El 25 de diciembre de 2019, entregó su alma al Creador la hermana Yosina María Niryati, Misionera Clarisa del Santísimo Sacramento en Surabaya Indonesia. Hoy quiero hacer un recuento de su vida, seguro de que su testimonio misionero alentará a muchos a seguir a Cristo y a hacerle amar por muchos.
La muerte del cristiano y en especial la de una misionera de la talla de la hermana Yosi, no es una desgracia sino la posibilidad más certera de encontrarse definitivamente con Dios, y vivir siempre y eternamente unidos a Él. Si este es nuestro anhelo más vivo, la muerte, aunque a veces tiene preparación dolorosa, como en su caso, para el cristiano no es una tragedia, sino que, como dice uno de los prefacios de difuntos, la vida no termina, sino que se trasforma y al deshacerse nuestra morada terrenal adquirimos una mansión eterna en el cielo.
Yosina nació en Nagara, Bali, Indonesia, el 16 de mayo de 1956 y fue la mayor de 9 hermanos. Allí mismo en Bali estudió la primara y la secundaria, para ir luego a estudiar la preparatoria a St. Agnes en Surabaya, de la misma Indonesia. EN el año de 1977, Yosi, como era conocida, se graduó de enfermería y en 1981 obtuvo su certificado de la escuela educadora para enfermeros y parteros del departamento de la salud del gobierno e Surabaya.
En 1984, ingresó a la congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento en Tamán, Madium, Indonesia en donde inició su caminar misionero como postulante. Al año siguiente inició su noviciado y el 1 de octubre de 1987 hizo sus primeros votos como religiosa.
Su primer apostolado lo inició desde que era postulante, pues como buena enfermera fue destinada desde postulante a colaborar en el hospital Santa Clara de Madium. Y por esa misma razón de su carrera y de su gran calidad en el ramo, pasó casi toda su vida ejerciendo apostólicamente esta tarea misionera al lado de los enfermos.
En 1991 fue enviada a Roma para estudiar la licenciatura en Espiritualidad de la Vida Consgarada en el instituto Regina Mundi. En esos años de su estancia en Roma como estudiante la vi y conversé con ella varias veces. Recuerdo perfectamente su rostro y su sonrisa discreta cargada de una gran calidad humana. En ese lapso, en 1993, hizo allí en Roma su profesión perpetua para dedicar el resto de su vida al Señor en su consagración religiosa.
Regresó a Indonesia en 1995 para seguir con su tarea misionera en el mismo hospital Santa Clara hasta el año de 2017 al mismo tiempo que era consejera regional en el gobierno de su instituto religioso. De 2011 hasta el 2017 fue directora general de la institución médica Yayasan Panti Bagija en Madium. Confiando siempre sus tareas a la Santísima Virgen de Guadalupe a quien tanto amó, buscó siempre entregarse de lleno por la salvación de las almas.
En 2017, fue destinada a la comunidad de Mamuju, en Sulaweski del Oeste en Indonesia y allí permaneció hasta el final de su vida. Allí, como en los demás lugares en donde había estado, dejó sentir su espíritu de liderazgo que practicaba con sencillez, confianza y abandono total a la voluntad de Dios. Desde postulante había bebido el carisma inesiano que le hizo amar a su fundadora la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento y desde sus primeros años e formación fue cuidando del ambiente muy atenta en el orden y la limpieza como buena enfermera, además de su buena apreciación por las artes.
Los últimos ocho meses de su vida estuvieron marcados por la enfermedad y obviamente por el dolor. Ese dolor de la enfermedad que llega inesperadamente y con el que Jesús nos ha salvado a todos. Y es que para poder alcanzar la salvación es menester compartir la suerte de Jesús, incluso cuando sea el caso, en el dolor.
La hermana Yosi sabía que la respuesta cristiana al misterio del dolor está toda aquí: en Jesús muerto y resucitado. ¡Qué hay de más grande y maravilloso que un Dios que baja a la tierra, se hace hombre, asume en carne propia toda la humildad y limitación de la condición humana, precisamente para poder «sufrir»! Eso es lo que ella fue asumiendo: que el dolor forma parte de nuestra condición humana y que es algo que Dios asumiéndolo lo ha «sacralizado». No es casualidad que el día en que el Padre Dios llamó a juicio a nuestra querida hermana Yosi al dejar este mundo fuera 25 de diciembre.
Con la sonrisa en los labios, Yosi abrazó alegremente a su Esposo Divino en la enfermedad y pidiendo constantemente el sacramento de la Reconciliación para estar muy bien preparada para el momento del encuentro definitivo. Algunos días antes de su muerte, rodeada por el cariño de sus hermanas de comunidad, pidió la Unción de los Enfermos y partió de este mundo para celebrar el día de la Navidad en el encuentro con Cristo.
Descanse en paz nuestra querida hermana Yosina María Niryati.
Padre Alfredo.
Padre Alfredo.
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