domingo, 16 de febrero de 2020

«La hermana Rosario Munguía»... Vidas consagradas que dejan la huella de Cristo XLVI

María del Rosario Guadalupe Munguía Méndez nació el 6 de agosto de 1931 en Tamazula Jalisco, México y el 5 de octubre de ese mismo año recibió la gracia de las aguas bautismales, pues tuvo unos padres muy cristianos y una familia que la fue formando en el seno de la fe católica.

Tiempo después, su familia emigró a la Ciudad de México. Allí eran feligreses de la parroquia de Santiago Tlaltelolco, donde estaba el padre Domingo Díaz, de la Orden e los Franciscanos Menores que era amigo de la familia y amigo de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento. Fue él quien viendo que tenía cualidades para la vida religiosa la puso en contacto con la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, a quien ésta le solicitó su admisión.

Ingresó con las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento en Cuernavaca Morelos, México, el 8 de enero de 1952, descubriendo de inmediato que ciertamente el Señor la llamaba y era allí, en ese instituto. Allí mismo inició su noviciado el 8 de septiembre del mismo año y emitió sus primeros votos religiosos el 12 de agosto de 1954. Desde que era postulante, Rosario dio testimonio de su amabilidad, su buen trato a las hermanas y su celo apostólico, ayudando con generosidad a crear un buen ambiente en la comunidad.

El 8 de febrero de 1960, Rosario se consagró al Señor definitivamente haciendo para siempre sus votos de pobreza, castidad y obediencia y siguió dándole a Dios los dones y cualidades que tenía. Entre otras cosas era muy buena para las manualidades.

Con un carácter fuerte y firme, sin hacer de lado su agradable sonrisa, era, podemos decir, de esas personas que son buenas para resolver problemas, pues sabía actuar con determinación cuando era necesario y daba testimonio de ser una religiosa muy comprometida con sus actos de comunidad y con la puntualidad de los mismos, siendo así, un alma pacífica y pacificadora.

En 1979, el 12 de agosto celebró el 25 aniversario de su consagración religiosa siguiendo con su compromiso de estar al día en estudios de espiritualidad y de lo que fuera necesario para ayuda de la congregación.

Desde joven religiosa se fue distinguiendo por su dedicación como maestra a los niños más pequeños en sus primeros pasos por la educación intelectual. Estuvo en Monterrey —donde yo la conocí—, en Puebla, en Ciudad de México, en Arandas Jalisco, en Huatabampo y con mucha dedicación en una misión que amó mucho en Chiapas: La Florecilla. Allí se metió de lleno en la cultura de los Tzotziles y Tzeltales, tratando con gran delicadeza a los niños indígenas que acudían a diario a sus clases. Allí trabajó con mucha dedicación en la preparación de los documentos que se necesitaban para establecer la escuela «María Inés Teresa Arias» y que fuera incorporada a la Secretaría de Educación Pública.

Sobre todo en esa comunidad, con gran entrega, supo fusionar su tarea de misionera como maestra de los niños pequeños y catequista de las familias del paraje echando mano, gracias a su creatividad, de los mismos elementos naturales que el lugar le ofrecía. Trabajó también como asesora de jóvenes para una secundaria abierta.

Coherente siempre con su vida religiosa, supo entregarse hasta los últimos años de su vida con humildad y sencillez, aceptando las limitaciones que iban llegando junto al peso de los años

Sus Bodas de Oro fueron el 15 de agosto de 2004, año en que se festejó el centenario del nacimiento de la fundadora del instituto, la beata Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. Con gratitud al Señor y con un gran amor a la Santísima Virgen, dio gracias al Señor por los dones recibidos y por la oportunidad de haber podido darse en la misión de su querida congregación.

Cuando ya vio llegar la última etapa de su vida, visitada por la enfermedad del cáncer, quiso despedirse y agradecer a sus familiares, a las hermanas de comunidad, a los amigos, todo lo que de ellos había recibido, ofreciendo hasta el último momento sus oraciones y sacrificios por todos. fue viviendo cada paso del avance de su enfermedad unida a la pasión de Cristo con paz y serenidad. Sus hermanas de comunidad aseguran que nunca la escucharon quejarse de su enfermedad, sino supo aceptarla como un tesoro.

La hermana Rosario Munguía murió el 23 de abril del año 2013 en la Casa del Tesoro, en Guadalajara Jalisco, México.

Padre Alfredo.

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