miércoles, 9 de octubre de 2019

«Su naturaleza es picar»... Un pequeño pensamiento para hoy


Dos monjes estaban lavando sus tazones en el río cuando se dieron cuenta de que un alacrán se ahogaba. Uno de los monjes inmediatamente lo recogió y lo puso sobre el banco. En el proceso fue picado. Volvió a lavar su plato una y otra vez y cuando veía que el alacrán se caía al agua…lo volvía a recoger y volvía a ser picado. El otro monje le preguntó: «Hermano, ¿por qué tiene compasión y sigue salvando al escorpión cuando sabe que su naturaleza es picar?» Y el monje le respondió: «Porque ser compasivo y salvar es mi naturaleza». La compasión es la naturaleza de nuestra alma porque hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios y, como nos recuerda hoy el salmo 85 (86), el Señor es compasivo, bueno y clemente. Una definición general de compasión es: empatía y preocupación por el sufrimiento de los demás. Las palabras griegas y hebreas traducidas como «compasión» en la Sagrada Escritura hablan de tener misericordia o ser movidos a una piedad empática sin buscar recompensa alguna. La compasión de Dios es exaltada a lo largo de toda la Biblia (Miq 7,18-19; Sal 103,13-17; Rm 5,8; Rm 9,14-16; Ef 2,1-10). 

Pero un espacio de la Sagrada Escritura en donde podemos ver con mucha claridad la compasión de Dios para con nosotros es la oración del Padrenuestro (Mt 6,9-13 y Lc 11,1-4). Hoy la liturgia de la Palabra nos ofrece la versión de san Lucas, que es un poco más corta que la de san Mateo pero que igual nos muestra este aspecto divino que también ha sido grabado en nuestro corazón. El Padrenuestro es una oración entrañable, que nos ayuda a situarnos en la relación justa ante Dios, pidiendo ante todo que su nombre sea glorificado y que se apresure la venida de su Reino. El centro de nuestra vida es Dios, que es, como dice el salmista: «entrañablemente compasivo, todo amor y lealtad». Él nos da el pan de nuestra subsistencia, nos perdona las culpas y nos da fuerza para no caer en la tentación. Hoy, que vamos a mitad de la semana ya, haríamos bien en decir el Padrenuestro por nuestra cuenta, despacio, saboreándolo, creyendo que Dios es Padre y es compasivo. 

Estamos en el Mes Misionero Extraordinario que nos ha invitado a vivir el Papa Francisco, podemos hoy, en nuestra tarea de discípulos–misioneros, invitar a otros a rezarlo con fe y con amor de hijos que agradecen la compasión de su Padre. Además, si nos damos tiempo, podemos hoy leer los comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica a las peticiones del Padrenuestro, en sus números 2759-2865, en los que presenta esta oración como el «corazón de las sagradas Escrituras», «la oración del Señor y oración de la Iglesia» y el «resumen de todo el evangelio». Creamos en el amor de Dios que es «bueno y clemente, rico en misericordia con los que le invocan» y pidamos tener también nosotros un corazón más abierto y compasivo para con este mundo que muchas veces es como un alacrán que pica y vuelve a picar. María, «Théotokos», la Madre de Dios, lleva tatuada la compasión de nuestro Dios en su corazón y nutre con su sangre a Jesús y a cada uno de sus seguidores: «¡Mira Hijo —le dice al Señor en Caná— no tienen vino! (Jn 2,3). Que ella nos ayude a ser también nosotros compasivos y misericordiosos. ¡Bendecido miércoles! 

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario