Cada ave María del Rosario es una rosa, la más preciosa. En efecto el ave María es la rosa que, en primer lugar, toda la Trinidad Santísima ha regalado a la Virgen. Su primera palabra: «Alégrate» —Dios te salve— es el alborear de la primavera de la redención sobre el duro frío del invierno del pecado y de la muerte. «Alégrate» es el Evangelio de la Alegría, de la cual la santísima Virgen María es Sagrario. Alegría desbordante, gozo del Corazón de Dios, de venir a nosotros en su Hijo amado, hecho niño en el seno de la Virgen. Gozo porque ya no es el Dios escondido, sino es un Dios que se hace ternura de niño, que nos llama a acercarnos a Él, que le abracemos y besemos… Él es el Dios que en los misterios de Luz se hace presente en su vida pública y viene a nuestro encuentro... Él es el Dios con el que compartimos el dolor en los misterios dolorosos y exultamos llenos de esperanza el regalo de la resurrección en los misterios gloriosos. A Él nos acercamos por María, Nuestra Señora del Rosario.
Sí, cada avemaría es una rosa…una rosa con espinas, una rosa de amor…sea en el gozo, en la luz, en el dolor redentor, en la esperanza y el fuego luminoso de la gloria. En cada avemaría le regalamos una rosa. Pero también en cada avemaría Ella, la Madre, nos regala infinidades de rosas, las flores de sus bendiciones, el perfume de sus virtudes y de su maternal presencia…Nosotros le decimos: «El Señor está contigo…» Ella, la Madre de la Misericordia, la Madre de los afligidos y atribulados, la fortaleza de los tentados, la resurrección de los caídos nos dice: «No temas, hijito, fruto de mis dolores, Yo estoy contigo…estoy contigo». Cada avemaría del Rosario es una bendición. En este día, al celebrarla, alabemos en Ella y con Ella al Bendito, a Jesús, nuestro amor y redención. En este día bendecimos y Ella nos bendice; bendecimos y Ella derrama la lluvia de rosas sobre nuestra alma. Bendecimos a la Bendita y Ella esparce su perfume, aliviando y curando las heridas, porque es la Salud de los enfermos, el Refugio de los pecadores, el Consuelo de los afligidos, la Auxiliadora de los cristianos. Que la Reina del Rosario ruegue siempre por nosotros. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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