¡Oh Dios de gran misericordia!
bondad infinita, hoy toda la humanidad clama,
desde el abismo de su miseria, a tu misericordia,
a tu compasión, ¡oh Dios!,
y grita con la potente voz de la miseria:
¡Dios indulgente,
no rechaces la oración de los desterrados de esta tierra!
¡Oh, Señor, bondad inconcebible!,
que conoces perfectamente nuestra miseria
y sabes que por nuestras propias fuerzas
no podemos ascender hasta Ti.
Te imploramos nos anticipes tu gracia
y que multipliques incesantemente
tu misericordia en nosotros,
para que cumplamos fielmente
tu santa voluntad
a lo largo de nuestras vidas
y a la hora de la muerte.
Que la omnipotencia de tu misericordia
nos proteja de las flechas de los enemigos
de nuestra salvación,
para que con confianza, como tus hijos,
esperemos tu última venida,
ese día que sólo Tú conoces.
Y, a pesar de toda nuestra miseria,
esperamos recibir todo lo que Jesús nos ha prometido,
porque Jesús es nuestra esperanza:
a través de tu corazón misericordioso,
como a través de una puerta abierta,
entramos en el cielo.
¡Oh, misericordioso Jesús! Tu bondad es infinita
y los tesoros de tu gracia inagotables.
Yo confío eternamente en tu misericordia.
Y me consagro eternamente a Ti
para vivir bajo los rayos de tu gracia y amor
que botaron de tu Santísimo Corazón en la cruz.
Yo deseo propagar tu misericordia
por medio de las obras espirituales
y corporales de misericordia,
especialmente convirtiendo a los pecadores,
consolando a los pobres, afligidos
y enfermos ayudándolos.
Pero Tú me vas a proteger
como tu propiedad y tu gloria,
pues yo temo todo de mi debilidad
y espero todo de tu gran misericordia.
Que toda la humanidad conozca
el abismo incomprensible de tu gran misericordia,
y ponga toda la esperanza en ella
y la alabe por toda la eternidad. Amén.
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