sábado, 12 de octubre de 2019

«Alegría, felicidad, dicha...»... Un pequeño pensamiento para hoy


En un reciente análisis que se ha hecho en los Estados Unidos, en torno a la alegría y a la felicidad en la vida de los adolescentes, los resultados de la encuesta revelan cuáles y cuántas de las actividades que los «teenagers» viven, están relacionadas con la alegría y la felicidad y cuáles no. Muchos de nuestros adolescentes viven en medio de ambientes que se esfuerzan por fabricar sonrisas forzadas fruto de una cultura no alegre que, como dice el Papa Francisco «inventa de todo para entretenerse, ofreciendo por todas partes trocitos de dolce vita». Hay mucha gente triste alrededor de nuestros muchachos, gente triste encerrada en horas y horas frente al televisor, gente cabizbaja sin buenos propósitos, gente que manda sus vidas por un tubo, gente que ha perdido la luz de la esperanza y ya no brilla; gente que vive con miedo, que practica el aburrimiento como deporte, que se entretiene en el sarcasmo, que critica siempre que puede, que es negativa, que desconfía de todo y de todos; gente que quiere calmar sus pesimismos y melancolías con celebraciones y placeres pasajeros; gente triste que teniéndolo todo, no tiene nada porque le falta la alegría en su corazón. 

Volviendo al análisis de la encuesta de la que hablo, revela que los adolescentes que pasan más tiempo conviviendo con los demás, haciendo amigos, practicando deporte, haciendo ejercicio, asistiendo a servicios religiosos, leyendo o incluso haciendo los deberes eran más felices y que, los adolescentes que pasan más tiempo en Internet, en los videojuegos, mandando mensajes inútiles en las redes o viendo la televisión eran menos felices. Es curioso que esto tenga que ver con la economía; los más felices son los que no necesitan tanto para lograrlo, los más infelices son los que dependen de cosas que cuestan más económicamente. La verdad es que no solo en los adolescentes, sino en la población en general, los niveles de felicidad en el mundo, según distintas mediciones, no han remontado desde 2012 cuando la economía se recuperó a nivel mundial progresivamente. Los los niveles de felicidad han seguido bajando a pesar de la mejora en la economía. Nadie está llamado a vivir en la tristeza y no podemos permitir que un mundo atosigado por el materialismo y el consumismo acabe con la alegría y la felicidad. En Papa Francisco ha sido varias veces cuestionado, en sus encuentros con adolescentes y jóvenes sobre cuál es su secreto para mantener la esperanza y la alegría en los momentos difíciles. El Papa ha dicho que, en primer lugar, como discípulos–misioneros de Cristo que somos desde nuestro bautismo, en el Evangelio «podemos entrever un poco el alma de Jesús, el corazón de Jesús: un corazón alegre». Nos ha dicho que «la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús». 

Todo esto me viene a la mente y al corazón por el salmo responsorial de este día (Salmo 96 [97]) y por el Evangelio de hoy (Lc 11,27-18). La alegría es uno de los principales temas de toda la Sagrada Escritura; se le encuentra por todas partes en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. El mensaje de la Biblia es profundamente optimista: ¡Dios quiere la felicidad de los hombres!, su alegría, su dicha. El salmista nos comparte que los que esperan la venida del gran Rey divino aborrecen el mal, aman al Señor, son los «hasîdîm», es decir, los fieles (cf. v. 10), caminan por la senda de la justicia, son rectos de corazón (cf. v. 11), se alegran ante las obras de Dios y dan gracias al santo nombre del Señor (cf. v. 12). Por su parte el Evangelio nos presenta la más grande alabanza de la dicha de María la Madre de Dios, en ella está la alegría y la felicidad porque escucha la Palabra de Dios y la hace vida. María no es solamente afortunada por haberlo traído al mundo, sino, sobre todo, por haber sido oyente de la Palabra y por haberla puesto en práctica: por haber amado y por haberse dejado amar por su Hijo Jesús. Hoy es sábado, la recordamos de manera especial, que ella, la «Causa de nuestra alegría», ruegue por nosotros. ¡Bendecido sábado! 

Padre Alfredo. 


P.D. No puedo olvidar que hoy, hace tres meses, fue llamado a la Casa el Padre don Alfredo, mi papá. Gracias a Dios si algo me llena el corazón al recordarle, es su inmensa alegría, la felicidad que siempre exultaba en su rostro, la alegría de ser hijo de Dios y amante fiel de María que siempre nos compartió. ¡Descanse en paz, que la paz y la alegría, van de la mano!

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