domingo, 3 de octubre de 2021

«En sano equilibrio»... Un pequeño pensamiento para hoy


En todos lados encontramos gente de manga ancha y de manga estrecha, cuando sabemos que el ideal es el equilibrio. En los tiempos de Cristo había en Israel diversas tendencias que explicaban la ley, estaban por una parte la escuela de manga estrecha -en pocos casos permitían el divorcio-, y la de manga ancha -que justificaba el divorcio por cualquier motivo-. El Evangelio de hoy (Mt 10,2-16) toca el tema con la pregunta que hacen los fariseos sobre este tema del divorcio. Quieren tender una trampa a Nuestro Señor, porque saben que si Jesús se manifiesta estricto, tropezará con los liberales y si se hace de manga ancha, tropezará con los conservadores. Pero Jesús percibe la trampa y va al fondo de la cuestión para hacerles ver el equilibrio. La Escritura no sólo aborda el divorcio que concede Moisés, sino el orden inicial de la Creación: "Al principio no fue así". Lo de Moisés vino después como concesión legal a la debilidad humana "por la dureza de vuestro corazón"; pero el proyecto de Dios es otro y es el que defiende Nuestro Señor.

Cristo elevó a sacramento la dignidad del matrimonio redescubriendo en esta relación el amor irreversible -"todos los días de mi vida, en la salud y en la enfermedad, en las duras y en las maduras…"- Al matrimonio como sacramento no lo garantiza un contrato firmado por dos voluntades enamoradas, sino Dios que lo hace “Don” para la pareja y “Sacramento” para el mundo. Como Don se recibe con alegría y humildad, y no anda lejos del espíritu de oración. Como Sacramento se anuncia para vida del mundo. De una manera muy clara, Cristo les hace reflexionar sobre el hecho de que la voluntad divina implica una unión muy estrecha entre los sexos con la característica de indisolubilidad. "Luego lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre" (Mt 10,9). Parece que aquí el hombre no hay que entenderlo como "legislador humano" o "autoridad judicial", sino que indicaría al marido en su responsabilidad personal. Detrás de las imágenes Jesús se refiere a la relación personal. Sus palabras son espirituales y, por tanto, las más vinculantes; pero su aplicación es dejada a la conciencia cristiana iluminada.

Cerrando este tema, el Evangelio de hoy tiene una segunda parte que no tiene unión con la primera, porque se ve que terminando el tema le presentan a Jesús unos niños. Los apóstoles se molestan porque tal vez ven que han llegado a interrumpir su discurso pero no es así. Jesús ha dicho lo que tenía que decir y ahora quiere recibir a los pequeños, a los que eran insignificantes para aquellos tiempos y Jesús, valiéndose de la situación, quiere llamar la atención sobre un hecho: la acogida del don del Reino que se nos ofrece. Nadie tiene acceso a él si no recibe este don como recibe un don el niño. No se trata, por lo tanto, de una pretensión de permanecer en la infancia, sino de mantener en uno mismo las posibilidades de acogida que encontramos en el niño. Un niño no está endurecido por el propio egoísmo, ni por su orgullo de saber; por eso acepta fácilmente y con generosidad lo que se le da. Así ocurre con el Reino. Los niños entran en él fácilmente, porque son capaces de acoger un don. Este frescor, que nada tiene que ver con la candidez, es lo que desea el Señor en quienes quieren entrar en el Reino.  Que María Santísima ayude a todos los matrimonios a perseverar y a todos nos de un corazón de niño para acoger la llegada del Reino. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

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