sábado, 22 de agosto de 2020

«Fiesta de María Reina»... Un pequeño pensamiento para hoy

El pueblo cristiano siempre ha reconocido a María como Reina por ser madre del Rey de reyes y Señor de Señores. Su poder y sus atributos los recibe, por eso mismo, del Todopoderoso: Su Hijo, Jesucristo. Es él quien la constituye Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres y aún de los ángeles. Hoy en la Iglesia celebramos esta fiesta de María Reina que fue instituida por el Papa Pío XII, en 1954. María ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina y Señora del universo. Ella fue elegida para ser Madre de Dios y sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra. María está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de él.

La realeza de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo. Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males. Si bien todos reinaremos con Cristo, María Santísima participa de su reinado de una forma singular y preeminente. Esto significa que Dios le ha otorgado su poder para reinar sobre todos los hombres y los ángeles, y para vencer a Satanás. En su Encíclica «Ad coeli Reginam», Pio XII expresó que «la Beatísima María debe ser llamada Reina, no sólo por razón de su Maternidad divina, sino también porque cooperó íntimamente a nuestra salvación. Así como Cristo, nuevo Adán, es Rey nuestro no sólo por ser Hijo de Dios sino también nuestro Redentor, con cierta analogía, se puede afirmar que María es Reina, no sólo por ser Madre de Dios sino también, como nueva Eva, porque fue asociada al nuevo Adán». Uno de los santos más conocidos por su amor a María, san Alfonso María de Ligorio se pregunta: «¿Por qué la Iglesia llama a María Reina y Madre de misericordia? Porque Ella —responde el mismo santo— abre los caminos de la misericordia de Dios; ningún pecador, por enormes que sean sus pecados, se perderá si se encomienda a María y Ella lo protege».

El Evangelio de hoy (Mt 23,1-12) marca el estilo de reinado que Cristo quiere y que María llena a la perfección. Ante los arrogantes fariseos que le rodean, Jesús deja muy en claro que quiere que en su Reino seamos como árboles que no sólo presenten una apariencia hermosa, sino que demos frutos. Que no sólo «digamos», sino que «cumplamos la voluntad de Dios». Exactamente como él, que predicaba lo que ya cumplía. Esa es la manera de reinar de María, en sencillez y alegría, dando frutos maravillosos. María está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él. La Iglesia la proclama Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes. Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos. No dejemos de encomendarnos a Ella. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

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