Jesús es la expresión viviente y la encarnación de la ternura de Dios de que habla el salmo 144 [145 en la numeración hebrea de nuestras Biblias] y otros más. Él es aquel cuyo «reino es para siempre y su imperio por todas las generaciones» aunque gran parte de la sociedad de hoy no lo acepte y busque diversas maneras de rechazarlo. El mundo moderno, marcado por el relativismo, está tentado a rechazar toda trascendencia. En esta perspectiva reduccionista, esos consideran que el universo y el hombre se bastan a sí mismos. Sin embargo hay algunos de de ser los ateos más lúcidos, han pasado a ser agnósticos, hombres y mujeres que, sin negar la existencia de Dios, consideran inaccesible para el entendimiento humano la noción de lo absoluto y, especialmente, de Dios y confiesan que la condición humana de permanecer en el ateísmo es trágica. Algunos de ellos, han cambiado su mirada hacia ese Dios del que decían que no existía y redefinen al hombre como «un ser que solamente puede realizarse en dependencia de Otro». El novelista, aventurero y político francés André Malraux (París, 3 de noviembre de 1901 – Créteil, 23 de noviembre de 1976) decía que «el problema principal para un agnóstico de nuestro tiempo es el siguiente: puede existir una comunión sin trascendencia, y si no, ¿sobre qué puede fundar el hombre sus valores supremos?... Soy un agnóstico ávido de trascendencia que aún no recibe su revelación».
Dios no es del mismo orden de lo creado. El salmista lo dice hablando de su magnificencia, de su gloria, de su grandeza. Dios nos supera totalmente, así como el infinito es de un orden completamente diferente al finito, sin embargo Dios quiere que existamos ante El y como dice el salmista: «No está lejos de aquellos que lo buscan; muy cerca está el Señor, de quien lo invoca». Dios, así, es también el totalmente próximo, el inmanente, el Dios con nosotros, el Dios que hizo la Alianza. El Señor es grande, clemente y misericordioso, bondadoso para todo el mundo, sus obras son obras de amor, está cerca de los que lo invocan. Sus acciones son calificadas por el autor del salmo de grandezas, proezas, hazañas, temibles proezas, favores, gloria, majestad. El Señor sostiene y endereza a los que se caen y se doblan, da la comida y sacia a todos los seres vivos, está cerca de los que lo invocan sinceramente, satisface los deseos de sus fieles y los salva, guarda a los que lo aman, destruye a los malvados pero, todo esto toca al hombre descubrirlo, y por eso ha de enamorarse de Dios, por eso la liturgia judía reza este salmo dos veces al día: al final de la plegaria litúrgica de la mañana (shaharit) y al inicio de la plegaria litúrgica del mediodía (minhah). Muchos de sus versículos tienen sentido por sí mismos y pueden ser utilizados como breve oración personal a lo largo de nuestra jornada laboral. Hoy en el Evangelio (Lc 10,1-9) Jesús nos invita a orar. En el marco de la fiesta del evangelista San Lucas a quien celebramos este día, el Señor invita a los que le siguen a rezar para que el «Dueño de la mies», mande obreros a su mies. Los cristianos de hoy, que escuchamos tantas cosas negativas, no debemos ceder nunca a la tentación de convertirnos en lobos entre lobos, que es quizá lo más fácil para dar rienda suelta a muchos criterios humanos torcidos que quieren llevar al hombre al sin sentido, sino debemos orar pidiendo al Señor envíe pastoras que nos guíen y nos ayuden a ver que es con el don de uno mismo, con el amor llevado al extremo, también a esos enemigos como el mundo será lo que Dios quiere que sea.
Leyendo este precioso salmo 144 [145] uno se da cuenta de lo absurdo de asociaciones como esa recientemente creada por un grupo de mujeres en Zacatecas, México, que se llama «Movimiento Apostasía Colectiva Zacatecas» y que atacan —según ellas— «la ultraconservadora, retrógrada, opresora y sexista ideología de la Iglesia católica». Yo, después de leer este salmo y de ver en estos días noticias como esta de la creación de ese movimiento, entiendo las acciones que realiza el enemigo, el maligno, el «indecente» —como lo llamaba la hermana Esthela Calderón que en paz descanse— para dividir a nuestro pueblo, un pueblo cuyas generaciones pasadas estaban totalmente arraigadas en Dios y vencer así, introduciendo idelogías que le llevan a sacar a Dios de sus vidas y a dejar espacio para que entre... ¿qué? Porque, si el hombre echa fuera a Dios de sus vidas y de su escenario social... ¿qué quedará en su alma y en su corazón?, ¿quién puede llenar ese vacío interior? Oremos, roguemos al Dueño de la Mies que escuche nuestras súplicas, pidamos al Señor pastores que nos acerquen más y más a él y, mirando a María siempre fiel, pidámosle que nos alcance el ser pregoneros del amor de este Dios maravilloso, el único que puede llenar el vacío que el mundo que aparentemente lo da todo, va dejando en el corazón del hombre y de la mujer de hoy. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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