Jesús también les dice que la verdad siempre acabará por saberse: «lo que digan al oído en el sótano, se pregonará desde la azotea»; al menos, Dios siempre la conoce. Además les dice que no tengan miedo de dar testimonio de Cristo ante el mundo: lo peor que les puede pasar no es la muerte corporal, hasta el martirio, porque en ese caso el premio de Dios será grande, sino la muerte espiritual, el que alguien les incite a la apostasía, porque entonces sí que la ruina es definitiva. Jesús afirma que el motivo de tener confianza y no dejarse dominar por el miedo es que Dios se preocupa de cada uno de nosotros, mucho más que de los pajarillos y hasta de los cabellos de nuestra cabeza: «ni de uno solo se olvida Dios».
Me detengo finalmente en el aspecto de la levadura. Todos somos levadura: buena o mala. Nuestra vida no deja indiferentes a los que nos rodean. Influye en bien o en mal. En vez de dejarnos inficionar por la levadura sensual y materialista de este mundo, los discípulos–misioneros de Cristo debemos mantener nuestra identidad con valentía y además influir en los demás. En vez de acomodarnos a lo que piensa la mayoría, si es que no va de acuerdo con el Evangelio de Jesús, debemos ser minoría decidida y eficaz, que da testimonio profético de los valores en que creemos. Jesús nos da la motivación para no perder los ánimos: Dios no se olvida de nosotros. Como cuida de las aves y las flores, y «tiene contados los cabellos de nuestra cabeza», ¿cómo va a dejar que queden sin recompensa nuestros esfuerzos por vivir en cristiano y por ayudar a los demás? Que la Virgen Santísima nos ayude a vivir en certeza y fidelidad al Señor para ser buena levadura en el mundo. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario