sábado, 7 de abril de 2018

LETANÍAS PARA PEDIR LA ALEGRÍA DEL SEÑOR...


Dame de tu alegría Señor, porque la necesito verte presente y para no olvidarte, pues ya sabes con cuenta frecuencia los humanos confundimos la alegría y te dejamos.

Dame de tu alegría Señor, porque soy muy débil y necesito de tus alientos y de tu fortaleza para no caer tantas veces. 

Dame de tu alegría Señor, porque Tú eres mi vida y sin Ti con frecuencia decaigo en el fervor. 

Dame de tu alegría Señor, porque Tú eres mi luz y sin Ti estoy en tinieblas. 

Dame de tu alegría Señor, para que oiga tu voz y la siga. 

Dame de tu alegría Señor, para que obedezca al Padre como Tú. 

Dame de tu alegría Señor, porque deseo amarte mucho y vivir siempre en tu compañía. 

Dame de tu alegría Señor, para que todo mi ser te alebe y te pertenezca. 

Dame de tu alegría Señor, y haz de mi corazón una celda de amor de la cual nunca te alejes.

Dame de tu alegría Señor, si quieres que te sea fiel.

Dame de tu alegría Señor, porque aunque mi alma es muy pobre, deseo que sea para Ti un lugar de consuelo, un huerto cerrado, un nido de amor.

Dame de tu alegría Señor, y haz que tu amor me inflame tanto que me consuman sus amorosas llamas.

Dame de tu alegría Señor, porque se pasa la vida, se acerca la cuenta, la eternidad, y es preciso que redoble mis días, mis esfuerzos, que no me detenga en el camino y que siempre sepa sonreír. Se hace tarde y se viene la noche, me amenazan las tinieblas, las obscuridades, las tentaciones, las sequedades, penas, cruces, etc., y Tú me eres preciso, Jesús mío, para alentarme en esta noche de destierro, ¡Cuánta necesidad tengo de vivir alegre en Ti!

Dame de tu alegría Señor, porque en la noche de la vida y de los peligros, deseo ver tu claridad, muéstrateme y haz que te conozca como tus discípulos en el partir del pan, es decir, que la unión Eucarística sea la luz que aclare mis tinieblas, la alegría que me sostenga y la única dicha que embriague mi corazón.

Dame de tu alegría Señor, porque cuando llegue la muerte, quiero estar junto a Ti y si no realmente por medio de la Sagrada Comunión al menos quiero tener mi alma unida a Ti por la gracia y por un abrasado amor.

Dame de tu alegría Señor, no te pido sentir tu adorable presencia y tus regalos divinos que no los merezco, pero tu residencia en mi por la gracia ¡oh, sí que te la pido!

Dame de tu alegría Señor, pues a Ti sólo te busco, tu amor, tu intimidad, tu Corazón, tu espíritu y tu gracia. Te busco por Ti mismo porque te amo; y no te pido más recompensa que amarte con solidez, prácticamente, amarte únicamente, amarte cuanto puedo, amarte con todo mi corazón en la tierra para seguir amándote con perfección por toda la eternidad.

Dame de tu alegría Señor y dame el regalo de que tu Madre me acompañe para alentarme a ser alegre y firme en la fe como ella. Amén

ORACIÓN:

¡Oh Cristo Jesús! te reconozco como Rey universal. Todo lo que ha sido hecho, ha sido criado por ti. Ejerce sobre mí todos tus derechos. Renuevo mis promesas del bautismo, renunciando a Satanás, sus suntuosidades y sus obras, y prometo vivir como buen cristiano que busca cumplir con una vocación específica de pertenecerte a ti por entero. Y muy en particular me comprometo a hacer triunfar, según mis medios, los derechos de Dios y de tu Iglesia como misionero que soy. 

¡Divino Corazón de Jesús! te ofrezco mis pobres acciones para obtener que todos los corazones reconozcan tu Sagrada Realeza y que, así, el reinado de tu paz se restablezca en el universo entero. Así sea.

Padre Alfredo.

Hay que aprender de la alegría de Cristo al contemplarle resistiendo con paciencia amorosa los sufrimientos de la Pasión. Recuerda que si no vivimos con la alegría y sencillez de los niños, sencillamente no entrarás al Reino de los Cielos.
   
Referencias Bíblicas: Lc. 4,1-13: la fortaleza del Señor ante las tentaciones del demonio en el desierto. Sal. 118: «Mi fuerza y mi cántico es el Señor» Jn. 16, 33: «En el mundo tendrán tribulaciones, pero ánimo! Yo he vencido al mundo». 

1 comentario:

  1. Muchísimas gracias. Nos sirve para nuestro ratito de oración en común ante el Santísimo.

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