarle a él si ayuda a un enfermo. Uno de los 39 trabajos que se prohibían hacer en sábado era el de curar. Pero una reglamentación, por religiosa que pretenda ser, que impida ayudar al que está en necesidad, no puede venir de Dios. Será, como en el caso de aquí, una interpretación exagerada, obra de escuelas rigoristas que ellos habían fundado. A la luz de esto podemos preguntarnos: ¿Qué excusas ponemos para no salir de nuestro horario, en ayuda del hermano, y tranquilizar así nuestra conciencia? ¿el rezo? ¿el trabajo? ¿el derecho al descanso?

¡Qué terrible!, aquellos hombres estaban dispuestos a favorecer sus bienes —vacas, burros, posesiones— pero nadie estaba dispuesto a favorecer a un ser humano necesitado. Por esta razón el silencio de sus detractores era una soterrada complicidad con el régimen de violencia y exclusión que imperaba. En la actualidad nos ocurre una situación parecida: la «Ley» que se impone en nuestras sociedades mueve cielo y tierra para perseguir beneficios individuales, pero poco hace para ayudar al necesitado... La ley defiende a las ballenas por un lado y promueve el aborto por el otro. A veces, los males de época se les pega a las iglesias: están dispuestas a pagar una millonada por un altar, una columna o un vitral, pero no están dispuestas a invertir en la promoción humana, en el beneficio de la comunidad que sostiene la estructura eclesial, o en la denuncia de un sistema que margina a los pobres y descartados... ¡Hay mucho que hacer! Como discípulos–misioneros de Cristo nos debemos dejar cuestionar y recurrir a la Madre de Dios para que ablande el corazón de la humanidad. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario