Jesús reprocha a sus conciudadanos no saber interpretar los «signos de los tiempos», cuando son perfectamente capaces de interpretar los signos metereológicos. Con un ejemplo tomado de la naturaleza y de la sabiduría popular, Cristo se queja de la poca vista de sus contemporáneos: no ven o no quieren ver que han llegado ya los tiempos mesiánicos. Los hombres del campo y del mar, mirando el color y la forma de las nubes y la dirección del viento, tienen un arte especial, a veces mejor que los meteorólogos de profesión, para conocer el tiempo que va a hacer. Pero los judíos no tenían vista para «interpretar el tiempo presente» y reconocer en Jesús al Enviado de Dios, a pesar de los signos milagrosos que les hacía. Jesús les llama «hipócritas»: porque sí que han visto, pero no quieren creer.
La Iglesia contemporánea cuida especialmente de ser fiel a esa invitación de Jesús a ver los «signos de los tiempos». En el Concilio Vaticano II decía: «Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio» (G.S. 4). Y algunos de estos signos son: la solidaridad creciente de los pueblos, el ecumenismo, la preocupación por la libertad religiosa y la necesidad del apostolado de los laicos, entre otros. «Movido por la fe que le impulsa a creer que quien le conduce es el Espíritu del Señor, que llena el universo, el pueblo de Dios se esfuerza en discernir en los acontecimientos, las exigencias y los deseos que le son comunes con los demás hombres de nuestro tiempo y cuáles son en ellos las señales de la presencia o de los designios de Dios». (G.S. 11). Así que no nos pase como a los fariseos. Nuestro tiempo es único, el que nos ha tocado en suerte, y en él hemos de fructificar espiritual, cultural, socialmente... caminemos con María viendo y discerniendo en medio de estos dignos. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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