domingo, 30 de agosto de 2020

«Negarse... tomar la cruz... seguir»... Un pequeño pensamiento para hoy


Los tres verbos que aparecen en el relato evangélico que la liturgia de la palabra nos propone para este domingo (Mt 16,21-27), que son «negarse», «tomar la cruz» y «seguir», explican perfectamente en qué consiste ser discípulo–misionero de Cristo. La renuncia a sí mismo denota algo radical, fundamental. «Negarse» a sí mismo exige que el discípulo–misionero no piense en su interés propio, ni se preocupe por sí mismo; exactamente como Cristo, que, olvidándose a sí mismo, tiene continuamente presente su misión, enteramente libre para los demás. La expresión «tomar la cruz» significa en el contexto actual que el discípulo no debe hacerse atrás ni siquiera ante la condena, aun la más infamante. Es la renuncia a la seguridad para seguir al Maestro, que lleva a los suyos hacia la cruz. El verbo «seguir» significa ir en seguimiento del Jesús histórico. Naturalmente, no es un mero seguir exterior; es una adhesión interior. Pero se trata también de tomar parte en el destino histórico de Jesús; una verdadera comunión de vida y de sufrimiento con el Maestro, aunque sea con modalidades diferentes de acuerdo con el temperamento y carácter de cada uno.

La dificultad de la expresión «negarse», reside en el inevitable contenido ascético que en sí misma tiene y que en nuestra época no es muy aceptada debido al confort excesivo en el que muchos viven, aún en medio de una pandemia tan terrible como ésta. La negación que aquí se contempla no es la que nace del ejercicio que uno mismo voluntariamente se impone, sino del que le imponen los demás. Negarse a sí mismo significa ponerse al último de los demás, estar dispuesto a renunciar al propio tipo de vida en aras de los demás. Negarse a sí mismo es, en definitiva, olvidarse de sí mismo por estar pendiente de los demás. El «tomar la cruz» tiene también un sentido muy concreto, porque sabemos perfectamente lo que significa, compartir el mismo destino de Cristo, dar la vida. De aquí se deduciría que el comprometerse a «seguir» a Jesús significa arriesgarse a un tipo de vida tal que es tan difícil como el último camino del condenado a muerte. El seguimiento de Cristo comprende para todos la disposición para recorrer el camino con Cristo.

El día de hoy nos ofrece, al celebrar a santa Rosa de Lima, un ejemplo muy claro de este «negarse», «tomar la cruz» y «seguir» a Cristo. Rosa es una santa que se propuso irse de monja agustina, pero el día en que fue a arrodillarse ante la imagen de la Virgen Santísima para pedirle que le iluminara si debía irse de monja o no, sintió que no podía levantarse del suelo donde estaba arrodillada. Llamó a su hermano a que le ayudara a levantarse pero él tampoco fue capaz de moverla de allí. Entonces se dio cuenta de que la voluntad de Dios era otra y le dijo a Nuestra Señora: «Oh Madre Celestial, si Dios no quiere que yo me vaya a un convento, desisto desde ahora de su idea» y se «negó» a sí misma para «tomar la cruz» y «seguir» a Jesús no como ella quería, sino como el Señor lo marcaba. Tan pronto pronunció estas palabras se pudo levantar fácilmente y seguir con su vida. Seguía pidiéndole a Dios que le indicara a que asociación religiosa debería ingresar. Y de pronto empezó a llegar junto a ella cada día una mariposa de blanco y negro. Y revoloteaba junto a sus ojos. Con esto le pareció captar que debería buscar una asociación que tuviera un hábito de blanco y negro. Y descubrió las terciarias dominicas, que se vestían con túnica blanca y manto negro y llevaban vida como de religiosas, pero vivían en sus propias casas. Y pidió ser admitida y la aceptaron. Ni siquiera sus últimos días fueron como ella se hubiera imaginado. Tuvo una terrible y dolorosa agonía, expiró con la alegría de irse a estar para siempre junto al amadísimo Salvador. por el que se negó, tomó la cruz y siguió a Jesús. Tenía 31 años. Pidamos a María Santísima que nos ayude y que interceda para que comprendamos lo que es esta hermosa manera de hacer la voluntad del Padre como Jesús. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

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