jueves, 7 de octubre de 2021

«Día de Nuestra Señora del Rosario»... Un pequeño pensamiento para hoy

Hoy es la fiesta de Nuestra Señora del Rosario y me toca vivir de una manera muy particular este día de solemnidad en la parroquia a la que fui destinado hace un mes —4 de septiembre— como párroco: «Nuestra Señora del Rosario en San Nicolás». En la comunidad parroquial nos estuvimos preparado espiritualmente para este gran día con un novenario en el que hemos tenido un nutrido número de gente, por supuesto cuidando las medidas sanitarias que nos impone el tiempo de pandemia que aún estamos viviendo. Hemos venido caminando hasta hoy hacia el encuentro con María pero también, de una manera particular, de la mano de su esposo San José en este año dedicado a él, y por fin arribamos al día feliz en que contemplamos radiante a nuestra Señora, la mujer de fe que supo pedir con confianza, como nos lo recuerda el Evangelio de hoy (Lc 11,5-13). Y con Ella, al rezar el Santo Rosario, nosotros también pedimos con confianza a Dios lo que necesitamos, sabiendo que nos dará si aquello conviene, la lluvia de rosas que la Madre quiere hacer descender sobre sus hijos.

Cada ave María del Rosario es una rosa, la más preciosa. En efecto el ave María es la rosa que, en primer lugar, toda la Trinidad Santísima ha regalado a la Virgen. Su primera palabra: «Alégrate» —Dios te salve— es el alborear de la primavera de la redención sobre el duro frío del invierno del pecado y de la muerte. «Alégrate» es el Evangelio de la Alegría, de la cual la santísima Virgen María es Sagrario. Alegría desbordante, gozo del Corazón de Dios, de venir a nosotros en su Hijo amado, hecho niño en el seno de la Virgen. Gozo porque ya no es el Dios escondido, sino es un Dios que se hace ternura de niño, que nos llama a acercarnos a Él, que le abracemos y besemos… Él es el Dios que en los misterios de Luz se hace presente en su vida pública y viene a nuestro encuentro... Él es el Dios con el que compartimos el dolor en los misterios dolorosos y exultamos llenos de esperanza el regalo de la resurrección en los misterios gloriosos. A Él nos acercamos por María, Nuestra Señora del Rosario.

Sí, cada avemaría es una rosa…una rosa con espinas, una rosa de amor…sea en el gozo, en la luz, en el dolor redentor, en la esperanza y el fuego luminoso de la gloria. En cada avemaría le regalamos una rosa. Pero también en cada avemaría Ella, la Madre, nos regala infinidades de rosas, las flores de sus bendiciones, el perfume de sus virtudes y de su maternal presencia…Nosotros le decimos: «El Señor está contigo…» Ella, la Madre de la Misericordia, la Madre de los afligidos y atribulados, la fortaleza de los tentados, la resurrección de los caídos nos dice: «No temas, hijito, fruto de mis dolores, Yo estoy contigo…estoy contigo». Cada avemaría del Rosario es una bendición. En este día, al celebrarla, alabemos en Ella y con Ella al Bendito, a Jesús, nuestro amor y redención. En este día bendecimos y Ella nos bendice; bendecimos y Ella derrama la lluvia de rosas sobre nuestra alma. Bendecimos a la Bendita y Ella esparce su perfume, aliviando y curando las heridas, porque es la Salud de los enfermos, el Refugio de los pecadores, el Consuelo de los afligidos, la Auxiliadora de los cristianos. Que la Reina del Rosario ruegue siempre por nosotros. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

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