viernes, 14 de febrero de 2020

«La hermana Clara Kaneko»... Vidas consagradas que dejan la huella de Cristo XLIV

Hace unos días, el 5 de febrero pasado, murió en Pamplona, España, la hermana Clara Kaneko, una religiosa Misionera Clarisa japonesa que conocí hace muchos años allá mismo en España.

Clara Akiko Kaneko nació el 14 de octubre de 1941 en Yamagata Ken, Japón en el seno de una familia que vivió los estragos de la guerra y educó a los tres hijos con amor y sacrificio. Clara solía contar lo felices que marchaban a la escuela siendo niños y deslizándose entre la nieve desde las ventanas de su casa. Con los años tendría el gran regalo de bautizar ella misma a sus padres, convertidos al cristianismo. 

Ya siendo jovencita, fue a Tokio a continuar con sus estudios superiores y llegó a vivir a la residencia estudiantil «Elizabeth Kay», de nuestras hermanas Misioneras Clarisas en donde participaba con sumo interés en las charlas de formación y clases que las hermanas impartían a las jóvenes que se interesaban. Gracias a esto y al testimonio de las hermanas religiosas, Clara pidió ser bautizada y recibió los sacramentos de iniciación en la capilla de la Comunidad de nuestras hermanas Misioneras Clarisasen esa ciudad.

En el trato con sus demás compañeras Clara se distinguía por su sonrisa, su servicio y su caridad, al grado de que una de las chicas llegó a decir que si los cristianos eran como Clara, ella se haría cristiana.

Allí, en la misma residencia universitaria, Clara recibió la invitación de Nuestro Señor a seguirle más de cerca en la vida consagrada y después de un tiempo de discernimiento y afrontando con entereza la separación de su familia en un país en donde el cristianismo representaba y sigue representando una pequeña minoría, solicitó ingresar con las Misioneras Clarisas el 17 de mayo de 1964 y después de recibir la formación básica como aspirante y postulante, inició su noviciado allí mismo en Tokio. 

El 2 de junio de 1968 realizó su primera profesión religiosa, abrazando los votos de pobreza, castidad y obediencia. Tuvo la dicha de conocer a la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, fundadora de nuestra Familia Misionera y de asumir su carisma y espiritualidad, guardando siempre en su corazón las enseñanzas que de la beata recibió en sus diversas visitas a este país del Sol Naciente.

Desde muy joven en su vida consagrada dio grandes muestras de amor a la vida apostólica. Fue fundadora, gracias a sus estudios de educación infantil, del kinder «Misión Santa Clara» que hasta la fecha sigue dando servicio.

Sus votos perpetuos, para entregarse a Dios para siempre, los hizo el 22 de junio de 1976 y en 1980 fue nombrada Maestra de Novicias para la región de Japón, servicio que desempeñó con gran entrega y generosidad por dos años antes de ser enviada a España por primera vez en donde permaneció de 1982 a 1984. Nuevamente destinada a Japón, estuvo en su país hasta 1990 en que fue nuevamente solicitada en España, para ser, entre otros encargos, superiora de la comunidad de Madrid y cuarta consejera regional. Allí en España celebró el XXV aniversario de su vida como Misionera Clarisa en Pamplona, en la casa regional.

Manteniéndose siempre muy japonesa sin olvidar su condición de misionera, supo inculturarse a España y las culturas de la comunidad de Pamplona, que es una comunidad multicultural compartiendo noticias de todo el mundo y comiendo de todo lo que no le hiciera daño.

La hermana Clara siempre se distinguió como religiosa Misionera Clarisa por su fidelidad al carisma inesiano y por adentrarse con mucha dedicación en el estudio de la vida, carisma, espiritualidad y obra de la beata María Inés, muy especialmente de la relación de la beata con la Santísima virgen de Guadalupe.

Con alegría y esmero hacía muchas actividades y si no sabía cómo, aprendía. Aprendió a tocar el órgano y a coser a máquina, gustaba de hacer trucos de magia para entretener a las hermanas y a las chicas de la residencia en los ratos de recreación y convivencia. Muy recta, servicial, sacrificada y delicada con toda la gente, estaba siempre sonriente, sin manifestar sus dolores o situaciones personales. siempre se manifestó muy atenta con las enfermas de la comunidad. Ella tenía artrosis y artrítis, enfermedades que supo llevar con generosidad y paciencia, sin que eso restara su alegría en la entrega.

Entre su tantas tareas, daba clase de japonés y de origami a las estudiantes del Colegio Mayor Santa Clara hasta el último momento de su vida.

Tuvo la dicha de asistir a la beatificación de Madre María Inés gozando inmensamente la visita a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe a quien tanto amó junto a Jesús Eucaristía, hecho que se manifestaba en sus largas horas de adoración ante el Santísimo.

El 11 de febrero de 2018, celebró sus Bodas de Oro tanto en España como en Japón, a donde viajó en el verano para compartir con familiares y amigos el gozo de su consagración.

Vivió sus últimos días siempre activa, hasta que el día 3 de febrero inesperadamente cayó en cama debido a una bacteria que le atacó los sistemas respiratorio y cardiaco y murió rápidamente el 5 de febrero. El médico responsable en hospital exclamó: «Se nos ha ido tan rápido, el cielo la llamaba y cuando es así, nosotros no podemos hacer nada».

La hermana Clara deja un testimonio hermoso de entrega, de sencillez, de mujer de oración, de hermana con un gran espíritu de familia entre quienes velaron su cuerpo en la capilla del Colegio Mayor Santa Clara dándole el último adiós.

Descanse en paz nuestra querida hermana Clara Akiko Kaneko cuya vida ha dejado las huellas de Cristo.

Padre Alfredo.

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