«Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré» (Mt 11,28) es la frase evangélica que el Papa Francisco ha querido elegir para celebrar hoy martes 11 de febrero la Jornada Mundial del Enfermo de este año. El 13 de mayo de 1992, San Papa Juan Pablo II instituyó el 11 de febrero la Jornada Mundial del Enfermo con estas palabras: «He decidido instituir la Jornada mundial del enfermo, que se celebrará el 11 de febrero de cada año, memoria litúrgica de la Virgen de Lourdes [...] La celebración anual de la Jornada mundial del enfermo tiene, por tanto, como objetivo manifiesto sensibilizar al pueblo de Dios y, por consiguiente, a las varias instituciones sanitarias católicas y a la misma sociedad civil, ante la necesidad de asegurar la mejor asistencia posible a los enfermos» dijo el santo Papa que probó en su propia carne el sabor de la enfermedad hasta sus últimos momentos de vida.
Para este año, en este día en que celebramos a Nuestra Señora de Lourdes, el Papa Francisco nos recuerda que «Jesús dirige una invitación a los enfermos y a los oprimidos, a los pobres que sabe que dependen completamente de Dios y que, heridos por el peso de la prueba, necesitan ser curados y a quien siente angustia por su propia fragilidad, dolor y debilidad, no impone leyes, sino que ofrece su misericordia, es decir, su persona salvadora». «A causa de la enfermedad —dice el Papa—, están de modo particular entre quienes, "cansados y agobiados" atraen la mirada y el corazón de Jesús y será en Él en quien encuentren la fuerza para afrontar las inquietudes y las preguntas que surgen en ustedes, en esta "noche" del cuerpo y del espíritu». ¿Qué hacemos por nuestros hermanos enfermos? ¿Oramos por ellos? ¿Asistimos a los que tenemos cerca? ¿Nos ocupamos de ellos? NO nos vaya a suceder como dice Jesús en el Evangelio de hoy (Mc 7,1-13): «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí».
«En esta XXVIII Jornada Mundial del Enfermo —dice el Papa Francisco—, pienso en los numerosos hermanos y hermanas que, en todo el mundo, no tienen la posibilidad de acceder a los tratamientos, porque viven en la pobreza. Me dirijo, por lo tanto, a las instituciones sanitarias y a los Gobiernos de todos los países del mundo, a fin de que no desatiendan la justicia social, considerando solamente el aspecto económico. Deseo que, aunando los principios de solidaridad y subsidiariedad, se coopere para que todos tengan acceso a los cuidados adecuados para la salvaguardia y la recuperación de la salud. Agradezco de corazón a los voluntarios que se ponen al servicio de los enfermos, que suplen en muchos casos carencias estructurales y reflejan, con gestos de ternura y de cercanía, la imagen de Cristo Buen Samaritano». Pero los seres humanos, que somos tan ingratos, que somos tan falibles y a veces tan superficiales y mediáticos, que nos olvidamos de lo importante y de lo fundamental que es ver los unos por los otros y nos encerramos solamente agradeciendo que nosotros tenemos salud. Pidámosle a la Virgen María, Salud de los enfermos, que se manifiesta como Nuestra Señora de Lourdes, por todas las personas que están llevando el peso de la enfermedad, pidamos por sus familias y por los agentes sanitarios. La Virgen de Lourdes nos consuela y nos indica dónde esta Jesús: en el mundo del dolor, en el mundo de los que están enfermos; en los que trabajan por los enfermos, allí también está. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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