domingo, 31 de octubre de 2021

«Con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todo el ser»... Un pequeño pensamiento para hoy


El texto del Evangelio de este domingo (Mc 12,28-34) es una importante síntesis del mensaje de Jesús. Ante la cuestión —muy discutida en el ambiente de los doctores de la Ley— sobre qué mandamiento es el primero de todos, Jesús recoge la afirmación de fe que todo israelita conocía y consideraba básica: la Shemá —cf. Dt 6,2-6 que es la primera lectura de la Misa de hoy—. Pero a la vez añade otro precepto que se encuentra en Levítico 19,18, que une al amor a Dios, de manera inseparable, el amor a los demás. El texto del Levítico presupone que todo el mundo se ama a si mismo —y no lo critica—, y a partir de ahí pide que todo lo bueno que uno desea para sí mismo lo desee y promueva también para los demás; originariamente éste era un texto que se refería sólo al amor a los miembros del propio pueblo, pero con el tiempo se extendió al menos a los extranjeros que vivían en Israel.

Jesús responde, pues, dando dos mandamientos que en sí, forman uno solo. Hay, dentro de nuestra religión, quienes están empeñados en que lo verdaderamente importante en nuestro cristianismo es el prójimo: la justicia social, la asistencia, la promoción humana; mientras que la fe, el culto a Dios, la piedad, la esperanza en la vida eterna —no lo dicen con sus palabras, pero sí con sus actitudes— tienen una importancia secundaria. Por otra parte, hay quienes afirman con reciedumbre infranqueable que lo importante es la ortodoxia, la piedad, el culto a Dios. Tampoco lo dicen, pero todo eso de la justicia social, de la promoción de la libertad y dignidad de todos los hombres, lo ponen en segundo lugar. La respuesta que da Jesús a aquel hombre que pregunta va encaminada a que entendiera, él y nosotros, por supuesto, que hay que dar la máxima importancia a las dos cosas. Sin descuidar en lo más mínimo una en detrimento de la otra. Que es un error cristiano el pretender llegar a Dios sin pasar por el prójimo; y otro error cristiano el entregarse al prójimo sin seguir totalmente entregado a Dios.

El amor de Dios es un solo amor con doble dirección: hacia Dios y hacia los hermanos. Por eso dice Jesús, y en ello el escriba —el Antiguo Testamento y, tal vez, toda religión— está de acuerdo, que es un único mandamiento, porque se trata de un único amor. Por esto el amor a los hermanos no tiene sentido, para un cristiano, sin el amor a Dios. Ni tampoco, por otra parte, puede darse un amor a Dios que de alguna manera no se haga extensivo a los hermanos. El amor al hermano que tenemos ahí, es manifestativo del amor a Dios, a quien no se ve. No existe, en la práctica, amor a Dios sin amor a los hermanos. Nosotros amamos a Dios no porque esté mandado, sino porque sentimos, y estamos convencidos, de que eso es lo más grande y valioso que podemos hacer; si no fuera así, nuestro amor no sería amor. Nosotros amamos a los demás no como una obligación que se nos impone contra nuestra voluntad, sino porque descubrimos que ese amor es la mejor forma de vivir nuestra vida humana, y vivirla en plenitud; si no fuera así, este amor no sería tampoco amor. Mañana celebraremos la fiesta de Todos los Santos. Que su ejemplo y el de María Santísima nos estimule, y su intercesión nos acompañe siempre. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 30 de octubre de 2021

«No busquemos los lugares de honor»... Un pequeño pensamiento para hoy


Jesús siempre fue un buen observador, de todo lo que prestaba atención tomaba una enseñanza y la compartía con los demás, ya fuera en el mismo momento o después. Así, encontramos que para dar sus enseñanzas utiliza ejemplos de la vida común y habla de la sal, de la levadura, de la puerta, de la higuera, del redil de las ovejas y de muchas cosas más. Pero él también observaba el comportamiento de la gente, de su actuar, de sus comportamientos y de allí sacaba una reflexión. Este es el caso que el Evangelio nos presenta hoy (Lc 14,1.7-11), en donde presta atención a unos invitados a un banquete, que quieren ocupar los primeros lugares. Hoy y siempre encontraremos esa cuestión, el tema de ocupar los primeros puestos, los lugares de los privilegiados por los títulos, la clase política, social o por los ministerios que se desarrollan en la comunidad, a{un de creyentes. Vivimos en un mundo que tiene muchas listas de honor, donde se pueden buscar y querer posiciones de importancia, donde la tentación a la popularidad es amplia. 

El sistema de valores que tiene mucha prominencia está en desacuerdo con el de Jesús que era manso y humilde de corazón. Jesús dio algunos consejos prácticos para aceptar invitaciones. El Señor nos invita a su mesa y nos pide vivir en la verdad de quién es él y quiénes somos nosotros, porque eso es humildad. Rezamos por corazones que sirvan, sin considerar el costo ni buscando retribuciones. Jesucristo propone un estilo de vida en el que los primeros lugares deben ser los de los últimos, los de los servidores de todos. De hecho por este motivo al Papa se le llama “Siervo de los siervos”, porque en la Iglesia de Cristo la capacidad de servir es la que nos ubica mejor, y el que sirve siempre está a la expectativa de las necesidades de las personas que le rodean. Lo que esta ocasión en la vida de Cristo propone es la capacidad de ubicarse en el servicio que sea, con humildad, sin pretender ningún lugar especial. Esto nos lleva a reflexionar en la maravillosa sensación que deja ser el último en servirse, en atenderse, en complacerse, en que después de que todos queden satisfechos, entonces es cuando llegará el momento adecuado para ubicarnos, servirnos y sentirnos a gusto siendo “pan partido” para los demás.

Esta parábola de los primeros y los últimos puestos en un banquete, le sirve a Jesús para poner de manifiesto la humildad. Y de alguna manera, esto que sucede en aquel hecho lo podemos aplicar a la vida cristiana: todos valen en una comunidad, todos tienen algo positivo, todos tienen algo bueno. El que es humilde es generoso, misericordioso con los otros. Esa es la razón por la que la humildad cristiana es actitud sabia y principio de amor. En lugar de buscar los mejores asientos, el discípulo-misionero debe poner a los demás delante de sí mismo. Además, al ofrecer y compartir algo, el verdadero discípulo-misionero no invitará solamente a aquellos que pueden devolver la invitación o pueden ofrecer estatus y/o privilegios sociales, sino que buscará invitar a los más necesitados de la comunidad. El verdadero carácter del creyente se demuestra en la manera en que trata a aquellos que son de estatus social más bajo que él. Tratar con respeto a aquellos que son nuestros superiores no es difícil, al contrario, es muy natural, así como también es muy fácil tratar con desprecio a los pobres y descartados. Mas el creyente honrará a quienes son rechazados por la sociedad. Siempre hay mucho que aprender del Evangelio, pidamos a María de su humildad para vivir como Cristo quiere que lo hagamos. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 29 de octubre de 2021

«Y los dejó sin habla»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el relato evangélico de hoy (Lc 14,1-6), el Señor Jesús deja sin habla a los escribas y fariseos que no buscaban sino obstaculizar su obra mesiánica. Leyendo el pasaje vemos que desde su entrada en la casa, Jesús es «observado» acechado, vigilado... se le va a medir con el mismo nivel de la piedad farisea más rigurosa. Sabemos que los escribas y fariseos eran personas aferradas a la santificación del sábado y que se imaginaban que Dios no podía pensar de manera distinta al parecer de ellos. Y se quedaron callados porque bien que mal sabían que el sábado era el día de la benevolencia divina, el día de la redención, de la liberación, de la misericordia de Dios para con los pobres, los desgraciados, los pecadores. El día por excelencia para hacer el bien, curar, salvar. El día en el que había que dejarse curar por Jesús.

Una vez más, Jesús, con este hecho, da a entender que la mejor manera de honrar este día santo —que hoy para nosotros es el domingo, recordando su resurrección— es practicar la caridad con los necesitados. Y les echa en cara que por interés personal —por ejemplo para ayudar a un animal de su propiedad— sí suelen encontrar motivos para interpretar más benignamente la ley del descanso. Por tanto ellos no pueden acusarle a él si ayuda a un enfermo. Uno de los 39 trabajos que se prohibían hacer en sábado era el de curar. Pero una reglamentación, por religiosa que pretenda ser, que impida ayudar al que está en necesidad, no puede venir de Dios. Será, como en el caso de aquí, una interpretación exagerada, obra de escuelas rigoristas que ellos habían fundado. A la luz de esto podemos preguntarnos: ¿Qué excusas ponemos para no salir de nuestro horario, en ayuda del hermano, y tranquilizar así nuestra conciencia? ¿el rezo? ¿el trabajo? ¿el derecho al descanso?

¡Qué terrible!, aquellos hombres estaban dispuestos a favorecer sus bienes —vacas, burros, posesiones— pero nadie estaba dispuesto a favorecer a un ser humano necesitado. Por esta razón el silencio de sus detractores era una soterrada complicidad con el régimen de violencia y exclusión que imperaba. En la actualidad nos ocurre una situación parecida: la «Ley» que se impone en nuestras sociedades mueve cielo y tierra para perseguir beneficios individuales, pero poco hace para ayudar al necesitado... La ley defiende a las ballenas por un lado y promueve el aborto por el otro. A veces, los males de época se les pega a las iglesias: están dispuestas a pagar una millonada por un altar, una columna o un vitral, pero no están dispuestas a invertir en la promoción humana, en el beneficio de la comunidad que sostiene la estructura eclesial, o en la denuncia de un sistema que margina a los pobres y descartados... ¡Hay mucho que hacer! Como discípulos–misioneros de Cristo nos debemos dejar cuestionar y recurrir a la Madre de Dios para que ablande el corazón de la humanidad. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 28 de octubre de 2021

En búsqueda de una Iglesia perfecta...

Dos veces me he encontrado este texto en Internet en el que en búsqueda de una Iglesia perfecta, el interesado se entrevista vía telefónica con san Pablo, el gran Apóstol y me parece interesante compartirla con ustedes. Espero que nos ayude a todos a reflexionar.


«– ¡Hola! ¿Hablo con el Apóstol San Pablo?

– Sí, soy yo.

– ¿Cómo estás, Apóstol San Pablo? Tengo un problema y necesito tu ayuda.

– ¡Dime!

– Estoy decepcionado por muchas cosas en la iglesia a la que pertenezco, y ando buscando una mejor ¡Me gustaría tener información sobre algunas iglesias!

– Y dime, ¿cómo puedo ayudarte?…

– Estoy pensando asistir a la iglesia de Corinto, ¿Qué tal ahí?

– Mira, en la iglesia de CORINTO hay grupos divididos (1 Cor 1,12), también hay celos, contiendas y disensiones (1 Cor 3, 3), son inmorales, fornicarios (1 Cor 5,1); y cuando tienen peleas, van hasta los tribunales civiles (1 Cor 6,1).

– Ah no. ¡Mejor ahí no voy! ¿Y que tal la iglesia de Éfeso?

– Es una iglesia fundada en la Palabra (Hechos 19,20), pero últimamente hay muchas personas sin amor en la Iglesia. (Ap 2, 4)

– ¿Sin amor? Allá ni loco voy. Creo que mejor voy a ir a Tesalónica.

– En Tesalónica hay algunos que caminan desordenadamente y no les gusta trabajar y se entrometen en lo ajeno. (2 Tes 3,11)

– ¡Wow!, ¡Increíble!, ¡Qué difícil, San Pablo! ¿Y sí voy a la iglesia de Filipos?

– Filipos sería una buena opción si no fuera por esas dos hermanas, Evodia y Síntique que nunca se ponen de acuerdo en nada, siempre discutiendo (Fpl 4, 2)

– ¿Pero por qué, Apóstol San Pablo, no se ponen nunca de acuerdo?

– No sé muy bien, pero creo que se debe a algunos decorados en la iglesia. Una quiere de un color, y la otra de otro color, y así. No termina jamás.

– Ah, no; yo para nada voy ahí. Entonces creo que me mudaré a Colosas y buscaré a Dios en esa comunidad cristiana.

– Mira, los colosenses tienen un problema que es doctrinal. Hay herejes que quieren menospreciar a la persona del Mesías. La cosa está un despelote ahí, pues también están haciendo cultos erróneos a los ángeles (Col 2, 18)

– Todo mal, entonces. ¿Y qué pasa si voy a Galacia?

– En Galacia hay creyentes que se muerden y se devoran unos a otros, casi casi están a punto de destruirse mutuamente (Gal 5, 15) y también hay quienes satisfacen los deseos de la carne (Gal 5,16)

– Realmente la situación es difícil. Ya que también antes de hablar contigo me puse en contacto con el Apóstol San Juan porque pensé primero asistir en Tiatira, pero me dijo que Tiatira es una iglesia tolerante en el mal sentido de la palabra. Han tolerado una mujer que dice ser profetisa, y enseña la prostitución y comer sacrificios a ídolos (Ap 2, 20) y ahí ni loco voy.

Luego pensé ir a Laodicea, pero el Apóstol San Juan me dijo que allí son tibios (Ap 3, 16) y yo no quiero que Dios me vomite.

Después pensé ir a Pérgamo, pero otra vez el Apóstol San Juan me dijo que hay algunas doctrinas extrañas como la de Balaam. (Ap 2, 14) y de los nicolaítas (Ap 2,15).

Sabes, Apóstol San Pablo, ya pensé ir a la iglesia en Jerusalén ya que de ahí es nuestro Salvador, pero aún ahora ahí están llenos de murmuraciones y chismes (Hch 6, 1) y muchos creyentes tienen doble cara y doble vida; hasta matrimonios que se ponen de acuerdo para engañar a los pastores de la Iglesia (Hch 5, 1-11). ¿Es

cierto todo ésto, Apóstol San Pablo?

– Asimismo es.

– ¿Y qué puedo hacer, San Pablo?

– Es simple… La iglesia, desde el punto de vista humano, es imperfecta, pero Dios la está trabajando.

¿Has olvidado lo que le escribí a los Efesios?

“Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada” (Ef 5, 25b-27)

Cuando el Señor lo haga una hermosa realidad, seremos la Iglesia perfecta, la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos. (Heb 12, 23) Ya lo somos desde ahora pero todavía no se manifiesta esto en plenitud (Cfr. 1Jn 3, 2-3).

Entonces, te doy un consejo muy importante:

No busques una comunidad cristiana perfecta; busca al Señor Jesús en una comunidad cristiana donde se enseñe y se viva la Palabra de Dios tal como está escrita en la Biblia. Que no se amolde a los criterios de este mundo que pasa.

Sólo recuerda permanecer en la única Iglesia que Él fundó personalmente cuando vivió en este mundo (Mt 16, 18; Mt 28, 20), a la que constituyó para siempre como columna y fundamento de la Verdad (1Tim 3,15). Esta Iglesia es la Casa construida sobre la Roca, y aunque vengan tormentas y terremotos, la Casa permanecerá para siempre (Cfr. Mt 7, 24-27). El Señor la ha cimentado sobre San Pedro y sobre los Apóstoles y Profetas (Cfr. Ef 2, 19-20).

Recuerda también que la única Iglesia establecida por Nuestro Señor Jesucristo es una Iglesia conformada por santos y pecadores, precisamente como lo refiere en la parábola del trigo y la cizaña (Cfr. Mt 13, 24-30).

No tomes nunca el camino de la división y el cisma, pues el Señor Jesucristo quiere la unidad entre sus

discípulos (Cfr. Jn 17, 20-21). Él desea que haya un solo rebaño como hay un solo pastor (Cfr. Jn 10, 14-16).

– ¡Muy bien Apóstol San Pablo! No me cambiaré de Iglesia ni de comunidad cristiana por los problemas de otros o malos testimonios. Leeré más la Biblia. Entiendo que mientras estemos aquí en la tierra no habrá una Iglesia perfecta o una comunidad cristiana sin problemas y dificultades.

Desecharé lo malo y haré mi mejor esfuerzo por perseverar, viviendo una auténtica vida cristiana y esperando a Jesús en Su Segunda Venida. En la Santa Misa pediré con mucha confianza, después de la Consagración: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!

Muchas gracias por todo, Apóstol San Pablo; me sirvieron de mucho tus consejos y sugerencias!

– ¡De nada, estimado hermano! Recuerda esto:

“Si el diablo te aleja de una comunidad cristiana por el error de un hermano, cuando vayas a otra comunidad, hará lo mismo, hasta que llegues a no congregarte más y ahí te habrá ganado la batalla, porque habrá llenado de incertidumbre tu corazón”»


Padre Alfredo.

«Simón el Cananeo y Judas Tadeo»... Un pequeño pensamiento para hoy


En este día celebramos a los apóstoles Simón el Cananeo y Judas Tadeo, de los cuales el más venerado es san Judas ciertamente ya que si de él poco se sabe, de Simón es el apóstol que menos datos se tienen. A este apóstol se le llama Simón el Cananeo en los evangelios de Mateo y Marcos, y se le llama Zelote en el Evangelio de Lucas y en los Hechos de los apóstoles. Ambos calificativos son equivalentes, ya que «zelote» significa «celoso» y en hebreo el verbo qanà’ significa «ser celoso, apasionado». Esta es una virtud que, en el libro del Éxodo, también tiene Dios con el pueblo elegido y que también poseen los hombres que se entregan a Dios, como el profeta Elías. Respecto a san Judas, existe la tendencia de acompañar el nombre de «Judas» con la especificación «Tadeo», quizá por la preocupación de los escritores de aquellos textos por diferenciar a Judas Tadeo de Judas Iscariote, el apóstol a quien se atribuye haber traicionado a Jesús. El caso es que la Iglesia los celebra hoy a los dos juntos, aunque san Judas es mucho más celebrado.

Para celebrar esta fiesta, el Evangelio nos narra la elección de los doce apóstoles (Lc 6,12-19) y es que evidentemente hay que hacer referencia al llamado por Cristo a seguirle como algo importantísimo en sus vidas. Los demás datos de cada uno de los dos que demos, sean pocos o sean nada, no son relevantes en comparación con la dicha de haber sido elegidos directamente por el Señor Jesús. El evangelista nos deja ver que el Señor llamó a sus discípulos y colaboradores de los más diversos estratos sociales y religiosos, sin exclusiones. Es que a él le interesan las personas, no las categorías sociales o las etiquetas. Jesús mismo es el motivo de cohesión, en el que todos se encuentran unidos. Esto constituye claramente una lección para nosotros, que con frecuencia tendemos a poner de relieve las diferencias y quizá las contraposiciones, olvidando que en Jesucristo se nos da la fuerza para superar nuestros conflictos.

El grupo de los Doce, entre los que están Simón y Judas, es la prefiguración de la Iglesia, en la que deben encontrar espacio todos los carismas, pueblos y razas, así como todas las cualidades humanas, que encuentran su armonía y su unidad en la comunión con Jesús. Por eso celebrar a alguno de los apóstoles es celebrar nuestra pertenencia a la Iglesia. Pero volvamos a los dos festejados de hoy. La tradición nos cuenta que los dos iban siempre juntos en su rico y fecundo apostolado y según la historia los dos murieron martirizados de forma cruel. Seguro desde que fueron llamados por el Señor le siguieron generosa y fielmente, cumpliendo su misión de apóstoles. También nosotros, en nuestro Bautismo, fuimos llamados a la imitación de Cristo. Y desde entonces, Dios repite y renueva esta invitación muchas veces y de muchas maneras. También hoy Dios vuelve a llamarnos, en la fiesta de estos grandes apóstoles. Que María, reina de los apóstoles, nos ayude a responder al llamado. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 27 de octubre de 2021

Los 46 rosarios a la Virgen de Guadalupe...

El origen de la devoción de rezar 46 rosarios seguidos a la Virgen de Guadalupe viene del siglo XIX a iniciativa del venerable siervo de Dios monseñor José Antonio Plancarte y Labastida, quien fue Abad del templo de Guadalupe en el Tepeyac y tenía una gran devoción a la Virgen Morena. Se sabe que en sus inicios, esta devoción comenzaba con una verbena en el jardín del Santuario y poco a poco se fue extendiendo a otras partes.

Esta venerable tradición devocional enlaza el mes de octubre, dedicado al santo rosario, a partir del día 28, con la fiesta de Santa María de Guadalupe el 12 de diciembre.

La devoción consiste en rezar 46 rosarios —uno cada día—, un número simbólico para representar el número de estrellas impresas en el manto de la imagen de Guadalupe. La devoción se conserva hasta el día de hoy; como todo encuentro de fe, es una práctica agradable a Dios y por su medio consta que se han alcanzado muchos favores. Así, se empieza a rezar el 28 de octubre y se termina el 12 de diciembre.

El venerable José Antonio Plancarte y Labastida fue quien también solicitó la coronación pontificia de la imagen de la Virgen de Guadalupe en 1895.

Haciendo click en el enlace siguiente podrás ver cómo rezar el santo rosario:

Haz click aquí

He aquí las 46 estrellas del manto de la Virgen y las constelaciones que la integran:


El manto que cubre a la Santísima Virgen de Guadalupe tiene cuarenta y seis estrellas distribuidas de una manera no simétrica. Esta forma de distribución de las estrellas ha llamado la atención de diversos investigadores.

Desde la década de los 80 se iniciaron estudios relacionados con Astronomía para comprobar si efectivamente las estrellas en el manto son constelaciones estelares. Con avanzada tecnología relacionada con la Astronomía, ha sido posible identificar con toda claridad que efectivamente en el manto de la Virgen de Guadalupe se encuentran doce constelaciones y el planeta Júpiter.

Lo asombroso de la investigación es que las constelaciones del manto están distribuidas exactamente en el mismo orden en que se encontraban en el cielo de México a las 6:45 de la mañana del 12 de diciembre de 1531 en el momento en que la Santísima Virgen de Guadalupe plasmaba su imagen en la tilma de san Juan Diego.

Padre Alfredo.

«En el camino de salvación»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio de este miércoles (Lc 13,22-30) nos sitúa en una conversación de los discípulos con Jesús que viene a enseñarnos que no hemos de estar preocupados por los pensamientos y planes de Dios —que ciertamente son muchos— sino por la fidelidad a la vida en el Espíritu. Quien sigue las mociones del Espíritu sigue el camino del bien y está salvado. «Obras son amores», se dice por allí. La pregunta que hacen los apóstoles sigue latente: ¿Son pocos los que se salvan? La Historia de la Salvación nos enseña que para poder entrar en el Reino de los Cielos hay que seguir el camino tras las huellas de Jesús para ir ale encuentro de la Cruz hacia la glorificación, que ciertamente pasará por la muerte, por la renuncia, por la entrega a favor del prójimo. 

Pero hay una cosa que debemos meditar. No podremos caminar con Jesús mientras estemos cargados de egoísmos y de maldades, mientras pensemos agradar a Dios sólo por sentarnos a su Mesa Eucarística, pero sin la decisión firme de iniciar un nuevo camino guiados por el Espíritu de Dios. No basta con escuchar la Palabra de Dios; hay que hacerla nuestra viviéndola para que nos santifique. Muchos fueron llamados antes que nosotros y fueron, incluso, los depositarios de las promesas divinas; sin embargo, cuando llegó la plenitud de los tiempos y Dios envió a su propio Hijo como el Mesías anunciado y esperado, lo rechazaron. Nosotros, que íbamos por los cruces de los caminos, fuimos invitados a participar de la salvación que, en Cristo, Dios ofrece al mundo; y hemos depositado nuestra fe en Él para tener la puerta abierta que nos lleva a unirnos con Dios. 

Y entonces, a la luz de todo esto debemos preguntarnos: ¿Vivo mi compromiso de seguimiento de Cristo con la sinceridad que un discípulo–misionero suyo debe tener? o ¿Sólo me conformo con rezar, con dar culto al Señor mientras continúo encadenado a la mundanidad y a la manifestación de signos de muerte en nuestra sociedad? El Señor quiere que no sólo le demos culto, que no sólo escuchemos su Palabra, sino que seamos obradores de bondad; que como Él pasemos haciendo el bien a todos. El Señor nos quiere apóstoles suyos, portadores no sólo de su Evangelio con nuestras palabras, sino portadores de su salvación desde una vida que se hace entrega en favor de los demás. Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda vivir con lealtad nuestra fe, de tal forma que haciendo el bien a todos manifestemos que la salvación ya ha llegado a nosotros y nos encaminamos hacia su posesión definitiva en la eternidad. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 26 de octubre de 2021

«El granito de mostaza, la levadura y el Reino»... Un pequeño pensamiento para hoy


En alguna otra ocasión he comentado como al hombre y a la mujer de hoy y de todos los tiempos les gusta lo que llama la atención, lo llamativo, lo que haga mucho ruido. Y otras tantas veces he dicho que las cosas de Dios no son así. Hoy precisamente el Evangelio (Lc 13,18-21) toca el punto. Jesús nos pone dos parábolas para explicarnos cómo actúa el Reino de Dios en este mundo. La primera habla del granito de mostaza que sembró un hombre y la segunda de la levadura con la que una mujer quiso confeccionar el pan para su familia.

La semilla de la mostaza, aunque aquí no lo recuerde san Lucas, es en verdad pequeñísima. Una semilla de estas mide típicamente de 1 a 2 mm de diámetro. Y, sin embargo, tiene una fuerza interior que la llevará a ser un arbusto de los más altos. Por otra parte, un poco de levadura es capaz de transformar tres medidas de harina, haciéndola fermentar. A la luz de estos dos ejemplos hemos de captar que Dios se sirve de medios que humanamente parecen insignificantes, pero consigue frutos muy notables. La Iglesia empezó en Israel, pueblo pequeño en el concierto político de su tiempo, animada por unos apóstoles que eran personas muy sencillas, en medio de persecuciones que parecía que iban a ahogar la iniciativa. Pero, como el grano de mostaza y como la pequeña porción de levadura, la fe cristiana fue transformando a todo el mundo conocido y creció hasta ser un árbol en el que anidan generaciones y generaciones de creyentes.

Estas dos parábolas nos invitan a pensar en las notas mediante las cuales la iglesia debe hacerse notar entre los hombres. No es el campanario más alto ni el conjunto arquitectónico más maravilloso, no es la capacidad de convocatoria ni la presencia masiva en los medios de comunicación; no son las notas externas que causan admiración: es la presencia diaria que da sentido a la vida, la capacidad de transformación, la penetración capilar en las estructuras humanas, la fuerza del Espíritu capaz de hacer fermentar toda la comunidad, como la levadura, para que ésta alcance los niveles de servicio y de compromiso. Que María Santísima nos ayude a ser sencillos, humildes y muy entregados para que el Reino se siga estableciendo. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 25 de octubre de 2021

«La mujer encorvada curada por Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el Evangelio de hoy (Lc 13,10-17), llama la atención la figura de una mujer encorvada. Es todo un símbolo. El relato nos dice que la mujer tenía encorvada mucho tiempo. Era una mujer que no podía enderezarse ni levantar su cabeza al cielo; una mujer que llevaba un peso encima que no podía soportar; una mujer cansada y oprimida; una mujer hundida y aplastada; una mujer que había recibido en sus espaldas palos incontables; una mujer que se agachaba para que otros pasaran, que, como describía el profeta exílico, «a ti misma te decían: póstrate para que pasemos, y tú pusiste tu espalda como suelo y como calle de los que pasaban» (Is 51,23). 

Esta mujer es todo un símbolo del antiguo pueblo de Dios. Es un símbolo de todas las mujeres, excesivamente vejadas, en la historia. Es un símbolo de todos los que en este mundo soportan pesos intolerables, de cualquier tipo que sean. Pienso en tantos tipos de hombres y mujeres encorvados por el peso del hambre y de la pobreza, por el peso de los hijos y las preocupaciones familiares, por el peso de los trabajos y los desvelos. Hombres y mujeres encorvados por el esfuerzo y la lucha de la vida, por la incomprensión y la soledad, por el vicio y los apegos. Hombres y mujeres curvados por los recuerdos y los remordimientos, por los fracasos y las tristezas, por la falta de salud y por los años... 

Y al ver la curación que hace Jesús pienso en cómo Dios no nos quiere encorvados y afligidos; cómo él no nos quiere oprimidos y esclavizados, ni caídos ni acobardados, ni deprimidos ni postrados. Dios nos quiere libres, nos quiere enderezados, nos quiere en pie, es decir, Dios nos quiere vivos en un ambiente de libertad, de confianza, de transcendencia. Dios no ha creado al hombre para que esté encorvado, sino para que viva con dignidad, para que sea libre y creador. Por eso, uno de los imperativos que más se repiten en la historia de la salvación es el «levántate». Dios es «el que endereza a los que ya se doblan», «el que levanta de la miseria al pobre», «el que levanta del polvo al desvalido» (cf. 1Sam 2,8; Sal 107,41; Sal 113,7). Hoy quiere el Señor levantarnos también a nosotros. No quiere que vayamos por la vida agobiados y encorvados. Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda permanecer siempre en pie. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 24 de octubre de 2021

«DOMUND 2021»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy se celebra, en toda la Iglesia universal —recordemos que —«católica» quiere decir universal— la jornada mundial de las misiones. Este domingo es conocido como DOMUND —Domingo MUNDial de las misiones— y, como cada año, el Papa ha hecho un mensaje que nos ayuda a concientizarnos del compromiso misionero que hemos adquirido en el bautismo. El lema de la Jornada Mundial de las Misiones de este año es: «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» y está tomado del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 4,20). Este mensaje es una invitación a cada uno de nosotros a hacernos cargo y dar a conocer aquello que Dios ha hecho en nosotros y tenemos en el corazón. 

La Escena del Evangelio de este domingo (Mc 10,46-52), que es la curación del ciego Bartimeo, que estaba sentado al borde del camino, y que llama a Jesús por su nombre mesiánico, se convierte en un paradigma sobre el que vale la pena reflexionar en este dinamismo misionero. Jesús y Bartimeo es Jesús y cualquiera de nosotros, cualquier creyente que se acerca a Él para ser sanado. Y es que cualquiera de nosotros tiene grandes dificultades para ver. Para ver que al ser curados por Jesús no hay otra opción más maravillosa que seguirle. El Evangelio nos dice de Bartimeo: «Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino». A la luz de esto y celebrando este DOMUND, pienso no solamente en aquellos que aún no conocen a Jesús y que son invitados, a través de los misioneros que laboran en territorios Ad gentes, a abrazar la fe. Sino que traigo a la mente y al corazón a todos aquellos que habían perdido la vista —la fe— y la han recobrado gracias al testimonio de quienes son conscientes de su compromiso misionero en medio del mundo y hacen a Cristo presente, como nuestros hermanos Vanclaristas, que son los misioneros laicos fundados por la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento para «dar testimonio de vida cristiana en el lugar donde se encuentren». Pienso en ellos y en tantos otros bautizados que viven su compromiso misionero y no pueden dejar de hablar de lo que han visto y oído.

Gracias a esos bautizados, que saben vivir su compromiso misionero bautismal como discípulos–misioneros de Cristo, muchos Bartimeos recobran la vista y vuelven a la Iglesia. Y es que no hay que olvidar que vivimos en un mundo que poco a poco va sacando a Dios de la escena social y es deber nuestro ponerlo en el sitio que debe tener en el corazón de las personas y de nuestra sociedad en done el número de creyentes es alto, comparado con las tierras de misión. Tenemos que vivir nuestro compromiso misionero porque nuestra vida de fe se debilita, pierde profecía y capacidad de asombro y gratitud en el aislamiento personal o encerrándose en pequeños grupos. Por su propia dinámica, nuestro compromiso bautismal exige ser misionero con una creciente apertura capaz de llegar y abrazar a todos. Que María, la primera discípula misionera, haga crecer en todos los bautizados el deseo de ser sal y luz en todas partes (cf. Mt 5,13-14). ¡Bendecida fiesta del DOMUND!

Padre Alfredo.

sábado, 23 de octubre de 2021

«En manos de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


En tiempos de Jesús, como narra el Evangelio de este día (Lc 13,1-9) se creía que las víctimas de una desgracia recibían un castigo por sus pecados. Ciertamente, viendo esto a profundidad, eso es una manera fácil de justificarse y acallar la conciencia. Hoy también, por desgracia, mucha gente así juzga y achacan las enfermedades o las desgracias a pecados que la verdad no saben si las gentes los cometieron o no. Jesús da otra interpretación: las catástrofes, las desgracias no son un castigo divino. Jesús lo afirma sin equívoco alguno, sino que son, para todos, una invitación a la conversión. Todos nuestros males o los de nuestros vecinos son signos de la fragilidad humana; no hay que abandonarse a una seguridad engañosa... vamos hacia nuestro «fin»... es urgente tomar posición. La revisión que hacemos sobre los acontecimientos no tiene que llevarnos a juzgar a los demás —eso es demasiado fácil— sino a una conversión personal.

A todos, en diversas épocas de nuestra existencia, nos pueden pasar acontecimientos dolorosos; sean problemas morales, enfermedades o catástrofes naturales que nos afectan. En esos momentos hay que descubrir la presencia de Dios porque indudablemente Él no nos abandona en esas situaciones, sino que se hace cercano y nos invita a la conversión aprovechando la difícil situación para cambiar nuestro corazón y acercarnos más a Él. Jesús nos enseña a sacar de cada hecho de estos una lección de conversión, de llamada a la vigilancia —en términos de futbol, recordando a mis Tigres, podríamos hablar de una «tarjeta amarilla» que nos enseña el árbitro, por esta vez en la persona de otros—. Somos frágiles, nuestra vida pende de un hilo, por eso hay que tener siempre las cosas en regla, bien orientada nuestra vida, para que no nos sorprenda la muerte, que vendrá como un ladrón, como nos lo ha recordado el Evangelio en estos días.

De este tema, el Evangelio pasa, en el párrafo final de hoy, a la conocida parábola de la higuera estéril, figura del pueblo de Israel. Es necesario que nos la apliquemos nosotros, individualmente, como discípulos–misioneros y, sobre todo, como comunidad cristiana o iglesia. Una iglesia, una comunidad que no dé frutos no tiene razón de ser, por mucha hojarasca que ostente. Hay que leer bien la parábola y ver que todo tiene un límite: «hace tres años... déjala aún este año» (Lc 13,7-8), un período completo. Jesús suplica por su pueblo y por cada comunidad cristiana. Y se compromete con ella: «entre tanto yo voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono» (Lc 13,8). Siempre espera, contra toda esperanza: «para ver si da fruto...» (Lc 13 ,9a). Cada día nuevo que se nos concede, cada mes y cada año son oportunidades para poder dar el fruto, no producido hasta el momento presente. Hay que saber adoptar una actitud de espera activa y positiva, aunque las cosas y circunstancias no hayan sido favorables. Que la Virgen Santísima nos ayude a saber descubrir la presencia de Dios en nuestras vidas y a ser pacientes. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 22 de octubre de 2021

«Los signos de los tiempos»... Un pequeño pensamiento para hoy

El Evangelio de hoy (Lc 12,54-59) nos habla de los «signos de los tiempos». Los signos de los tiempos son acontecimientos significativos que marcan la historia por su generalización y frecuencia, desencadenan conciencia y conmoción, esperanza y orientación en una época, creando un consenso o asentimiento básico universal —entre creyentes y no-creyentes— frente a las necesidades y las aspiraciones que caracterizan la historia humana. Son fenómenos históricos extendidos en todo un ciclo de vida colectiva, que captan progresivamente una generación, un pueblo, una cultura o civilización, y adquieren el valor de signos históricos porque impactan e interpelan a la libertad humana dando una señal hacia formas de existencia más justas y más dignas. Los signos de los tiempos no son hechos aislados, sino generalizados; no son historias personales, sino procesos históricos; no son signos naturales o convencionales, sino signos históricos. 

Jesús reprocha a sus conciudadanos no saber interpretar los «signos de los tiempos», cuando son perfectamente capaces de interpretar los signos metereológicos. Con un ejemplo tomado de la naturaleza y de la sabiduría popular, Cristo se queja de la poca vista de sus contemporáneos: no ven o no quieren ver que han llegado ya los tiempos mesiánicos. Los hombres del campo y del mar, mirando el color y la forma de las nubes y la dirección del viento, tienen un arte especial, a veces mejor que los meteorólogos de profesión, para conocer el tiempo que va a hacer. Pero los judíos no tenían vista para «interpretar el tiempo presente» y reconocer en Jesús al Enviado de Dios, a pesar de los signos milagrosos que les hacía. Jesús les llama «hipócritas»: porque sí que han visto, pero no quieren creer.

La Iglesia contemporánea cuida especialmente de ser fiel a esa invitación de Jesús a ver los «signos de los tiempos». En el Concilio Vaticano II decía: «Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio» (G.S. 4). Y algunos de estos signos son: la solidaridad creciente de los pueblos, el ecumenismo, la preocupación por la libertad religiosa y la necesidad del apostolado de los laicos, entre otros. «Movido por la fe que le impulsa a creer que quien le conduce es el Espíritu del Señor, que llena el universo, el pueblo de Dios se esfuerza en discernir en los acontecimientos, las exigencias y los deseos que le son comunes con los demás hombres de nuestro tiempo y cuáles son en ellos las señales de la presencia o de los designios de Dios». (G.S. 11). Así que no nos pase como a los fariseos. Nuestro tiempo es único, el que nos ha tocado en suerte, y en él hemos de fructificar espiritual, cultural, socialmente... caminemos con María viendo y discerniendo en medio de estos dignos. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 21 de octubre de 2021

«He venido a traer fuego a la tierra»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el Evangelio de hoy (Lc 12,49-53) Jesús dice: «He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! En toda la Biblia, el fuego es símbolo de Dios; en la zarza ardiendo encontrada por Moisés, en el fuego o rayo de la tempestad en el Sinaí, en los sacrificios del Templo, donde las víctimas eran pasadas por el fuego, como símbolo del juicio final que purificará todas las cosas. En el Evangelio Jesús se compara al que lleva en su mano el bieldo para aventar la paja y echarla al fuego (Mateo 3, 12). Habla del fuego que quemará la cizaña improductiva. (Mateo 13, 40). Rehúsa hacer bajar fuego del cielo sobre los samaritanos. (Lucas 9, 54). Ese fuego ardía en el corazón de los peregrinos de Emaús cuando escuchaban al Resucitado sin reconocerlo... (Lucas 24, 32). La Iglesia, en lo sucesivo, vive del «fuego del Espíritu» descendido en Pentecostés. (Hechos 2, 3).

Pero a nosotros nos queda claro que el fuego del que habla en este pasaje Cristo, no es, ciertamente, el fuego destructor de un bosque o de una ciudad, no es el fuego que Santiago y Juan querían hacer bajar del cielo contra los samaritanos, no es tampoco el fuego del juicio y del castigo de Dios, como solía ser en los profetas del Antiguo Testamento. Cristo está diciendo con esta imagen tan expresiva que tiene dentro un ardiente deseo de llevar a cabo su misión y comunicar a toda la humanidad su amor, su alegría, su paz, su Espíritu. El Espíritu que, precisamente en forma de lenguas de fuego, descendió el día de Pentecostés sobre la primera comunidad. Jesús aparece manso y humilde de corazón, pero lleva dentro un fuego que le hace caminar hacia el cumplimiento de su misión y quiere que todos se enteren y se decidan a seguirle. Jesús es humilde, pero apasionado. No es el Cristo acaramelado y dulzón que a veces algunos escritores presentan. Él ama al Padre y a la humanidad, y por eso sube decidido a Jerusalén, a entregarse por el bien de todos. Por eso dice: «Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega!

Hay que preguntarnos, como discípulos–misioneros suyos: ¿Nos hemos dejado contagiar de ese fuego? Cuando los dos discípulos de Emaús reconocieron finalmente a Jesús, en la fracción del pan, se decían: «¿no ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras?». La Palabra que leemos, que estudiamos, que meditamos ¿nos calienta en ese amor que consume a Cristo, o nos deja apáticos y perezosos, en la rutina y frialdad de siempre? Su evangelio, que a veces compara con la semilla o con la luz o la vida, es también fuego y debe arder en nuestros corazones. El fuego que Cristo ha venido a traer es el Espíritu, esto es, una fuerza de vida y amor que transforma el corazón del ser humano y hace el milagro de instaurar una nueva relación entre los hombres —relación de amor— acabando con toda clase de discriminación, dominación o desigualdad. Pero, para ello, Jesús pagó un precio muy alto, el de ser sumergido por las aguas, metáfora con la que se alude a la muerte que le dará la sociedad injusta. Dando la vida por amor, Jesús abre el camino a la verdadera paz, que no es la mera ausencia de guerra, ni el resultado de la dominación de unos sobre otros, sino el pleno desarrollo humano. Pidámosle a María que interceda por nosotros para que actuemos como Jesús y estemos dispuestos a dar la vida para dar vida. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 20 de octubre de 2021

«En actitud de servicio»... Un pequeño pensamiento para hoy


La parábola que nos presenta el Evangelio de este día (Lc 12,39-48) nos muestra que el tiempo de la espera del retorno glorioso de Nuestro Señor Jesucristo se precisa para San Lucas como un tiempo de servicio, porque el reino se refleja ya de forma decisiva en nuestra vida. El relato nos habla que el Señor llegará de repente, como un ladrón que no avisa, y luego nos habla de un administrador que se queda al frente de la casa de su amo por determinado tiempo. Me quedo, para la reflexión de hoy, con esta segunda parte. Es muy posible que el administrador a quien se ha puesto al frente de la casa sea un símbolo de los dirigentes de la Iglesia. A todos se confía un tipo de servicio en el tiempo de la espera.  Cada uno habrá de hacer lo que le corresponde entregándose por completo en el servicio. La riqueza del reino se traduce para todos a manera de amor que dirige hacia los otros. Aquél que ha recibido el gran tesoro que le hace rico para Dios empieza a ser inmediatamente —tiene que ser inmediatamente— fuente de amor para todos.

Así, hoy el Señor nos recuerda que debemos estar vigilantes para su llegada y que nos debe encontrar en una actitud de servicio. Las comparaciones del ladrón que puede venir en cualquier momento, o el amo que puede presentarse improvisamente, nos invitan a que tengamos siempre las cosas preparadas. No a que vivamos con angustia, pero sí con una cierta tensión, con sentido de responsabilidad, sin descuidar ni la defensa de la casa ni el arreglo y el buen orden en las cosas que dependen de nosotros. Si se nos ha confiado alguna clase de responsabilidad, no podemos caer en la fácil tentación de aprovecharnos de nuestra situación para ejercer esos modos tiránicos que Jesús describe tan vivamente. Todos somos servidores. En este sentido la «venida del Hijo del Hombre» puede significar para nosotros tanto el día del juicio final como la muerte de cada uno, como también esas pequeñas pero irrepetibles ocasiones diarias en que Dios nos manifiesta su cercanía, y que sólo aprovechamos si estamos «despiertos», si no nos hemos quedado dormidos en las cosas de aquí abajo. El Señor no sólo nos —«visita» en la hora de la muerte, sino cada día, a lo largo del camino, si sabemos verle.

A los discípulos–misioneros de Cristo se nos ha confiado mucho: una misión que consiste en crear comunidades de vida donde los seres humanos se realicen a plenitud sirviéndose unos a otros con amor. Como se nos ha confiado mucho, el Señor también nos exige mucho: ningún discípulo–misionero se puede hacer el de la vista gorda ni hacerse partidario del cinismo imperante. Debe denunciar todo lo que se opone al proyecto salvífico y luchar para crear las condiciones en que la vida humana se viva a plenitud en esta dimensión de servicio dinámico hasta el día en que el Señor llegue de repente. Es nuestra responsabilidad cuidar de este mundo en una actitud de servicio. Hoy, más que nunca, nos hace falta diligencia y atención para cumplir con nuestra responsabilidad. Hoy, más que nunca, nos hace falta cuidar de la casa de todos que es el mundo, porque tenemos el poder suficiente para destruirla si solo nos servimos de ella y de los demás sin ser servidores. Los desastres ecológicos ya no son un problema sólo de los países ricos. Ahora somos conscientes de que a todos nos afecta el destrozar lo que es nuestro habitat. En este servicio, los cristianos tenemos una especial responsabilidad. «Administradores» de la creación al servicio de nuestros hermanos los hombres y mujeres. Éste debería ser un título que los cristianos, todos, debiéramos llevar con gozo y orgullo. Que María Santísima nos ayude a servir como ella. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 19 de octubre de 2021

«Estar vigilantes»... Un pequeño pensamiento para hoy


Dentro de la historia de salvación, estamos viviendo un tiempo intermedio, el que va desde la primera venida de Cristo hasta su regreso, y este tiempo que vivimos, que es el de la Iglesia, exige una actitud particular: «La vigilancia». El Señor volverá y el discípulo–misionero no puede dormirse porque tarde. Debe permanecer alerta siempre, siempre en tensión. Sólo así el discípulo–misionero se asegura la acogida por parte de Jesús cuando vuelva. Sólo así se asegura la comunión con él en el gozo y en el amor. Sólo al siervo vigilante servirá el Señor (cf. Mt 25. 1-13; Lc 22. 27; Jn 13. 4-5). De este tema nos habla también el corto párrafo del Evangelio de hoy (Lc 12,35-38).

El tiempo en que tardará en regresar el Señor Jesús no lo sabemos. Habrá ciertamente signos que dejarán ver que el tiempo ha llegado, pero estos signos, que menciona san Mateo (Mt 24,1-14) se confunden con situaciones que se han ido dando a lo largo de la historia. Las primeras comunidades cristianas pensaban que la llegada del Señor era inminente y ahora, en el tiempo en que vivimos, hay quienes aseguran que la presencia de esta pandemia que vivimos es un signo claro de que el tiempo está ya cerca... la verdad sobre el tema no la sabemos, el tiempo del regreso de Cristo, que vendrá rodeado de gloria, solo Dios lo conoce. Nadie de nosotros puede saber la fecha exacta en que esto sucederá, solo Dios Padre sabe el día y la hora (Mt 24,36). La venida de Cristo será totalmente repentina, «como el relámpago que sale del oriente se ve hasta en el occidente» (Mt 24,27). Por eso es tan importante que tengamos la certeza de que Cristo es nuestro Señor y Salvador, que hayamos rendido nuestras vidas ante él como María y como todos los santos. De esa forma, esperaremos su segunda venida con gozo y no con temor. Nosotros por eso, en toda época, en todo tiempo y lugar, como creyentes, desde que el señor ascendió a la derecha del Padre, hemos de tener una actitud de vigilante espera. 

Mientras esperamos la salvación prometida, el futuro que anhelamos, debemos permanecer en una actitud de vigilancia, con una esperanza activa que nos coloque en el camino del servicio. Endosar la vestimenta más apta para el trabajo, cuidar que las lámparas sigan iluminando, tener el oído atento al toque de la puerta son las únicas actitudes que pueden responder adecuadamente a las exigencias que el futuro nos plantea. Porque esa segunda venida de Cristo será un tiempo de gracia, encuentro con Alguien que retorna, pero a la vez un futuro que debemos preparar. Y de la respuesta activa de esa preparación depende la felicidad prometida a todo servidor vigilante. Sólo entonces el Señor que vuelve nos hará sentar a la mesa y se pondrá a servirnos. Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de caminar día a día vigilantes. Así cada día seremos un signo más claro del amor de Dios en medio de nuestros hermanos. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 18 de octubre de 2021

«La fiesta de San Lucas evangelista»... Un pequeño pensamiento para hoy


Este día 18 la Iglesia celebra la fiesta de San Lucas Evangelista. La liturgia de la palabra hace mención de él en la primera lectura (2 Tim 4,9-17), mientras que el Evangelio nos ofrece, del Evangelio escrito por san Lucas, la perícopa que habla de la necesidad de obreros para trabajar en la cosecha y las indicaciones a los primeros discípulos (Lc 10,1-9). San Lucas es el autor del tercer Evangelio, así como de los Hechos de los Apóstoles y es además el escritor sagrado que más trata sobre la Virgen María. Su nombre significa «portador de luz». No conoció a Jesús, pero sí a san Pablo, de quien fue su discípulo. Se educó en la literatura y la medicina. Es el único escritor del Nuevo Testamento que no es israelita y dirigió su mensaje a los cristianos gentiles. En su Evangelio resalta la especial atención por los pobres, los pecadores arrepentidos y la oración. La tradición dice que murió mártir colgado de un árbol en Acaya. Es representado con un libro o como un toro o novillo alado.

Sabemos que Jesús llama a quien quiere para confiarle una misión concreta. «El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir» (Lc 10,1). A San Lucas le dio esta misión especial de escribir y, como tal, podemos decir que es un apóstol, pues por haber sido llamado por el Señor a esa misión especial, depende totalmente de Él. «No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saluden a nadie en el camino» (Lc 10,4). Esta prohibición de Jesús a sus discípulos indica, sobre todo, que ellos han de dejar en sus manos aquello que es más esencial para vivir: el Señor, que viste los lirios de los campos y da alimento a los pájaros, quiere que su discípulo busque, en primer lugar, el Reino del cielo y no, en cambio, «qué comer ni qué beber, y [que] no esten inquietos. [Porque] por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya sabe su Padre que tienen la necesidad de eso» (Lc 12,29-30). Que mundo maravilloso se le debe haber abierto a san Lucas al recibir la inspiración para escribir el Evangelio y continuar con ese libro fascinante de los Hechos de los Apóstoles.

El mejor testimonio que nos puede ofrecer la fiesta de un Evangelista, de uno que ha narrado el anuncio de la Buena Nueva, es el de hacernos más conscientes de la dimensión apostólico-evangelizadora de nuestra vida como discípulos¬–misioneros de Cristo, pues que nosotros también, al evangelizar, vamos escribiendo la vida y la obra de Cristo en el corazón de los demás, recordando que especialmente a partir del Concilio Vaticano II, la misión evangelizadora no está limitada al clero ni a los de vida consagrada; compete también a todos los laicos. Lo bueno es que el mismo Jesús dejó las instrucciones y, mejor aún, prometió acompañar el caminar. ¿Cómo podemos rechazar esa oferta? Con razón san Pablo decía: «¡Ay de mi si no evangelizo!» (1 Cor 9,16). El Papa Francisco ha enfatizado el talante misionero de la Iglesia, exhortándonos a salir del encierro de nuestras iglesias y comunidades de fe hacia la calle. Tal como Jesús envió a los setenta y dos y san Pablo a sus discípulos y colaboradores, hoy el Santo Padre nos envía a todos a proclamar la Buena Noticia del Reino, y a continuar construyéndolo con nuestras obras, para que todos puedan experimentar el amor de Dios. Que María, de la que san Lucas más nos habló, nos enseñe a salir de nosotros mismos y a compartir la fe. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 17 de octubre de 2021

«Comunión, participación, misión»... Un pequeño pensamiento para hoy


El día de hoy se inicia en todas las diócesis del mundo entero el tiempo preparatorio para el sínodo del 2023 con el tema: «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión». El camino sinodal se abrió en Roma el fin de semana pasado, el sábado con un momento de reflexión y el domingo con la Misa de apertura presidida por el Papa Francisco. En este blog hay suficiente información sobre este sínodo (https://padrealfredo.blogspot.com/2021/10/el-sinodo-del-2021-al-2023-de-que-se.html) y les invito a que el día de hoy se unan presencial o  espiritualmente a su diócesis y estén atentos a este caminar.

El Evangelio de hoy (Mc 10,35-45) viene como anillo al dedo para reflexionar en este tema de la comunión, participación y misión. El relato evangélico nos narra la escena en la cual los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, se acercan a Jesús para pedir un favor extraordinario y ciertamente muy humano. Ellos querían un puesto especial, uno a la derecha y otro a la izquierda de su trono mesiánico en la gloria eterna. ¡Qué poco conocían aún a Jesús! El Señor aprovecha para abrirles el corazón y hacerles ver que eso no es importante, que eso no es necesario, que eso no es lo que se busca con establecer el Reino. Lo más importante es que ellos entiendan que al entrar en comunión con el Mesías y sus intereses, participarán de su cáliz, es decir de su entrega por la salvación del mundo. Los apóstoles, no solo Santiago y Juan sino todos los demás, habrán de entender que la misión que tendrán será la de prologar la entrega de Cristo que da su vida por la salvación del mundo. Lo mismo que Cristo ha desarrollado su vocación de Siervo paciente, los apóstoles deberán descubrir el sentido del servicio que forja la comunión y la participación en la entrega y en el servicio a todos. Jesús les propone su camino a seguir de una manera muy clara. El que quiera ser grande, sea servidor; el que quiera ser primero, sea servidor de todos. Este modelo, obviamente, arranca y tiene su razón de ser en el ejemplo del Hijo del Hombre, que no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

Ese es el camino mismo que debemos tomar todos los discípulos-misioneros de Cristo, no hay otra propuesta más efectiva que nos lleve en la Iglesia a vivir la comunión, la participación y la misión. El andar se va forjando en la entrega, en el gastar la vida por los demás, en el darse. Y como las semillas del Verbo están presentes en todas partes, en todos los tiempos y en todas las culturas, según nos dice san Justino. Quiero compartir con ustedes, para terminar la reflexión de hoy, un breve poema de Lao-Tse, sabio filósofo chino muy antiguo (571 a. C.), que escrito mucho tiempo antes de Cristo, hace referencia a este tema: «¿Qué han hecho el río y el mar para ser reyes de los cien valles? Se han puesto debajo de ellos y por eso reinan en los cien valles. Si el santo quiere estar encima del pueblo, que sepa primero hablar con humildad. Si quiere encabezar el pueblo, que se ponga en el último lugar. Así está el santo encima del pueblo y no le parece pesado, dirige al pueblo y no le parece pesado, dirige al pueblo y no hace sufrir al pueblo. Con gusto lo ponen a la cabeza y no se cansan de él. Como no rivaliza con nadie, nadie puede rivalizar con él». Que María Santísima nos ayude a vivir en la Iglesia buscando siempre la comunión, la participación y la misión. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 16 de octubre de 2021

«Cuidado con la lenta apostasía»... Un pequeño pensamiento para hoy

Hay un pecado contra el Espíritu Santo, que es el pecado de la apostasía y que consiste en renegar de Cristo después de haberle prestado fe, es decir, después de haberle conocido y amado. De este pecado nos habla el fragmento del Evangelio que hoy nos presenta la Liturgia de la Palabra (Lc 12,8-12). Sólo en el Espíritu Santo se puede confesar que Jesús es el Señor y si no se deja actuar al Espíritu Santo en nuestras vidas, se empieza a resbalar lentamente en el pecado, relativizando las cosas y entrando en negociación con los dioses del dinero, de la vanidad, de la soberbia, del egoísmo y del orgullo. Así se puede llegar hasta renegar de la fe y caer en este terrible pecado contra el Espíritu, y en esa condición la persona ya no tiene salvación, porque la fe es lo que salva al hombre.

Vivimos en medio de una sociedad que cada día parece prestar más atención a las cosas materiales y sobre todo a lo que da una apariencia, aunque se presuma de lo que no se tiene. Esta situación va haciendo corazones fríos que no son capaces de prestar un pequeño favor o de gastar algo de tiempo en el otro cuando requiere de escucha o de otro tipo de atención. Si se deja entrar lo mundano en el corazón con la serie de cuestiones egoístas que le acompañan, se va dejando a un lado la acción del Espíritu Santo y se entrando lentamente en una situación que desencadena una serie de acciones que llevan a la apostasía. ¡Cuántas gentes hay que ha perdido la fe porque han dejado de lado al Espíritu Santo y a su acción en sus vidas! Gentes que viendo la luz, la niegan, gentes que ya no piensan en querer ser salvados. Son ellos mismos los que se excluyen del perdón y la salvación.

Gracias a Dios y a su infinita misericordia nosotros no estamos en ese caso, ya que como discípulos-misioneros somos perseverantes y estamos empeñados, hace tiempo, en este camino de vida cristiana que no sólo sucede en nuestro ámbito interior, sino que tiene una influencia testimonial en el contexto en que vivimos. Para mantenernos firmes este camino, sin dar paso a la mundanidad, necesitamos ánimos, porque no es fácil perseverar. Jesús nos asegura el amor de Dios y la ayuda eficaz de su Espíritu. Y además, nos promete que él mismo saldrá fiador a nuestro favor en el momento decisivo. No se dejará ganar en generosidad, si nosotros hemos sido valientes en nuestro testimonio, si no hemos sentido vergüenza en mostrarnos cristianos en nuestro ambiente. Que María Santísima, llena del Espíritu Santo nos ayude a mantenernos firmes en la fe. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 15 de octubre de 2021

«Martha Meza, Muchos años misionera en Indonesia»... Vidas consagradas que dejan la huella de Cristo LXXXIII

La hermana María Martha Meza Morfín, en religión sor María Martha de Bethania, fue una Misionera Clarisa que pasó gran parte de su vida en Indonesia llevando el mensaje de la Buena Nueva. Su vida es un testimonio de entrega y de servicio a Dios y a la humanidad que vale la pena recordar. Aquí comparto algunos datos de su vida.

La hermana Martha nació en la Ciudad de México el 29 de mayo de 1939 y fue bautizada el 15 de julio de ese mismo año. Allí en Ciudad de México pasó su infancia y parte de su adolescencia, pues a los 15 años de edad, el 25 de junio de 1954, ingresó a la congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento en Cuernavaca, Morelos, México. Allí fue recibida por la fundadora, la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento e inició inmediatamente su formación inicial.

A la par de su formación inicial estudió  en  Puebla la  Normal  Primaria y el 10 de febrero de 1957 comenzó su etapa de noviciado y partió rumbo a los Estados Unidos, a la comunidad de San Gabriel, California y allí recibió la formación a la vida consagrada de esta etapa. El 2 de febrero de 1959, allí mismo, hizo su primera profesión religiosa. Las dos ceremonias de estas etapas de la vida consagrada, fueron presididas por la beata María Inés Teresa.

De los Estados Unidos, junto con dos hermanas más, fue destinada por la beata María Inés a iniciar la misión de Indonesia en  septiembre  de  1960. Allá  permaneció  gran  parte  de  su  vida misionera realizando diversas labores apostólicas como catequista y maestra, realizó también tareas de pastoral parroquial y trabajó con migrantes y extranjeros a la par de tareas hacia dentro de casa. El 8 de agosto de 1964, realizó su profesión perpetua, en Madiun, Indonesia.

Después de su profesión perpetua, además de realizar diversos apostolados, prestó  su  servicio  como  superiora en varias ocasiones,  tanto  local  como  regional;  fue maestra  de  novicias  y  formadora,  trabajó  arduamente  en  trabajos  de  traducción  y  secretaría.  Colaboró también en la construcción de la casa de la comunidad de Flores, entre otras actividades de construcción. 

Desde que llegó a Indonesia aprendió el idioma con prontitud y fue así de gran ayuda para la Iglesia, la congregación y otros servicios especiales, como el que prestó al gobierno de Indonesia durante la visita oficial del presidente mexicano Adolfo López Mateos, como traductora oficial del mismo en el año de 1962. Con  sencillez  y  generosidad  puso incondicionalmente, al  servicio  de  la  congregación,  los  dones  que Nuestro Señor le regaló sobre todo en este campo de la traducción. Los maestros que trataron con ella en el apostolado la apreciaban por su trato de caridad exquisita y universal.

De 1977 a 1979, estuvo en la comunidad de Dublín, Irlanda y posteriormente fue enviada a Italia, a las comunidades de  Castel Gandolfo y Garampi. En 1981 regresó a México y en 1982 fue destinada a la Región de California, donde también prestó su servicio como superiora regional. 

Regresó  a  Indonesia  en  1983 con la encomienda de ser nuevamente superiora regional y ya entrada en años conservaba su inteligencia notable. Siendo aún ya mayor, dedicaba gran parte de su tiempo al servicio de la traducción al indonesio de los documentos que iban saliendo con relación a la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. De allá de Oriente regresó a México en el año 2005 para prestar su servicio misionero en diversas comunidades: el Vergel, La Villa, Casa Madre, y finalmente, en el año 2017, llegó ala Casa del Tesoro, en Guadalajara, Jalisco. 

La hermana Martha fue siempre muy fiel a su congregación y a las enseñanzas de la fundadora. Como misionera, su testimonio dejaba ver que siempre buscaba metas altas de santidad, como dice la beata María Inés en su libro de "La Lira del Corazón": "cimentando  su  vocación  en  una  abnegación  constante;  sabiendo  que  el  sostén  de  esta abnegación es la unión con Dios, la vida de piedad." (Cfr. Lira del Corazón, XII, 1ª parte.), por ello, quienes convivieron con ella en los diferentes momentos de su vida religiosa, resaltan que una de las características de la hermana Martha, era su piedad. Tenía un profundo e íntimo amor a Nuestro Señor en primer lugar y de este  amor  brotaba su celo por la misión  y la salvación de las almas. Fue, se puede afirmar, a ejemplo de la beata María Inés, una misionera sin fronteras. 

La hermana Martha fue siempre un alma humilde, una mujer abierta y sincera. Con la gracia de Dios, moderaba con paciencia su carácter firme y decidido, lo que la ayudó en los diferentes momentos de su vida, sabiendo reconocer sus limitaciones con humildad. Las hermanas que la conocieron en las diferentes misiones, hablan del testimonio que esta maravillosa hermana dejó en sus almas, por su sacrificio escondido, su buen espíritu y fineza religiosa. Algunas de sus superioras comentan que era una religiosa obediente, observante y de gran espíritu de fe. Fue una persona muy comprometida y entregada a los demás; con gran solicitud e ímpetu, estaba siempre atenta a las necesidades de quienes convivían con ella. 

En medio de su situación de salud, en la Casa del Tesoro, ya en sus últimos años de vida, se le veía siempre rezando fiel y devotamente el Rosario, permaneciendo largas horas en oración en la capilla y rezando el Viacrucis. Las hermanas religiosas que la acompañaron en esta etapa final de su vida la vieron cómo vivía cotidianamente su enfermedad con abnegación y sacrificio. Apreciaban su silencio, porque aún con los dolores de la enfermedad, no se quejaba, siempre fue muy mortificada. Dócil a la voluntad de Dios hasta el final. 

Las hermanas que con gran solicitud y caridad, la atendían, notaron por la noche del sábado 15 de mayo de 2021, quela  hermana mostraba síntomas  de  debilidad,  pero no manifestaba malestar  alguno. Se le estuvo atendiendo debidamente y ella se mantuvo muy serena, con buen ánimo y deseos de estar en la capilla. Al preguntarle cómo se encontraba, con gracia respondía, "cada vez más viejita" y se reía. El  martes siguiente, a  medio  día, nuevamente comenzó a tener descompensaciones por lo que la doctora vio la necesidad de ingresarla al hospital. Fue intervenida quirúrgicamente para retirarle la vesícula, manteniéndose  delicado  su  estado  de  salud.

Por la mañana del siguiente sábado, el médico informó que la hermana Martha presentaba leve mejoría. Sin embargo, alrededor de las dos de la tarde, le dio un infarto; el Señor ya la había preparado con los auxilios espirituales, para celebrar con Él las nupcias eternas. Así, de la mano de María, nuestra querida hermana misionera, presentándose en los umbrales de la eternidad, fue recibida seguramente por el Esposo Divino, a quien desde su juventud le había entregado todos sus afanes y anhelos misioneros para la mayor gloria de Dios y salvación de las almas. De su vida, 62 años los consagró al servicio de Dios y sus hermanos

Descanse en paz nuestra querida hermana María Martha Meza Morfín.

Padre Alfredo.

EL SÍNODO DEL 2021 AL 2023... ¿De qué se trata esto?


La Iglesia Católica, la Iglesia de Dios, ha sido convocada a vivir un Sínodo desde este 2021 hasta el 2023. Con esta convocatoria, el Papa Francisco invita a toda la Iglesia universal a interrogarse sobre la sinodalidad: un tema decisivo para la vida y la misión de la Iglesia.

El Sínodo de los Obispos es un organismo consultivo creado por el Papa San Pablo VI en el marco del Concilio Vaticano II, para pedir a obispos de todo el mundo que participen en el gobierno de la Iglesia, aconsejando al Papa sobre asuntos de interés para la Iglesia universal. Etimológicamente, la palabra “sínodo” deriva de los términos griegos syn (juntos) y hodos (camino), y expresa la idea de “caminar juntos”.

En sí es una asamblea o un encuentro siempre de carácter consultivo, donde los obispos, reunidos con el Papa, intercambian información y experiencias, con el objetivo común de buscar soluciones pastorales que tengan aplicación en el conjunto de la Iglesia. El Sínodo ayuda al Santo Padre con sus consejos para la integridad y mejora de la fe y costumbres, y la conservación y fortalecimiento de la disciplina eclesiástica, y para estudiar las cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo. Por lo mismo, no se trata de un organismo particular con una competencia limitada, sino que tiene una amplia competencia para tratar cualquier tema, según el procedimiento establecido por el Papa en su convocatoria.

En el año 2023, el Sínodo de los Obispos se reunirá en su XVI Asamblea General Ordinaria, para tratar el tema "Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión". La fecha exacta de esta Asamblea está por determinar, pero será en octubre, previsiblemente por una duración de 3 o 4 semanas, como suele ser habitual en los Sínodos. No obstante, para este Sínodo se introduce una novedad: el Sínodo de 2023 no solo es la Asamblea de octubre de 2023, ese evento donde participan el Papa y los obispos, sino que es todo un proceso que involucra, además, al conjunto de los bautizados (sacerdotes, religiosos, laicos, hombres, mujeres, niños, jóvenes, adultos...).

Al convocar esta reunión del Sínodo, el Santo Padre quiere que toda la Iglesia reflexione sobre la sinodalidad, un tema que él considera que es decisivo para la vida y la misión de la Iglesia. Cuando se conmemoraron los 50 años de la institución del Sínodo de los Obispos, se celebró un acto especial en Roma. El papa Francisco pronunció un discurso donde señaló: “El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio. Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra 'Sínodo'. Caminar juntos –laicos, pastores, Obispo de Roma– es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica”. Y añadió: “Estoy convencido de que, en una Iglesia sinodal, también el ejercicio del primado petrino podrá recibir mayor luz. El Papa no está, por sí mismo, por encima de la Iglesia; sino dentro de ella como bautizado entre los bautizados y dentro del Colegio episcopal como obispo entre los obispos, llamado a la vez –como Sucesor del apóstol Pedro– a guiar a la Iglesia de Roma”.

De esta manera, el Sínodo supone una modalidad inédita para preparar el camino hacia la Asamblea de 2023, tanto por sus fases como por la implicación que pide a todos los bautizados. Para garantizar que todos los creyentes puedan tomar parte en la reflexión, el Papa Francisco ha diseñado un novedoso itinerario que, en la práctica, significa que el Sínodo no es solo la Asamblea de octubre de 2023, sino un camino de dos años. Durante este periodo, el camino sinodal se articulará en tres fases: Fase diocesana: octubre 2021-abril 2022. Fase continental: septiembre 2022-marzo 2023. Fase de la Iglesia universal: octubre 2023. La fase diocesana y la fase continental darán lugar, por primera vez en la historia de los Sínodos, a dos Instrumentum laboris distintos, con los que se trabajará después en Asamblea sinodal.

Para este Sínodo hay dos Instrumentum laboris que resultan de consultar a las Iglesias locales (fase diocesana) y a las Iglesias a nivel continentes o regiones (fase continental). Estos dos Instrumentum laboris los elabora la Secretaría General Permanente del Sínodo: el primero estará publicado en septiembre de 2022 y el segundo se publicará en junio de 2023, y los dos textos se enviarán a los padres sinodales antes de la Asamblea de octubre de 2023. Ambos textos servirán para iniciar las discusiones de los miembros participantes y focalizar sus trabajos.

El 7 de septiembre de 2021, la Secretaría General del Sínodo publicó el Documento Preparatorio (da click para ir al documento) acompañado por un Vademécum (da click para ir al Vademecum, que es un manual para la escucha y el discernimiento), y un cuestionario. El objetivo de esta documentación es proporcionar una metodología y facilitar la consulta y la participación de todos los creyentes en el ámbito de la Iglesia local. El Documento Preparatorio se ha enviado a todas las diócesis, Conferencias Episcopales, dicasterios de la Curia romana, Unión de Superiores Generales, Unión de Superioras Mayores, otras uniones y federaciones de Vida Consagrada, movimientos internacionales de laicos, Universidades y Facultades de Teología.

El texto arranca con una premisa esencial: “La Iglesia de Dios es convocada en Sínodo”. Toda la Iglesia, no solo los obispos. La pregunta principal que plantea el texto es: “En una Iglesia sinodal, que anuncia el Evangelio, todos ‘caminan juntos’: ¿cómo se realiza hoy este caminar juntos en la propia Iglesia particular? ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer en nuestro ‘caminar juntos’?”. El documento preparatorio se articula en torno a cuatro puntos: La llamada a caminar juntos; Una Iglesia constitutivamente sinodal; En la escucha de las Escrituras; y La sinodalidad en acción: pistas para la consulta al Pueblo de Dios).

El sábado 9 de octubre, en la nueva Sala del Sínodo, se tuvo un momento de reflexión para el inicio del camino sinodal. Allí el Papa pronunció un discurso: "Líbranos de convertirnos en una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro" (Da click para ir al discurso). El domingo 10 de octubre, a las 10 h. en la Basílica de San Pedro, tuvo lugar la Santa Misa, presidida por el papa Francisco, en la que pidió: "No insonoricemos el corazón, no nos blindemos dentro de nuestras certezas. Escuchémonos" (Da click para ir a la homilía). El 17 de octubre el Sínodo se abrirá en las diócesis. El Vaticano ha sugerido que la celebración de apertura sea una Eucaristía, pero ha indicado que también podría ser una Liturgia de la Palabra, una peregrinación, una oración para-litúrgica, etc., y ha elaborado un documento con varias ideas.

Así se abre la primera fase de este Sínodo de 2023 que es la fase diocesana y tiene lugar entre octubre de 2021 y abril de 2022, donde las Iglesias particulares y otras realidades eclesiales reflexionarán sobre el Documento Preparatorio, enviado por Roma para consultar la opinión del total de los creyentes. Cada obispo habrá nombrado, antes de octubre de 2021, un responsable o equipo diocesano para realizar la consulta sinodal, a través de órganos de participación que garanticen una consulta real y eficaz. Esta consulta terminará con una reunión presinodal, que será el momento culminante del discernimiento diocesano. Al terminar la fase diocesana, cada diócesis enviará sus conclusiones a su Conferencia Episcopal y seguirá con la siguiente fase que será ya en el próximo 2022.


Oración del Papa Francisco por el Sínodo:

Ven, Espíritu Santo.
Tú que suscitas lenguas nuevas
y pones en los labios palabras de vida,
líbranos de convertirnos en una Iglesia de museo,
hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro.

Ven en medio nuestro,
para que en la experiencia sinodal
no nos dejemos abrumar por el desencanto,
no diluyamos la profecía,
no terminemos por reducirlo todo
a discusiones estériles.

Ven, Espíritu de amor,
dispón nuestros corazones a la escucha.
Ven, Espíritu de santidad,
renueva al santo Pueblo de Dios.
Ven, Espíritu creador,
renueva la faz de la tierra.

Amen.

Padre Alfredo.

«María Dolores Morishige Mayumi»... Vidas consagradas que dejan la huella de Cristo LXXXII

La hermana Asunción Morishige Mayumi fue una religiosa Misionera Clarisa que fue llamada por el Señor a dejar este mundo para entrar en la vida eterna el el viernes 28 de mayo de 2021 a las 7:35 de la mañana. Fue una religiosa ejemplar cuya vida puede inspirar a otras almas a seguir al Señor, ya que en la medida en que la vida consagrada se deja conducir por el Espíritu se convierte en una de las huellas concretas que Dios deja en la historia para que los hombres puedan descubrir el atractivo y la nostalgia de la belleza divina.

La hermana Asunción nació el día 3 de enero de 1935 en la ciudad de Hiroshima, Japón, esa ciudad que todos en la historia recordamos por que 10 años después del nacimiento de Asunción, estalló la bomba atómica que causó la muerte instantánea de cerca de 80,000 personas y dejó heridas a decenas de miles más.

Los estudios de primaria, secundaria y bachillerato los realizó allí en su pueblo natal, sobreviviendo a los estragos que había causado la bomba. Posteriormente se trasladó a la ciudad de Yokohama, lugar donde el 14 de agosto de 1954 recibió el Sacramento del Bautismo. Su nombre de pila fue María Dolores.

Por designios de Dios, mientras realiza sus estudios superiores, ingresó a la residencia para jóvenes Santa Elizabeth, lugar a cargo de la congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento. Estando allí, el Señor le hizo una invitación especial: “Ven y Sígueme” le dijo, y ella en respuesta a este llamado ingresó con las Misioneras Clarisas el 15 de agosto de 1958, recibiendo el nombre de Asunción. El 8 de diciembre de 1961 hizo su primera profesión religiosa.

La hermana Asunción se caracterizó, desde sus primeros días en el convento,  por ser una hermana muy sencilla, sociable, alegre, amante de la vida de comunidad y muy entregada a su apostolado, ganándose el cariño de los niños, padres de familia y maestras con las que compartió en los diversos apostolados que realizó. El 2 de abril de 1967 hizo sus votos perpetuos.

La hermana Asunción hizo sus estudios superiores para maestra de primaria, preescolar y se especializó en el método Montessori, estudios que siempre puso a disposición de la congregación, sirviendo como educadora en los kínder y guarderías que han atendido las comunidades de Karuizawa, Tokyo, Iida y Oizumi. Así, en una dinámica entrega, vivió toda su vida religiosa hasta que la enfermedad se hizo presente y la fue imposibilitando.

Fue desde la década de los noventas en que la cruz de la enfermedad le visito en varias ocasiones, superando cada una de las diversas enfermedades con paciencia y buen ánimo. Desde el año 2010 pasó a formar parte de la comunidad de Oizumi, allí mismo, en Japón, donde compartía su vida comunitaria sirviendo en los quehaceres de casa, reviviendo las tareas de la casita de Nazareth siempre con un gran amor a María Santísima. 

Poco a poco su salud se fue debilitando más y más y con el paso del tiempo requirió atención continua y especializada, por tal motivo y habiendo recibido el sacramento de la unción de los enfermos, se le internó en una residencia especializada a 5 minutos de la casa religiosa. Allí podía ser acompañada por las hermanas y recibir todos los cuidados necesarios las 24 horas del día. 

En esta condición tan especial de la hermana Asunción, el Señor, con su poder Redentor, fue transformando el sufrimiento en entrega misionera, en una etapa de comunión en la caridad, en tiempo de compasión y misericordia, llegando al extremo de llevar a la hermana a abrazar la Cruz, como ofrenda de amor para gloria del Padre y salvación de la humanidad.

El día 26 de mayo de 2021, después de haber pasado su día con normalidad, se retiro a su habitación para el descanso nocturno, pero al día siguiente no despertó, permaneciendo en un estado de inconciencia, debido a una hemorragia cerebral. Momento en el que nuestro buen Dios decidió que la hermana Asunción, a la edad de 86 años, ya se encontraba preparada para recibir el abrazo eterno con el que le daba la bienvenida para hacerla partícipe de las Nupcias Eternas y así pasó dos días hasta que dejó este mundo.

Todo su celo misionero se vio acompañado en esta larga etapa con dolores ofrecidos que, como misionera, le llevaron seguramente a alcanzar abundantes frutos para mayor gloria de Dios y extensión de su Reino. 

Descanse en paz nuestra querida hermana Asunción Morishige Mayumi.

Padre Alfredo.

«Virginia Estrada, una religiosa ejemplar»... Vidas consagradas que dejan la huella de Cristo LXXXI

Hoy quiero platicarles de la vida de la hermana Virginia, otra de las muchas hermanas Misioneras Clarisas que el Señor me ha permitido conocer a lo largo de mi vida. A ella la conocí desde que era yo Vanclarista, allá por 1979. La recuerdo siempre con una sonrisa en el rostro y el empeño de dejar la huella de Cristo en cualquiera que se topara con ella.

Virginia Marcela Estrada Vázquez nació el 16 de enero de 1934 en un lugar muy pintoresco del estado de Guerrero, Buenavista de Cuéllar, de donde han salido otras vocaciones para las Misioneras Clarisas. Allí, en un ambiente familiar cálido y de mucha fe creció y o el gozo de la vocación a la vida religiosa.

Después de haber celebrado sus 15 años de edad, el 3 de mayo de 1949 dejó todo para ingresar a la congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento en Cuernavaca, Morelos y de inmediato inició su formación como postulante, teniendo la dicha de haber sido recibida por la fundadora de la congregación, la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. Al año siguiente, el 1 de mayo de 1950, inició su noviciado, esa etapa de la formación inicial que forja el carácter y la obediencia en el carisma que se ha elegido seguir. Allí en el convento recibió el nombre de María Virginia del Espíritu Santo y emitió su primera profesión religiosa el 4 de mayo de 1952 ante la fundadora de la obra.

En ese mismo año de 1952 fue enviada a la casa de Talara, en la Cd. de México, y posteriormente a Puebla, donde permaneció ocho años, siendo estudiante de Normal Básica a la vez que ponía en práctica los conocimientos adquiridos como maestra; allí mismo, más adelante, fue directora de Primaria y de la Residencia. Posteriormente hizo la Normal Superior en Ciencias Biológicas. Hizo su profesión perpetua el 4 de mayo de1958 ante la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento.

En el año de 1962 regresó a la casa de Talara como maestra y en 1963, fue destinada ala región de Costa Rica para colaborar como profesora en el colegio Santa María de Guadalupe, en Santo Domingo de Heredia, en donde por varios años prestó sus servicios en secundaria y preparatoria, teniendo a su cargo los laboratorios de física y química. En esa misma región desempeñó durante seis años la labor magisterial en primaria, y por cuatro años fue directora.

En 1979 regresó a México, a la Casa Del Valle en Ciudad de México, como directora de primaria del Instituto Scifi. En este mismo colegio estuvo al frente en la prácticas de laboratorio en secundaria y preparatoria. Posteriormente fue enviada a Monterrey, donde durante cuatro años fue subdirectora de secundaria en el colegio Isabel la Católica. En 1988 regresó nuevamente a la Ciudad de México, al Instituto Scifi. Más tarde fue destinada a la Casa Madre, en Cuernavaca, para colaboraren la colonia Patios de la Estación, donde consiguió, por medio de una institución, ayudar a los niños marginados de la zona dando inicio a la primera etapa, de lo que más tarde fue el jardín de niños: “Rincón Infantil María Inés”, en esa misma colonia.

En 1991 fue destinada a Arandas, en el estado de Jalisco, en México como misionera en la pastoral parroquial. Ahí, al darse cuenta de que varios jóvenes que colaboraban en la pastoral no tenían los estudios básicos, formó, en coordinación con el párroco, un grupo de alfabetización, incorporándose al INEA (Instituto Nacional para la Educación de los Adultos), un apostolado que continúa hasta hoy en esa comunidad. En el año de 2007 tuvo cambio a la comunidad de la Casa de Guadalajara, en el mismo estado de Jalisco.

En la hermana Virginia, la realización de su vocación misionera, se concretó, a través de los años, en la labor magisterial que realizó con niños, jóvenes y adultos, con mucha responsabilidad y entrega generosa casi toda su vida religiosa. En este apostolado fue paciente con sus alumnos. Era notoria su preocupación porque ellos aprendieran las ciencias que impartía. Como directora, procuró mantenerse cercana del personal docente, hermanas religiosas y laicos. Fue una mujer muy organizada, trabajó en sus encomiendas con eficiencia y mucho entusiasmo, así lo mostró al iniciar la labor de alfabetización de jóvenes y adultos en Arandas. Su carácter, alegre y festivo, la hacía amable con quienes trataba; siempre se le veía contenta y con gusto realizaba las encomiendas que la obediencia le pedía. Fue siempre muy cercana con quienes colaboraban con la comunidad en diversos trabajos de casa, enseñándoles el oficio, y ayudándoles a salir adelante. Era una mujer de vida espiritual profunda, con un gran amor a María Santísima, que la inspiraba a mantener el sí que le dio al Señor desde que la llamó.

A pesar de la enfermedad, que la acompañó por varios años, mantenía su buen humor, y mientras le fue posible, era bromista con las hermanas de su comunidad. En 1981 sufrió una trombosis cerebral, que le dejó como secuela epilepsia y hemiplejia. A consecuencia de este padecimiento, la hermana sufría ataques epilépticos que la acompañaron siempre. Sin embargo, supo sobrellevar su enfermedad, y las mismas hermanas mencionan que, después de sufrirlos, ella procuraba mantener su carácter festivo y alegre. Desde aquellos años, su salud se fue deteriorando hasta que llegó el momento en que ya su cuerpo no pudo más con aquella carga y sufrió un derrame cerebral en sus últimos días de vida. De este derrame se logró recuperar un poco pero recayó y el sábado 18 de julio del año 2020, a las 9 y media de la mañana, acompañada por sus hermanas de comunidad que oraban con ella junto a su lecho, cerró sus ojos al ser llamada al encuentro con el Padre Celestial.

Descanse en paz la hermana Virginia, que nos deja un testimonio fehaciente de que la enfermedad santifica y se convierte también en medio de santificación para los demás.

Padre Alfredo.