lunes, 4 de mayo de 2020

«Magdalena Lagunas Ortiz»... Vidas consagradas que dejan la huella de Cristo LIII

El jueves 26 de marzo de 2020, en la Casa del Tesoro, en Zapopan, Jalisco, México, el Señor llamó a la hermana María Magdalena Lagunas Ortiz a las nupcias eternas.

Magdalena, nació en Tetecala, estado de Morelos, el 23 de julio de 1926. Ingresó a la Congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento el 4 de marzo de 1953 e inició su noviciado el 12 de diciembre de ese mismo año.

El 16 de noviembre de 1955, emitió sus votos temporales. Fue submaestra de novicias en 1956 y al mismo tiempo maestra en el curso de noviciado. En 1958, fue nombrada vicaria de la Casa de Puebla, donde también fue maestra de primaria

Hizo su profesión perpetua el 3 de diciembre de 1960 y al igual que en su profesión tempral, la ceremonia la presidió la fundadora de la congregación, la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. 

En el año de 1962 fue nombrada superiora local de la Casa Madre y en 1964, junto con otras cuatro hermanas, recibió la encomienda de la beata María Inés, de abrir la misión de Chamulas, en el estado de Chiapas. Ahí permaneció hasta 1970. Posteriormente, fue superiora de la comunidad de Talara en la Ciudad de México. Después, regresó a la Casa Madre para, en 1973, volver a la Escuela-Granja en Chiapas, donde permaneció hasta 1975, cuando regresó a la Casa Madre para colaborar en el Dispensario. 

Para el 25 aniversario de la congregación de las Misioneras Clarisas en 1976, con el fin de que no se perdieran cantos tradicionales que se cantaban en comunidad, con los permisos necesarios y con la colaboración de algunas hermanas, dirigió la recopilación de los primeros libros de cantos, tanto de tiempos litúrgicos fuertes como de esparcimiento, que hasta la fecha se utilizan en las diversas casas de las Misioneras Clarisas y de los Misioneros de Cristo. Fue un regalo que con gran ilusión y alegría dio, con su equipo colaborador, a la beata María Inés, con motivo de las bodas de plata de la fundación del instituto. Fue por esos años que yo la conocí, siendo primero yo mimebro del grupo de Van-Clar y luego Misionero de Cristo.

En 1990, fue nombrada superiora de la Casa del Vergel y en 1993 destinada a Ixtlán del Río como maestra de Primaria. De ahí recibió su cambio a Arandas, Jalisco; para colaborar en la catequesis y en la Parroquia; apostolado en el que permaneció hasta el año 2002, cuando recibió su cambió a Guadalajara. Allá en la Casa del Tesoro, me tocó compartir con ella momentos muy valiosos en los que con sus consejos y anécdotas, alentó mi sacerdocio.

La hermana Magdalena era muy generosa y alegre. Tenía el don de componer música. Tocaba la guitarra muy bien, hacía parodias musicales y componía cantos, como «Bienvenidas a esta casa», «Simiente» y «Momento». Sintetizó en sus letras el amor al carisma inesiano y su amor a Dios y a la Iglesia. También gustaba de escribir poesías y versos, que compartía con la comunidad y en el campo apostólico de la misión. 

Las hermanas que convivieron con ella durante muchos años, comentan que fue un alma sencilla, educada, fina, que reflejaba paz y serenidad; una mujer que manifestaba una gran unión con el Señor y que era profunda en sus reflexiones. Solía dar consejos de una manera muy natural y amigable, pues era culta y coherente, además de ser un alma pacífica y pacificadora. Con su forma de ser, natural y amigable, edificaba. Fue una hermana admirada por muchas de las religiosas. 

Fiel a la congregación y a su fundadora,  mostraba un gran amor a su vocación. Su ser religioso y buen testimonio, impulsaban a muchas a no desviar su mirada de Dios. Algunas de las hermanas recuerdan que como submaestra de novicias, fue humilde, sencilla y cariñosa con todas y como superiora, muy humana y atenta a las necesidades de todas.

Durante la última etapa de su vida, la hermana Magdalena acompañó a Cristo crucificado con una enfermedad renal crónica. Como enferma fue siempre obediente y serena. Se dejaba atender con sencillez por todas las hermanas, a las que recibía con una sonrisa.

Un mes antes de morir, comenzó su salud a deteriorarse notablemente, la doctora que la atendía, manifestó que estaba llegando el final de su vida. Durante ese tiempo estuvo en cama, siempre con una sonrisa y agradecida por los cuidados de las hermanas que la atendían; un verdadero tesoro fue su testimonio para todas las hermanas de esta comunidad.

Paulatinamente, fueron disminuyendo sus fuerzas, y el 26 de marzo por la mañana, cuando la comunidad se disponía a participar de la Santa Misa, entró en estado de coma. Poco a poco se fue durmiendo en el Señor hasta que, tranquila y serenamente, entregó su alma al Divino Esposo, para ir a cantar las nupcias eternas con Él. 

Parecería que sus últimos momentos fueron como su vida, muy paciente, bondadosa, caritativa con todas; siempre aceptó su enfermedad con generosidad, constantemente le pedía al Señor que la llevara al cielo. Aceptó todo lo que Dios le pidió por la salvación de las almas. Una de las hermanas enfermeras que la conoció más a fondo exclamó: «Como vivió, así murió». 

Descanse en paz la hermana María Magdalena Lagunas Ortiz

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario