La mayoría de la gente, con esta pandemia, está encerrada en sus casas y necesita mensajes realistas que ayuden a sentir, en el plano espiritual, que Dios es amor y que abraza de modo personal, y no a través de la figura de un mediador ausente a quien no se tiene acceso. Por eso es tan importante la oración en casa, si alguien está viviendo solo, es vital esa comunicación con Dios y si alguien, que seguro será la gran parte, está en familia, requiere de espacios especiales de oración como la lectura y reflexión de la Sagrada Escritura y el rezo del Santo Rosario. Centrarse solamente en la misa online por supuesto que ayuda, pero no lo es todo. Todo lo que se pueda hacer creativamente en función del empoderamiento religioso de las personas en esta situación del todo extraordinaria es fundamental para dar razón real y coherentemente de nuestra fe.
Jesús está con nosotros, es, como hemos visto en los evangelios de estos días, el Buen Pastor que vive cada momento a nuestro lado. Él nos acompaña, nos guía, nos consuela, nos alienta y nos hace ser valientes para perseverar en una relación de amor con él tan íntima como la que vivía con sus Apóstoles. El Evangelio de hoy (Jn 10,22-30) tiene frases que son bellísimas y que nos hablan de un amor «concreto» que Jesús tiene por nosotros. Somos las ovejas del Buen Pastor. «Mis ovejas escuchan mi voz: yo las conozco y ellas me siguen... yo les doy vida definitiva y no se perderán jamás ni nadie las arrancará de mi mano». ¿Qué más queremos? ¿Qué más podemos desear? Los que son de Jesús lo escuchan, es decir, le prestan adhesión de conducta y de vida: «Me siguen» —dice— comprometiéndose con él y como él a entregarse sin reservas a liberar y dar vida al hombre. El don de Jesús a los que lo siguen es el Espíritu y con él la vida que supera la muerte; estarán al seguro, pues Jesús es el pastor que defiende a los suyos hasta dar la vida. Él no nos va a abandonar nunca.
Cuando hay una consciencia plena del amor de Dios, uno sabe que Jesús, no abandona nunca. Así sucedió en la vida de la beata italiana Catalina Cittadini, la cual, privada de sus padres desde la más tierna edad, porque su madre murió cuando era muy pequeña y su padre la abandonó, enamorada siempre de Cristo llegó a ser una paciente y competente maestra, cuidando con esmero una institución dedicada a la educación cristiana de niñas pobres, y con esta misma finalidad, fundó el Instituto de las Hermanas Ursulinas de Somasca. Toda la vida de Caterina estuvo siempre acompañada de grandes pruebas. Siempre lúcida, confiada y en continua plegaria, incluso en la enfermedad que la llevó a la muerte, exhortaba a todos a aceptar con serenidad la voluntad del Señor, porque es siempre continuado. Muerió el 5 de mayo de 1857, después de un día de agonía, serena y santamente, rodeada de fama de santidad y grandemente llorada de sus hijas, de las educadoras y de la población, dejando a todos su ejemplo luminoso de profunda madurez espiritual y la certeza de que Jesús, nunca abandona. Que María Santísima interceda por nosotros y que con el mismo amor que le tuvo santa Catalina Cittadini la sintamos a ella también cercana en estos momentos de dolor. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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