sábado, 1 de agosto de 2020

«Profetas, como Juan el Bautista»... Un pequeño pensamiento para hoy


Empezamos un nuevo mes, en medio de esta pandemia que parece no acabar pronto y lo hacemos con la figura de Juan el Bautista, que aparece hoy en la escena de su martirio que el Evangelio nos presenta (Mt 14,1-12). Una figura recia y admirable, en su coherencia, en la lucidez de su predicación y de sus denuncias, por eso es precisamente que está encarcelado. A Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, hijo de Herodes el Grande —el de los niños inocentes de Belén—, lo que oye contar de Jesús le recuerda a Juan el Bautista. No tiene la conciencia tranquila, porque le había hecho matar en la cárcel, por instigación de Herodías, como nos cuenta la historia que nos narra el evangelista. Juan es precursor de Jesús. Es valiente y comprometido. Dice la verdad, aunque desagrade. A Jesús le espera el mismo destino que a Juan el Bautista que es su precursor. Un profeta auténtico no sólo es rechazado en su tierra —como decía Jesús en el Evangelio de ayer—, sino que ese rechazo termina, muchas veces, con la muerte.

Juan el Bautista es el último profeta del Antiguo Testamento. Se enfrenta abiertamente con los gobernantes de la nación invitándolos al cambio y para reclamar un comportamiento según la ley. El Bautista quiere revivir la experiencia liberadora del éxodo y recordar a su pueblo que el destino depende completamente de la fidelidad a Dios. Sin embargo, como todo profeta, es víctima de las veleidades de los gobernantes. Herodes, aunque le tenía algún respeto, cede ante las presiones de su adúltera mujer y de su hija manipulada por ella y su perversidad y para no quedar mal con sus invitados lo manda decapitar. Juan el Bautista es figura de muchos cristianos que a lo largo de la historia han muerto víctimas de la intolerancia por el testimonio que daban contra situaciones inaguantables. En el mundo los profetas como Juan siempre están presentes y los que son auténticos suelen terminar, como él, en el martirio. Quien es profeta como Juan es consciente de que debe de interpretar y vivir las realidades de este mundo desde la perspectiva de Dios. Por eso, muchas veces, hay que denunciar el desacuerdo entre lo que debería ser y lo que es, entre lo que Dios quiere y lo que los intereses de determinadas personas o grupos pretenden. Un buen cristiano deberá estar siempre dispuesto a todo. Vale la pena ser coherentes y dar testimonio del mensaje de Jesús en nuestro mundo como los santos. A unos el Señor pedirá el martirio, a otros la confesión de la fe dando la vida en el martirio de cada día.

Celebramos este día a san Alfonso María de Ligorio, un santo excepcional a quien el Señor no le pidió el martirio de sangre, sino la total entrega de su vida en el gastar y desgastar su vida por el Reino y sus valores. San Alfonso nació cerca de Nápoles el 27 de septiembre de 1696. Siendo aún niño fue visitado por san Francisco Jerónimo el cual lo bendijo y predijo para él grandes bendiciones y sabiduría. A los 16 años —caso excepcional— obtiene el grado de doctor en ambos derechos, civil y canónico, con notas sobresalientes en todos sus estudios. Por revelación divina, abandonó todo en el mundo y se convirtió en apóstol incansable del Señor Jesús. La tarea no fue fácil. A los 30 años de edad fue ordenado sacerdote, y desde entonces se dedicó a trabajar con las gentes de los barrios más pobres de Nápoles y de otras ciudades, a quienes les enseñaba el catecismo. El 9 de noviembre de 1752 fundó, junto con otros sacerdotes, la Congregación del Santísimo Redentor (o Padres Redentoristas), y siguiendo el ejemplo de Jesús se dedicaron a recorrer ciudades, pueblos y campos predicando el evangelio. En 1762 el Papa lo nombró obispo de Santa Agueda, cargo que aceptó con humildad y obediencia, predicando el Evangelio, formando grupos de misioneros y dando catequesis a los más pequeños y necesitados. Fue un escritor muy prolífico; al morir dejó 111 libros y opúsculos impresos y 2 mil manuscritos. Durante su vida vio 402 ediciones de sus obras. Que él y María Santísima nos ayuden a ser profetas como Juan el Bautista. ¡Bendecido sábado, primer día de un nuevo mes!

Padre Alfredo.

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