Hoy celebramos a Santa Escolástica, hermana de San Benito, un santo muy venerado dentro de la comunidad católica internacional. Santa Escolástica nació hacia el año 480 en el municipio italiano de Nursia y fue religiosa, consagrándose a Dios desde temprana edad. Algunas fuentes dicen que se estableció en Plombariola, fundando y gobernando un convento de la regla que su hermano había impuesto. Otras fuentes dicen que también es probable que haya vivido en una ermita con una o dos mujeres religiosas en la base de Monte Casino, donde hay una antigua iglesia que lleva su nombre. Lo que más se conoce de esta santa es que solía orar y compartir sobre la vida espiritual con su hermano una vez al año cuando iba a visitarlo. Pero, como no estaba permitido entrar al monasterio, él salía a su encuentro y la llevaba a una casa de confianza donde los hermanos pasaban el día hablando de temas espirituales, cantando y alabando al Señor.
San Gregorio hace una notable descripción del último encuentro de Santa Escolástica con San Benito y nos narra que en esa visita, la santa presentía que no volvería a ver más a su hermano, y que entonces le rogaba que no partiera esa noche sino al día siguiente pero él se negaba. San Benito se sentía incapaz de romper las reglas de su monasterio y entonces la santa apeló a Dios con una ferviente oración para que interviniera en su ayuda, y acto seguido, estalló una fuerte tormenta que impidió que su hermano regresara al monasterio. Los dos santos pasaron la noche hablando de las cosas santas y de asuntos espirituales. Tres días después, la santa murió, y su hermano que se encontraba absorto en la oración tuvo la visión del alma de su hermana ascendiendo al cielo en forma de paloma.
Así es el Señor, concede gracias abundantes a quien está de su lado, a quien le ama y le hace amar, a quien le sigue y aunque sea solamente tocando su manto, como dice el Evangelio de hoy (Mc 6,53-56) busca alcanzarle. En el Evangelio son continuas las noticias sobre cómo Jesús atendía a todos y nunca dejaba sin su ayuda a los que veía sufrir de enfermedades corporales, psíquicas o espirituales. Curaba y perdonaba, liberando a la persona humana de todos sus males. acompañaba, dejaba que todos se le acercaran... Para nosotros, como para Santa Escolástica, hay por lo menos dos caminos para encontrarnos con Él y tocarle. Una es a través de la Eucaristía y de la lectura y escucha de la Palabra de Dios. Ahí nos encontramos con Jesús tal y como fue y no tal y como nos gustaría que fuese. Otra manera es acercarnos a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados, a los más pobres, a los que están deprimidos y desamparados, a los que sufren, a los que están enfermos. Eso nos hará experimentar, sin ninguna duda, la humanidad viva y real de Jesús que nos cura de nuestras enfermedades y nos invita a ser sus discípulos–misioneros. Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, que nos conceda la gracia de abrir nuestro corazón a la presencia de Dios como lo hicieron estos santos hermanos, de tal forma que, al igual que Cristo, busquemos el bien a todos. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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