lunes, 4 de mayo de 2020

«La hermana Bertha Macías»... Vidas consagradas que dejan la huella de Cristo LI

El 13 de agosto de 2011cerró sus ojos a las cosas de este mundo una misionera campeona de la sencillez y de buen humor, la hermana Bertha Macías Aceves, quien como Misionera Clarisa del Santísimo Sacramento dio mucha gloria a Dios en las diversas etapas de su vida consagrada y en ls diversas comunidades en donde desarrolló su vida consagrada.

Bertha nació el 11 de febrero de 1934 en La Piedad, Michoacán. Allí vivió su niñez y juventud. Ingresó al instituto de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento el 12 de enero de 1963 e inició su noviciado el 3 de diciembre del mismo año. A veces, recordando estas épocas de su formación inicial como religiosa, la hermana Bertha decía que ya había ingresado grande y que lamentaba no haberse entregado más joven al Señor, pero sabía reconocer que Dios tiene su momento para cada vocación.

Desde novicia de distinguió por su carácter entusiasta, agradable y firme. Siempre fogosa combinaba su ser así con una decidida voluntad de servir a Dios con alegre fidelidad en todo lo que se le encomendara. Desde ese entonces ya tenía algunas encomiendas en donde fue muy responsable, como un dispensario médico y la secretaría.

El 14 de abril de 1966 hizo su primera profesión de votos manifestando su deseo de vivir en castidad, pobreza y obediencia según las constituciones de las Misioneras Clarisas. Su humildad y sencillez la hicieron una hermana transparente, simpática y con una chispa de buen humor aún en medio de las adversidades. Por lo mismo, la convivencia con ella era siempre alegre y espontánea.

En 1969 pasó a formar parte del equipo que trabajaba en la Delegación Apostólica de México

El 14 de julio de 1973 hizo su profesión perpetua, prometiendo a Dios vivir su consagración de por vida en castidad, pobreza y obediencia y pasó a formar parte del personal de la casa de Monterrey y del trabajo en el Colegio Isabel La Católica. Allí la conocí, siendo yo miembro del grupo de Van-Clar junto con mi familia. A los Vanclaristas nos gustaba mucho compartir con ella y más cuando estaba encargada de la puerta y nos hacía reír muy sanamente. Para nosotros, adolescentes y jovencitos, ver una religiosa tan alegre ya  la vez llena de Dios, era todo un testimonio que arrastraba.

Después estuvo unos tres años en el Colegio Sonora en la comunidad de Huatabampo, Sonora para regresar luego a Monterrey desde 1988 hasta 1996. Fue en ese entonces en donde más la traté, siendo yo un joven sacerdote. Y en esa época es que empezó a presentar problemas coronarios hasta que fue intervenida dos veces a corazón abierto para salvarle la vida. Con la simpatía que le caracterizaba decía que ella era la hermana «Lázaro» por haber resucitado. Así siguió adelante con las limitaciones que esa intervención le dejó ya de por vida pero sin perder el buen humor. Era siempre un gozo estar con ella y escucharla hablar con un salero muy particular. Dicen las hermanas que en las fiestas y representaciones que hacían en comunidad, las hacía siempre reír muchísimo.

A lo largo de su vida consagrada siempre se distinguió por su puntualidad, por su empeño en la piedad y por una especial confianza en el Señor de la Misericordia, a quien se encomendaba con mucha frecuencia.

Su tarea misionera se desarrolló sobre todo en el campo educativo como secretaria de los diversos colegios a los que fue destinada, pues era una excelente mecanógrafa, sin que eso quitara su gran amor a las tareas de «Nazareth» en los quehaceres ordinarios del mantenimiento diario de un convento y por supuesto, cada pequeña oportunidad que aprovechaba para bromear y hacer un muy buen ambiente de trabajo y e vida de comunidad.

Sus últimos años de vida los pasó, un tiempo en la Casa de la Villa, muy cerca de la Basílica de Guadalupe en México, lo que le daba la valiosa oportunidad que nunca desperdició, de visitar a la Dulce Morenita del Tepeyac muchísimas veces. Después de allí fue trasladada a la Casa del Tesoro, en Guadalajara, en donde ya más delicada de salud vivió siempre con la misma alegría y la sonrisa dibujada en su rostro. Allí fue nuevamente operada del corazón saliendo adelante y siguiendo su vida ordinaria durante unos años más hasta que el Señor la llamó.

Ya casi al final de su vida fue intervenida para colocarle un marcapasos pero días después sufrió una embolia cerebral masiva y entregó su vida al Señor al 13 de agosto de 2011.

Descanse en paz la hermana Bertha Macías Aceves.

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario