Graciela Patrón Trujillo nació el 23 de noviembre de 1923 en Chinameca Veracruz, México y fue bautizada el 4 de septiembre 1924 en la Parroquia de San José, en la ciudad de Coatzacoalcos, Veracruz. Fue la primogénita de los cuatro hijos con los que el Señor bendijo a la familia Patrón Trujillo. Desde pequeña destacó por su carácter vivo. Era muy inquieta y creativa, ávida de conocer cosas nuevas y siempre dispuesta a aprender, así que se fue cultivando desde la infancia tanto en las cosas de Dios, como en el aspecto humano e intelectual.
En su juventud, en el año de 1947, mientras estudiaba la carrera de Ingeniería Química Industrial, su corazón inquieto, la llevó a buscar al Señor de una manera más radical como Terciaria Franciscana. Así llegó al Monasterio del Ave María, donde conoció a la beata Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, a quien le expresó su deseo de consagrarse al Señor. La beata le recomendó terminar su carrera antes de ingresar y así lo hizo. Durante el tiempo en que tuvo que esperar para ver realizados sus anhelos, Dios, en su infinita sabiduría, permitió para ella, diversas pruebas que le sirvieron para fortificar su vocación, entre ellas la oposición de su padre.
El 19 de marzo de 1950 ingresó a la congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento. Inició su noviciado el 28 de diciembre de ese mismo año y su primera profesión se llevó a cabo el 18 de agosto de 1952, ceremonias que contaron con la presencia de la Madre Fundadora, la beata María Inés en la Capilla de la Casa Madre, en Cuernavaca Morelos, México.
Desde el inicio de su vida religiosa pasaron, hasta el día en que murió, el 24 de julio de 2020, más de 70 años en los que realizó, hasta poco tiempo antes de morir, un trabajo misionero incansable. Su vida contemplativa y misionera la vivió con gran observancia y fidelidad, siendo diligente, creativa y de grandes alcances en todo lo que la Madre Fundadora le encomendaba, por lo que se puede afirmar que, su labor traspasó fronteras de todo tipo. Una nota característica de su gran labor fue la humildad y la sencillez, que siempre envolvieron a esta gran misionera.
A pocos días de emitir sus primeros votos, en septiembre de 1952, tuvo su cambio a la casa de Puebla, donde permaneció por nueve años. Durante este periodo de tiempo, fue Catedrática de la Universidad Femenina, Directora General y superiora local de la comunidad para el período de 1957 a 1962. A este apostolado se entregó con alma, vida y corazón, ganándose el cariño de todas las alumnas y la admiración y respeto de los padres de familia. Como una de las pioneras y responsables de la Universidad, le tocó iniciar la construcción de estas instalaciones, lo que la llevó a organizar innumerables giras para promocionar la Universidad, tanto dentro, como fuera de la República Mexicana (Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador). La gran labor que tanto ella como las primeras hermanas Misioneras Clarisas sembraron en la Universidad Femenina, se puede constatar en las reuniones anuales de exalumnas, de las cuales la Hna. Graciela siempre fue parte medular, ya que cuando coincidía con alguna de sus visitas a México asistía a este evento y si no le era posible, lo hacía por medio de un mensaje lleno de cariño y cercanía que les hacía llegar.
El 25 de agosto de 1957 emitió su profesión perpetua en la Capilla de la Casa Madre y su labor misionera siguió siendo incansable y con un corazón al estilo del de la Madre Inés, sin fronteras.
En el Capítulo de 1961, fue nombrada Consejera General. Durante este período, además de continuar con sus responsabilidades en Puebla, se le encomendó la tarea de buscar un local e iniciar los trámites para la fundación de lo que hoy es el Instituto Scifi, en la Ciudad de México.
En el año de 1963, realizando un viaje con la beata María Inés a la Ciudad de Roma, vieron la posibilidad de una fundación en esta ciudad, por lo que la beata le pidió a la hermana Gra —como cariñosamente la llamamos siempre— que se quedara para que se iniciara el proceso del traslado de la Casa General a la Ciudad Eterna. Los primeros años estudió la lengua italiana y algunos cursos de enfermería hasta que en 1965, se dio paso al establecimiento de la primera Comunidad en Roma: el Instituto Traumatológico Ortopédico Romano, del que fue directora y, al mismo tiempo, Superiora de la comunidad. Posteriormente, en el año 1966, se fundó la Casa de Convalecencia Giovi, en Monte Sacro, primera Sede del Gobierno General donde prestó también sus servicios como Superiora Local.
Fue responsable como superiora regional de la existente región Euro-Indo-Africana, allá por 1967, así como, representante legal de la Casa Procura y encargada ante la Secretaría de Estado y la Congregación para los religiosos, de todos los trámites legales.
Durante este período, concretamente en el año 1972, atendiendo a la llamada que las Instituciones Internacionales, de manera especial Caritas, hacían a las Comunidades Religiosas, pidió permiso para ausentarse de la Casa General y de sus cargos con el deseo de prestar servicio como voluntaria en la India a los prófugos de Pakistán, que en aquél momento necesitaban de su ayuda. Este servicio lo prestó durante seis meses junto con la Hna. Angelina Ávila también de feliz memoria y de quien ya he hablado en alguna ocasión.
Además de estas responsabilidades, fue Procuradora General de Misiones, cargo que continuó casi ininterrumpidamente hasta el año 2015, siendo diligente y tenaz en pedir ayudas, que fue fundamental, para el inicio y sostenimiento de muchas de las misiones nacientes de la congregación. Su trato amable, sencillo y atento, se ganaba los corazones de todos los dirigentes de las grandes organizaciones de ayuda. Su corazón generoso no conoció fronteras, estuvo siempre atenta a las necesidades de todas sus hermanas del mundo entero, poniendo especial énfasis en las Casas de Formación y consiguiendo becas de estudio para las hermanas jóvenes.
En el año 1974, después del Capítulo General, fue trasladada a la Casa Madre, donde fue feliz realizando las labores de casa que tanto gozaba, pero su corazón inquieto, la llevó a realizar giras vocacionales, misiones populares, fue la encargada de los trámites y la apertura de la Casa de Arandas y fue gran promotora de las películas del Rosarios del Padre Peyton. En este detalle y en muchos otros se puede palpar que fue un alma profundamente Mariana, ha sido impactante para quienes la acompañaron los últimos meses de su vida, el testimonio que daba al verla rezar el Santo Rosario cuando se le invitaba a hacerlo, aún en el lecho del dolor y cuando ya no podía articular bien las palabras. El Ave María, jamás lo olvidó y lo pronunciaba de forma clara, con el cariño de una hija pequeña y confiada completamente a su Madre Celestial.
En agosto de 1976, fue enviada a la Casa de Garden Grove, California donde prestó el servicio de Superiora Regional. Durante este período, promovió y llevó a cabo la construcción de la Casa de Santa Ana, California, actual sede del Gobierno Regional. Siendo ella Superiora Regional de Estados Unidos, la beata Madre María Inés se agravó y por ello la Madre Teresa Botello pidió a todas las Superioras Regionales se presentaran en Roma para darle el último adiós, fue así que la hermana Graciela tuvo la dicha de vivir muy de cerca los últimos días de vida de la Madre Fundadora, momentos de gracia que dejaron en ella una huella profunda.
En el Capítulo de 1982, fue elegida Secretaria General de la Congregación, retomando, a nivel general, el cargo de Procuradora General de Misiones. A partir de este año, hasta el año 2000, desempeñó diversos cargos en el Consejo General, y participó en todos los Capítulos Generales de la Congregación hasta el año 2000.
Desde el año 1993 hasta el año de la fundación de la Misión de la India, en 1994, estuvo al pendiente de todos los trámites necesarios para la fundación de esta querida Misión, cumpliendo así el gran deseo de la beata María Inés, de que sus hijas llegaran a estas tierras.
Fue muy activa en cuestión pastoral; siendo muchos años Ministro Extraordinario de la Comunión, sobre todo en Castel Giubileo, en Roma, llevando semanalmente la Comunión a los enfermos de la comunidad Parroquial. También, colaboró en los «Centros de escucha» que se formaron como preparación para el Año del Jubielo del 2000, donde se meditaba semanalmente la Palabra de Dios.
Como hermana, mantenía siempre una sonrisa o una chispa que alegraba el corazón de quien se cruzara con ella. Con jaculatorias, hacía mantener viva la presencia de Dios en el corazón de quien le acompañaba, siendo un gran testimonio, sobretodo para las hermanas jóvenes que convivían con ella.
Yo la conocí cuando hacía mi noviciado en Roma y gurado de ella muchísimos recuerdos y sobre todo enseñanzas. Alegremente realizaba las labores de la casita de Nazareth, fuera en la cocina, cuidando del jardín, doblando servilletas para el comedor, etc.; reconocía el gran valor que tienen los trabajos manuales y de casa para nosotras como misioneros hijos de Madre Inés. Ella misma hace el siguiente comentario: «durante toda mi vida religiosa he desempeñado toda clase de trabajos manuales, aunque sea por poco tiempo: sacristía, lavandería, panadería, jardín, huerta, cuidado de cerdos, aseos de casa, chofer, cocina, enfermería, etc., etc. Esto lo hacemos todas las misioneras clarisas y Nuestra Madre Fundadora nos dio siempre ejemplo». Además, sabía trasmitir a las hermanas más jóvenes, a los Msioenros de Cristo y a los Vanclaristas, todo lo que de la beata María Inés Teresa aprendió, corrigiendo fraternalmente, con simpatía y caridad algún detalle de orden, de buenos modales, de espíritu apostólico y otros; pero sobre todo dando testimonio con su vida.
Era siempre responsable, muy religiosa, se esforzaba mucho en todo lo que hacía, prestando atención hasta en los más mínimos detalles. Fue muy atenta y agradecida, cuidadosa al realizar los proyectos que presentaba a las diferentes organizaciones, pidiendo ayuda para las misiones y casas de formación, sabiendo siempre agradecer. Además, fue muy trabajadora y tenaz.
No obstante su edad, en la época de los grandes cambios de la humanidad que le tocó vivir, se esmeró en aprender a usar la tecnología con el fin de servir y trabajar más por la extensión del Reino de Dios. La recuerdo mucho en Cuernavaca, cuando trabajábamos en el proceso diocesano para la beatificación de Madre Inés, empeñada en aprender a utilizar la computadora para ayudarnos... ¡y lo logró! Regalándonos bastante tiempo de su trabajo al pasar escritos de la aquel entonces Sierva de Dios. La hermana Gran era un verdadero testimonio de constancia y perseverancia para quien laboraba con ella, por lo menos así lo palpé yo en aquellos días de intenso trabajo que teníamos en la Casa Madre.
La hermana Gra le tenía un profundo amor y respeto a Jesús Eucaristía, y siguiendo el ejemplo de la beata María Inés, fue un verdadero testimonio de fidelidad a la Iglesia y sus pastores, siempre al pendiente de las enseñanzas del Santo Padre.
Su vida misionera fue muy fecunda, realizó más de 30 viajes internacionales y tantos otros dentro de los países donde residía. Hizo rifas para ayudar a las misiones y obras nacientes, giras para promover Centros Educativos (Universidad Femenina, Colegio Mayor Santa Clara, etc), encargos de nuevas fundaciones y asuntos referentes al Gobierno General. Y como digna hija de la beata Madre María Inés, aún cuando sus fuerzas se fueron debilitando, por su avanzada edad, se le veía de rodillas ante Jesús Eucaristía, desde donde seguía siendo misionera con la oración y sacrificio.
A sus 96 años, se podría decir que la hermana Gra gozaba de buena salud, pues no padecía ninguna enfermedad degenerativa, solamente se le tenía que cuidar su dieta por problemas de digestión. En los últimos años, ella contaba siempre con la ayuda de alguna hermana para que la asistiera en sus necesidades sin embargo, en la última etapa, debido a que no podía ya permanecer sola ni un momento, las hermanas de la comunidad con gran caridad fraterna, se turnaban por una o dos horas, para atenderla las veinticuatro horas. Hace dos años la vi por última vez, siempre contenta, preguntando por los hermanos Misioneros de Cristo, por los Vanclaristas, por mi familia de sangre.
El 14 de mayo de este 2020, la hermana Graciela comió con la comunidad y se fue a descansar, después de este descanso, las hermanas notaron algo extraño en ella por lo que se le llamó al Dr. Sandro Colauida, amigo y bienhechor de la comunidad y le pronosticó una isquemia cerebral transitoria producida debido a un coágulo o algún otro problema que corta el flujo de sangre en una zona del cerebro.
Las secuelas que tuvo a raíz de este evento fueron la falta de capacidad para expresar ideas y el lenguaje. Más o menos en veinte días se fue recuperando y poco a poco empezó a comer, podía decir palabras y frases más articuladas, tenía fuerzas en las piernas para caminar, sin embargo, la última semana de su vida tuvo un retroceso significativo como parte del mismo problema. El 20 de julio se le diagnosticó anemia y arritmia debido a lo cansado que estaba su corazón que llegaba a pararse en lapsos pequeños.
Murió el 24 de julio de este año de 2020 rodeada del cariño de toda su comunidad que tanto amaba. Su corazón misionero que mucho amó a Nuestro Señor dejó de latir para esta tierra para cantar un eterno Te Deum en la presencia de su Amado Esposo. Vemos —como dicen las hermanas Misioneras Clarisas en su reseña sobre la hermana Graciela— que, por la infinita misericordia de Dios, en esta pequeña hija de la beata María Inés se cumple la visión profética de la entrada a la Casa del Padre de una Misionera Clarisa: «Cuando se presenta a los umbrales de la eternidad; cuando sale a recibirle el Esposo y le pide cuenta de la mies que le ha confiado, ella le contesta llena de gozo: Señor, hice por ella todo lo que pude, sin esquivar trabajo ni amarguras, tú lo sabes; ahora se prepara la cosecha, los granos están por dorarse, un rayo más de tu divina gracia y estarán a punto» (La Lira del Corazón).
Su entrega fue humilde, sencilla, incondicional y sobre todo muy fecunda, de manera especial durante tantos años que colaboró tan directamente con la Madre Fundadora, siendo, junto con las primeras hermanas Misioneras Clarisas, cimientos fuertes, pilares firmes,
¡Descanse en paz nuestra querida hermana Graciela Patrón Trujillo!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario