Ayer por la mañana me contemplaba ya este Miércoles de Ceniza en el hospital y nada, aquí estoy en una especie de «compás de espera» ahora esperando que llegue el lunes que es cuando me harán el cateterismo que mi organismo necesita para seguir funcionando bien. Definitivamente los caminos del Señor no son los nuestros y en el devenir de cada día se atraviesa siempre la última palabra, que es la suya, la de Nuestro Dios quien va marcando nuestro andar. Bendito sea Dios que me regala unos días de gracia, porque así debo considerar estos días en que se me ha pedido que permanezca tranquilo y en paz en reposo. ¡Dios no se equivoca! De esto estoy, y estamos muchos, convencidos; Él tiene sus planes que siempre son los que nos llevan a la santificación, a que nuestra vida se vaya conformando con la de Nuestro Señor. La Sagrada Escritura dice que «todo contribuye para el bien de los que aman a Dios» (Rm 8,28) y así, este Miércoles de Ceniza lo viviré tranquilo y en paz, esperando la llegada del Señor en la Eucaristía y el gesto de la ceniza en la frente que me recuerde, como a todos, mi condición de pecador y de necesitado de la gracia de Dios para seguir en el camino de la conversión: «Arrepiéntete y cree en el Evangelio»... «Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás».
¡Cuánto nos falta para entender el signo de la ceniza! Se queda muchas veces este día para la mayoría de los católicos como el único para ir al Templo en todo el año y solamente para recibir la ceniza sobre la cabeza o en la frente pensando no sé qué y viéndola no sé cómo. Para entender cómo vivir este día con este signo tan especial de la ceniza, se necesita dejar actuar al Espíritu Santo con el don de «Piedad». La piedad, dice la Sagrada Escritura, es una gran ganancia (cf. 1 Tim 6,6) si no se fija en el aplauso de los hombres ni busca satisfacer la vanidad con el lucimiento, sino que busca la complacencia del Padre en una relación íntima y personal y si esa ganancia esperada no es para este mundo ni para el tiempo presente, sino para la comunión eterna con Dios, que será nuestra recompensa. De lo contrario, al recibir la ceniza sin piedad, nos haríamos, como se dice en griego: «hypokritoí» que se traduce como «hipócritas» o «comediantes» e «impíos». El misterio de la piedad del Señor es desconcertante, pero es muy ignorado, la mayoría en este día se queda vagando lejos de lo que la Cuaresma, que hoy se inicia, debe ser... Este Miércoles de Ceniza es para volver a la hondura de nuestro propio ser que es templo de Dios y que por eso busca el arrepentimiento para exultar de esperanza en una vida nueva, más de Dios, más para Dios, más desde Dios.
El Evangelio de hoy (Mt 6,1-6.16-18) es una invitación a practicar la piedad especialmente en este tiempo de Cuaresma: «Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial». Hoy el Evangelio trata de tres asuntos: la limosna (6,1-4), la oración (6,5-6) y el ayuno (6,16-18). Son las tres obras de piedad de los judíos y las tres prácticas cuaresmales que a nosotros, discípulos–misioneros de Cristo se nos invita a practicar. Pero, Jesús no quiere que la práctica de la justicia y de la piedad se use como medio de auto-promoción ante Dios y la comunidad y como mero lucimiento (Mt 6,2.5.16). Él critica la que practica de las buenas obras sólo para ser vistos por los hombres (Mt 6,1). Jesús pide apoyar la seguridad interior en aquello que hacemos por Dios. En los consejos que Él da se manifiesta un especial tipo de relación con Dios que para los judíos es una novedad: «Y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará» (Mt 6,4). A la luz de esto me viene una serie de preguntas: ¿Voy a recibir la ceniza porque me complace que los demás me vean que sí cumplí? ¿Busco con humildad el signo de la ceniza sin hacer alarde ni espectáculo del signo que recibo? ¿Qué me hace recordar este texto, mi humanidad, de donde vengo, quién me creó, a dónde voy en mi vida? ¿Abre de verdad este signo de la ceniza mi deseo de vivir una Cuaresma como el Señor manda? Qué María Santísima nos ayude y que en esta Cuaresma aumente en nuestras vidas el don de «Piedad» para que viva plenamente un amor filial con el Padre que ve lo secreto y nos recompensará. ¡Bendecido Miércoles de Ceniza y me sigo encomendando a sus oraciones!
Padre Alfredo.
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