miércoles, 26 de agosto de 2020

«San Junípero Serra»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy quiero detenerme en mi reflexión en la vida de uno de los santos que se celebran el día de hoy: Junípero Serra Ferrer. Un gran misionero que nació el 24 de noviembre de 1713 en Petra, Mallorca (España) y que fue bautizado con el nombre de Miguel José. A los 16 años se convirtió en fraile franciscano y cambió su nombre por el de Junípero. En 1749 y motivado por su celo evangelizador partió, junto con veinte misioneros franciscanos, hacia el Virreinato de la Nueva España, nombre colonial de México en aquel entonces. En las tierras mexicanas, Junípero impulsó su labor misionera en el Colegio de Misioneros de San Fernando. Luego de seis meses recibió la aprobación del Virrey para iniciar su misión en Sierra Gorda, un territorio montañoso donde ya habían fracasado algunos franciscanos. En este lugar permaneció 9 años. En 1767, Carlos III decretó la expulsión de todos los miembros jesuitas de los dominios de la corona, lo que incluía al Virreinato de Nueva España. Los jesuitas, que atendían la población indígena y europea de las Californias, fueron sustituidos por 16 misioneros de la orden de los franciscanos encabezados por fray Junípero Serra.

La comitiva salió de la ciudad de México el 14 de julio de 1767 y embarcó por el puerto de San Blas rumbo a la península de la Baja California. Tras una corta travesía arribaron a Loreto, sede de la Misión de Nuestra Señora de Loreto, que es considerada la madre de las misiones de la Alta y Baja California. Una vez que llegó la comitiva a la península, determinaron seguir explorando la Alta California para llevar la luz del Evangelio a la población indígena. El 3 de julio se erigió la Misión de San Carlos de Borromeo. En julio de 1771 se estableció la Misión de San Antonio de Padua y en agosto la de San Gabriel, que se encuentra en la actual área metropolitana de Los Ángeles. El 1 de septiembre de 1772 fundó la misión de San Luis Obispo de Tolosa. Junípero Serra falleció en la Misión de San Carlos Borromeo (Monterrey, California), el 28 de agosto de 1784. Sus restos se encuentran en la Basílica de esa misma misión. San Juan Pablo II lo beatificó en 1988 y fue proclamado Santo el 23 de septiembre del 2015 por el Papa Francisco en Estados Unidos.

¡Qué contrastante la vida de san Junípero con la de los personajes que nos pone el Evangelio de hoy (Mt 23,27-32)! Los letrados y fariseos que intentaban atribuirse la gloria de los profetas del pasado. Construían sepulcros a los profetas y ornamentaban los mausoleos de los justos. Mediante esas acciones pretendían, desolidarizarse del pecado que iban arrastrando, escondiendo también la hipocresía y la mentira, el rechazo a la Palabra de Dios que sigue actuando en el presente en la vida de muchos que actúan como ellos. El Dios de vida no puede encontrar un espacio en el ámbito de la muerte en que vive la dirigencia farisea de aquellos y de nuestros tiempos. Este es el punto desde donde se origina este lamento sobre el obcecamiento de los que, por su mala fe, no han querido abrir sus corazones al ofrecimiento de salvación. En contraste con todo esto, san Junípero Serra nos muestra con su vida y no sólo con sus palabras, el auténtico seguimiento de Jesucristo en una vida recta, justa y equilibrada que no anda con rodeos para justificar malas acciones, sino que habla de un corazón puro que gasta y desgasta la vida por la misión. Que María Santísima nos ayude a ser tan misioneros como este gran santo y que no nos quedemos nunca en palabrerías justificando lo que se sabe que está mal, como la soberbia, la presunción, la hipocresía, la vanidad. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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