sábado, 8 de febrero de 2020

«Hermana Emilia Vargas Camarillo»... Vidas Consagradas que dejan la huella de Cristo XLI

En 1934, el 8 de agosto, nació en Atlixco, Puebla, en la República Mexicana una niña que recibió el nombre de Emilia, hija del señor Ismael Vargas y de la señora Gregoria Camarillo. Emilia, después de haber pasado su infancia, su adolescencia y los primeros años de su juventud en la vida ordinaria de una familia, sintió el llamado del Señor para consagrar su vida como religiosa.

Ingresó con las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento el 12 de agosto de 1954. Siendo recibida, ese día que nunca olvidó, por la fundadora, la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento inició inmediatamente su etapa de formación inicial con el postulantado para pasar luego al noviciado el 12 de febrero de 1955 y profesar sus primeros votos como religiosa el 9 de febrero de 1957 en la Casa Madre de nuestra Familia Inesiana en Cuernavaca, en donde había tenido toda su formación inicial.

Siempre sencilla, alegre y generosa, se distinguió siempre por un trato delicado a todos, sin hacer distinción de ricos y pobres. Para todos tenía siempre tiempo y por todos oraba en medio de las ocupaciones a las que la obediencia la iba destinando.

Su vida misionera la fue llevando, bajo esa obediencia a diversas ocupaciones y lugares como sus primeros años en la casa Madre, una etapa de su vida religiosa inicial en Puebla, en la Universidad Femenina; un tiempo maravilloso en la Delegación Apostólica en Ciudad de México. Estuvo también un tiempo en California, en los Estados Unidos donde fue Vicaria Regional y superiora de la comunidad de Gardena en donde trabajó arduamente y con dedicación en la Guardería que las hermanas tienen encomendada.

Sus últimos años de vida los pasó en España, en el Colegio Mayor Santa Clara, en donde generosamente desempeñó diversas encomiendas y fue muy apreciada por las chicas españolas que forman la comunidad estudiantil y con las que trabó una buena amistad. Allí en España la conocí y pude constatar su exquisito trato y su sencillez. 

Allí mismo, en España, celebró el 9 de febrero de 1982 su XXV aniversario como religiosa Misionera Clarisa, es decir, sus bodas de Plata. La hermana Emilia estaba convencida de que la llamada que viene de lo Alto es divina y que en ella Dios pide al que se ha hace y la escucha, una respuesta generosa, grande total, una respuesta que abarca toda la vida y por eso hipotecó su vida por Cristo hasta darlo todo por él.

La vida de la hermana Emilia cumplía así lo que dice el Evangelio: el grano de trigo cae en tierra, se pudre y muere, y eso es lo que da mucho fruto; de la muerte del grano nace la espiga llena de nuevos granos. La existencia de una religiosa como ella es un entregarse cada día para que nazca la espiga, para que la vida se difunda en las almas a las que sirve y produzca frutos de gracia. Desde el día que dio el sí a la llamada divina, Emilia había elegido el camino de servir cada día con Cristo para hacer nacer a Cristo en las almas con generosidad y dedicación. Así lo había aprendido de su fundadora la beata María Inés Teresa.

Sus últimos momentos fueron de paz. Después de respirar profundamente entregó su alma al Creador rodeada de sus hermanas de comunidad. Descanse en paz la hermana Emilia Vargas Camarillo.

Padre Alfredo.

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