viernes, 28 de febrero de 2020

«El sentido del ayuno»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy son muchos los que no saben ver en Jesús al Mesías, al Salvador, al redentor que dio la vida para salvarnos. Esos muchos no alcanzan a ver que el Reino de Dios es gozo, que es la perla por la que se está dispuesto a venderlo todo con alegría, que es el tesoro que ha sido encontrado. Quien va entendiendo lo que es el Reino de Dios, sabe que hay que ayunar porque Cristo, el Esposo, todavía no está del todo presente en nuestras vidas, en la sociedad en la que vivimos. El Esposo está preparado, él ya está listo pero nosotros no: su amor no ha logrado conquistar todo nuestro ser, nuestras ocupaciones, nuestro ser y quehacer, su causa no se ha asumido verdaderamente por entero. Desde esta perspectiva es que debemos entender el pequeño fragmento del Evangelio del día de hoy (Mt 9,14-15): «¿Por qué tus discípulos no ayunan, mientras nosotros y los fariseos sí ayunamos?». Los discípulos de Juan acusan a los de Jesús de no ayunar. La respuesta de Cristo es muy significativa: él inaugura el tiempo mesiánico, el tiempo escatológico anunciado por los profetas y el tiempo de alegría —el de las bodas— en el que no se ayuna por la presencia del esposo. 

El ayuno cristiano no se limita a abstenerse de alimentos, sino a desear el encuentro con Jesús que salva con su Palabra. Dicen los grandes maestros de la vida espiritual de todos los tiempos, que no se puede meditar en las cosas de Dios con el estómago lleno. El mismo Cristo nos dio ejemplo de ello con su prolongado ayuno; cuando triunfó sobre el demonio, había ayunado cuarenta días. Los santos padres reflexionaron sobre el ayuno considerándolo como una medida de capacidad. Si se ayuna mucho es porque se ama mucho, y si se ama mucho es porque se ha perdonado mucho. El que mucho ayuna, mucho recibirá. Sin embargo, como menciona un escritor estudiando los santos Padres de la Iglesia Ortodoxa, ellos recomiendan ayunar con medida: «no se debe imponer al cuerpo un cansancio excesivo, so pena de que el alma sufra detrimento. Eliminar algunos alimentos sería perjudicial: todo alimento es don de Dios» (Tito Colliander, Il cammino dell'asceta. Iniziazione alla vita spirituale, Brescia 1987, 75s) 

¿Qué lugar ocupa en mi vida el ayuno? ¿Ayuno para dejarle a Cristo más espacio en mi vida, para crear un vacío en mí, de suerte que él pueda acaparar toda mi existencia? ¿Por qué ayuno?... Estas y otras preguntas podemos hacernos en este primer viernes de Cuaresma. La beata Antonia de Florencia, a quien la Iglesia celebra el día de hoy, fue una mujer que se casó muy joven y perdió a su esposo a los pocos años. Luego se consagraró enteramente a Dios y fue uno de los primeros miembros del convento de Terciarias Regulares de San Francisco que fundó otra beata, Angelina de Marsciano. Su superiora la nombró pronto superiora del convento de Santa Ana de Foligno, y tras tres años, fue enviada a gobernar la nueva comunidad de Aquila. Cuando San Juan Capistrano pasó por la ciudad, la beata Antonia le manifestó que deseaba una regla más estricta, con más momentos de oración y con ayuno riguroso. El santo comprendió su anhelo y consiguió que se le cediese el monasterio de Corpus Christi, que otra orden acababa de construir. Ahí se retiró Antonia con once de sus religiosas, en 1447, para practicar la regla original de Santa Clara en todo su rigor. La humildad y la paciencia fueron virtudes características de la beata Antonia, quien durante 15 años tuvo que soportar una dolorosa enfermedad, además de una multitud de severas pruebas espirituales. Antonia fue una digna hija de San Francisco por su amor a la pobreza. Algunos testigos narraron que habían visto varias veces a la beata arrebatada en éxtasis a cierta altura del suelo, y que una vez un globo de fuego apareció sobre su cabeza e iluminó el sitio en que se hallaba orando. Falleció en 1472. Su culto fue confirmado en 1847. La ciudad de Aquila la veneró como santa desde su muerte. Ella es una prueba de lo que el ayuno y la oración hacen en el alma a favor de la propia persona y de quienes le rodean. La Virgen María, en algunas de sus apariciones ha pedido el ayuno, por algo será. Pidámosle a ella que nos ayude a captar el verdadero sentido de esta práctica ancestral en la Iglesia. ¡Bendecido viernes! 

Padre Alfredo. 

P.D. Aquí mismo en el blog hay algunos artículos que escribí sobre el ayuno: 

https://padrealfredo.blogspot.com/search/label/Ayuno

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