sábado, 30 de octubre de 2021

«No busquemos los lugares de honor»... Un pequeño pensamiento para hoy


Jesús siempre fue un buen observador, de todo lo que prestaba atención tomaba una enseñanza y la compartía con los demás, ya fuera en el mismo momento o después. Así, encontramos que para dar sus enseñanzas utiliza ejemplos de la vida común y habla de la sal, de la levadura, de la puerta, de la higuera, del redil de las ovejas y de muchas cosas más. Pero él también observaba el comportamiento de la gente, de su actuar, de sus comportamientos y de allí sacaba una reflexión. Este es el caso que el Evangelio nos presenta hoy (Lc 14,1.7-11), en donde presta atención a unos invitados a un banquete, que quieren ocupar los primeros lugares. Hoy y siempre encontraremos esa cuestión, el tema de ocupar los primeros puestos, los lugares de los privilegiados por los títulos, la clase política, social o por los ministerios que se desarrollan en la comunidad, a{un de creyentes. Vivimos en un mundo que tiene muchas listas de honor, donde se pueden buscar y querer posiciones de importancia, donde la tentación a la popularidad es amplia. 

El sistema de valores que tiene mucha prominencia está en desacuerdo con el de Jesús que era manso y humilde de corazón. Jesús dio algunos consejos prácticos para aceptar invitaciones. El Señor nos invita a su mesa y nos pide vivir en la verdad de quién es él y quiénes somos nosotros, porque eso es humildad. Rezamos por corazones que sirvan, sin considerar el costo ni buscando retribuciones. Jesucristo propone un estilo de vida en el que los primeros lugares deben ser los de los últimos, los de los servidores de todos. De hecho por este motivo al Papa se le llama “Siervo de los siervos”, porque en la Iglesia de Cristo la capacidad de servir es la que nos ubica mejor, y el que sirve siempre está a la expectativa de las necesidades de las personas que le rodean. Lo que esta ocasión en la vida de Cristo propone es la capacidad de ubicarse en el servicio que sea, con humildad, sin pretender ningún lugar especial. Esto nos lleva a reflexionar en la maravillosa sensación que deja ser el último en servirse, en atenderse, en complacerse, en que después de que todos queden satisfechos, entonces es cuando llegará el momento adecuado para ubicarnos, servirnos y sentirnos a gusto siendo “pan partido” para los demás.

Esta parábola de los primeros y los últimos puestos en un banquete, le sirve a Jesús para poner de manifiesto la humildad. Y de alguna manera, esto que sucede en aquel hecho lo podemos aplicar a la vida cristiana: todos valen en una comunidad, todos tienen algo positivo, todos tienen algo bueno. El que es humilde es generoso, misericordioso con los otros. Esa es la razón por la que la humildad cristiana es actitud sabia y principio de amor. En lugar de buscar los mejores asientos, el discípulo-misionero debe poner a los demás delante de sí mismo. Además, al ofrecer y compartir algo, el verdadero discípulo-misionero no invitará solamente a aquellos que pueden devolver la invitación o pueden ofrecer estatus y/o privilegios sociales, sino que buscará invitar a los más necesitados de la comunidad. El verdadero carácter del creyente se demuestra en la manera en que trata a aquellos que son de estatus social más bajo que él. Tratar con respeto a aquellos que son nuestros superiores no es difícil, al contrario, es muy natural, así como también es muy fácil tratar con desprecio a los pobres y descartados. Mas el creyente honrará a quienes son rechazados por la sociedad. Siempre hay mucho que aprender del Evangelio, pidamos a María de su humildad para vivir como Cristo quiere que lo hagamos. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

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