Recuerdo a la hermana Conchita Larios como una hermana muy dinámica, profunda conocedora de la cultura universal y de la cultura de México. Conchita murió el 4 de marzo del 2004 pero sigue viva en su legado como una incansable misionera en el campo de la educación y la evangelización de la niñez y la juventud.
Concepción Larios Guerrero nació el 28 de julio de 1942 en Sayula, Jalisco, México y el 9 de julio de 1977 ingresó a la congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento en Cuernavaca, Morelos para dar sus primeros pasos en la vida consagrada. El 24 de junio de 1978 inició allí mismo su noviciado.
El 15 de agosto de 1980, tuvo la dicha de emitir su profesión religiosa en la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México, recibiendo sus votos la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento.
Conchita fue una excelente maestra, y a eso dedicó su vida como consagrada. Con unos dones que supo reconocer venidos de lo alto, fue una enseñante bondadosa y firme a la vez para formar a Cristo en los alumnos, ideal de la beata María Inés Teresa que ella recordó siempre. Junto a ello recordaba palabras y frases de su fundadora que la animaban a entregarse de lleno a la tarea formativa. Ella recordaba que la beata decía que educar es una misión, porque humaniza y dignifica al hombre imagen de Dios.
El 22 de agosto de 1987, hizo su profesión de votos perpetuos en la parroquia de San José Obrero, en Monterrey, en una ceremonia que aún recuerdo, pues tuve la gracia de estar allí. Conchita se vea radiante junto a un buen grupo de Misioneras Clarisas que buscaban consagrarse para siempre al Señor.
Siempre alegre y sencilla, con un gran amor a Jesús Eucaristía como centro de su vida y a María Santísima como Madre, fue siempre celosa de las encomiendas que le daban siguió enseñando, convencida de que plasmar en el alma de la niñez y de la juventud los valores culturales era llevarles el Evangelio en la práctica. 40 años de su vida, antes y después de ser religiosa, los pasó sumergida de lleno en la labor educativa pasando la mayor parte de su vida religiosa en Ciudad de México, en el Instituto Scifi y en Huatabampo, en el Colegio Sonora en ese estado.
Además de la educación intelectual, Conchita tuvo épocas en que fue destinada la aeducación en la fe de los niños y adolescentes. Estuvo en Buena Vista de Cuellar, Guerrero los años 1993 y 1994 y en Arandas, Jalisco de 1995 a 1997.
Los últimos años de su vida los pasó en la Casa del Tesoro, en Guadalajara Jalisco, México, aquejada por diversos padecimientos que fueron minando su salud pero no su entusiasmo por aprender y enseñar. Murió estando hospitalizada por uno de esos padecimientos dejando así la mejor lección de su vida: ser siempre fiel a la voluntad de Dios.
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario