Hoy quiero platicarles de la vida de la hermana Virginia, otra de las muchas hermanas Misioneras Clarisas que el Señor me ha permitido conocer a lo largo de mi vida. A ella la conocí desde que era yo Vanclarista, allá por 1979. La recuerdo siempre con una sonrisa en el rostro y el empeño de dejar la huella de Cristo en cualquiera que se topara con ella.
Virginia Marcela Estrada Vázquez nació el 16 de enero de 1934 en un lugar muy pintoresco del estado de Guerrero, Buenavista de Cuéllar, de donde han salido otras vocaciones para las Misioneras Clarisas. Allí, en un ambiente familiar cálido y de mucha fe creció y o el gozo de la vocación a la vida religiosa.
Después de haber celebrado sus 15 años de edad, el 3 de mayo de 1949 dejó todo para ingresar a la congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento en Cuernavaca, Morelos y de inmediato inició su formación como postulante, teniendo la dicha de haber sido recibida por la fundadora de la congregación, la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. Al año siguiente, el 1 de mayo de 1950, inició su noviciado, esa etapa de la formación inicial que forja el carácter y la obediencia en el carisma que se ha elegido seguir. Allí en el convento recibió el nombre de María Virginia del Espíritu Santo y emitió su primera profesión religiosa el 4 de mayo de 1952 ante la fundadora de la obra.
En ese mismo año de 1952 fue enviada a la casa de Talara, en la Cd. de México, y posteriormente a Puebla, donde permaneció ocho años, siendo estudiante de Normal Básica a la vez que ponía en práctica los conocimientos adquiridos como maestra; allí mismo, más adelante, fue directora de Primaria y de la Residencia. Posteriormente hizo la Normal Superior en Ciencias Biológicas. Hizo su profesión perpetua el 4 de mayo de1958 ante la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento.
En el año de 1962 regresó a la casa de Talara como maestra y en 1963, fue destinada ala región de Costa Rica para colaborar como profesora en el colegio Santa María de Guadalupe, en Santo Domingo de Heredia, en donde por varios años prestó sus servicios en secundaria y preparatoria, teniendo a su cargo los laboratorios de física y química. En esa misma región desempeñó durante seis años la labor magisterial en primaria, y por cuatro años fue directora.
En 1979 regresó a México, a la Casa Del Valle en Ciudad de México, como directora de primaria del Instituto Scifi. En este mismo colegio estuvo al frente en la prácticas de laboratorio en secundaria y preparatoria. Posteriormente fue enviada a Monterrey, donde durante cuatro años fue subdirectora de secundaria en el colegio Isabel la Católica. En 1988 regresó nuevamente a la Ciudad de México, al Instituto Scifi. Más tarde fue destinada a la Casa Madre, en Cuernavaca, para colaboraren la colonia Patios de la Estación, donde consiguió, por medio de una institución, ayudar a los niños marginados de la zona dando inicio a la primera etapa, de lo que más tarde fue el jardín de niños: “Rincón Infantil María Inés”, en esa misma colonia.
En 1991 fue destinada a Arandas, en el estado de Jalisco, en México como misionera en la pastoral parroquial. Ahí, al darse cuenta de que varios jóvenes que colaboraban en la pastoral no tenían los estudios básicos, formó, en coordinación con el párroco, un grupo de alfabetización, incorporándose al INEA (Instituto Nacional para la Educación de los Adultos), un apostolado que continúa hasta hoy en esa comunidad. En el año de 2007 tuvo cambio a la comunidad de la Casa de Guadalajara, en el mismo estado de Jalisco.
En la hermana Virginia, la realización de su vocación misionera, se concretó, a través de los años, en la labor magisterial que realizó con niños, jóvenes y adultos, con mucha responsabilidad y entrega generosa casi toda su vida religiosa. En este apostolado fue paciente con sus alumnos. Era notoria su preocupación porque ellos aprendieran las ciencias que impartía. Como directora, procuró mantenerse cercana del personal docente, hermanas religiosas y laicos. Fue una mujer muy organizada, trabajó en sus encomiendas con eficiencia y mucho entusiasmo, así lo mostró al iniciar la labor de alfabetización de jóvenes y adultos en Arandas. Su carácter, alegre y festivo, la hacía amable con quienes trataba; siempre se le veía contenta y con gusto realizaba las encomiendas que la obediencia le pedía. Fue siempre muy cercana con quienes colaboraban con la comunidad en diversos trabajos de casa, enseñándoles el oficio, y ayudándoles a salir adelante. Era una mujer de vida espiritual profunda, con un gran amor a María Santísima, que la inspiraba a mantener el sí que le dio al Señor desde que la llamó.
A pesar de la enfermedad, que la acompañó por varios años, mantenía su buen humor, y mientras le fue posible, era bromista con las hermanas de su comunidad. En 1981 sufrió una trombosis cerebral, que le dejó como secuela epilepsia y hemiplejia. A consecuencia de este padecimiento, la hermana sufría ataques epilépticos que la acompañaron siempre. Sin embargo, supo sobrellevar su enfermedad, y las mismas hermanas mencionan que, después de sufrirlos, ella procuraba mantener su carácter festivo y alegre. Desde aquellos años, su salud se fue deteriorando hasta que llegó el momento en que ya su cuerpo no pudo más con aquella carga y sufrió un derrame cerebral en sus últimos días de vida. De este derrame se logró recuperar un poco pero recayó y el sábado 18 de julio del año 2020, a las 9 y media de la mañana, acompañada por sus hermanas de comunidad que oraban con ella junto a su lecho, cerró sus ojos al ser llamada al encuentro con el Padre Celestial.
Descanse en paz la hermana Virginia, que nos deja un testimonio fehaciente de que la enfermedad santifica y se convierte también en medio de santificación para los demás.
Padre Alfredo.
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