En la Exhortación Apostólica «Christus Vivit» (Cristo vive), el Papa Francisco se dirige a toda la Iglesia, pero en especial a los jóvenes del mundo en una reflexión que busca estimular a todos y ofrece planteamientos generales para el discernimiento eclesial en esta materia. Fue firmada el pasado 25 de marzo en Loreto, Italia
«Cristo vive. Él es nuestra esperanza y la juventud más hermosa de este mundo. Todo lo que toca se hace joven, se hace nuevo, se llena de vida … ¡Él vive y te quiere vivo!» comienza diciendo el Papa.
El documento tiene nueve capítulos inspirados en las reflexiones y diálogos del pasado Sínodo sobre los jóvenes y el discernimiento vocacional en 2018. «Mi palabra estará cargada de miles de voces de creyentes de todo el mundo que hicieron llegar sus opiniones al Sínodo. Aun los jóvenes no creyentes, que quisieron participar con sus reflexiones, han propuesto cuestiones que me plantearon nuevas preguntas», afirma en su introducción.
Comparto con ustedes un breve resumen de cada uno de los capítulos:
Capítulo 1:
El Papa va a la Biblia y responde a la pregunta ¿Qué dice la palabra de Dios sobre los jóvenes? Recorre el Antiguo Testamento y recuerda figuras como Gedeón, Samuel, David, Jeremías, Rut y cita el Nuevo Testamento para plantear: «El que es mayor entre ustedes, se hace como el más joven» (Lc 22,26). Para él, la edad no establece privilegios, ya que alguien sea más joven no significa que valga menos.
Capítulo 2:
Aquí nos presenta la figura de «Cristo siempre joven». Inspirado en el pasaje de la visita de Jesús y sus padres al templo de Jerusalén, el Papa recuerda que Jesús no es un solitario. Por ello, «gracias a la confianza de sus padres... se mueve libremente y aprende a caminar con todos los demás». De este hecho el Papa deduce que: «Jesús tenía una confianza incondicional en el Padre, cuidó la amistad con sus discípulos, e incluso en los momentos críticos permaneció fiel a ellos. Manifestó una profunda compasión por los más débiles, especialmente los pobres, los enfermos, los pecadores y los excluidos. Tuvo la valentía de enfrentarse a las autoridades religiosas y políticas de su tiempo; vivió la experiencia de sentirse incomprendido y descartado; sintió miedo del sufrimiento y conoció la fragilidad de la pasión». El Papa habla del peligro de perder el entusiasmo y compromiso: «Nos hace falta crear más espacios donde resuene la voz de los jóvenes» para mantener la Iglesia joven. «A través de la santidad de los jóvenes la Iglesia puede renovar su ardor espiritual y su vigor apostólico». Finalmente, recuerda a figuras como María, san Sebastián, San Francisco y otros muchos, jóvenes que apostaron y creyeron en el proyecto de Jesús.
Capítulo 3:
«Ustedes son el ahora de Dios» es el título de este capítulo. Aquí el Papa destaca el aporte de los jóvenes a sus iglesias locales: «cuando la Iglesia abandona esquemas rígidos y se abre a la escucha disponible y atenta de los jóvenes, esta empatía la enriquece, porque permite que los jóvenes den su aportación a la comunidad, ayudándola a abrirse a nuevas sensibilidades y a plantearse preguntas inéditas». Este número constituye una invitación a tomar conciencia de que no se puede hablar de una sola juventud, sino de una realidad variada, multicultural que no se expresa de la misma manera en donde los jóvenes son mayoría y donde los jóvenes son minoría. Tampoco es igual donde los jóvenes están más cerca de las oportunidades que ofrece la globalización, que aquellos que viven en los márgenes y amarguras de la sociedad. Aquellos que tienen familias y viven con ellas y de aquellos que, por migraciones y guerras, se encuentran solos. Francisco expresa sobre el tema de los abusos: «quiero expresar con cariño y reconocimiento mi gratitud hacia quienes han tenido la valentía de denunciar el mal sufrido: ayudan a la Iglesia a tomar conciencia de lo sucedido y de la necesidad de reaccionar con decisión». El Papa anima a los jóvenes, recordando que «cuando se entusiasman por una vida comunitaria, son capaces de grandes sacrificios por los demás y por la comunidad. En cambio, el aislamiento los debilita y los expone a los peores males de nuestro tiempo».
Capítulo 4:
Aquí el Santo Padre expone «tres grandes verdades que todos necesitamos escuchar siempre, una y otra vez»: 1) «Dios te ama. Nunca lo dudes, más allá de lo que te suceda en la vida. En cualquier circunstancia, eres infinitamente amado». 2) «Cristo, por amor, se entregó hasta el final para salvarte, Él perdona setenta veces siete». 3) «Mataron al santo, al justo, al inocente, pero él venció. El mal no tiene la última palabra. En tu vida el mal tampoco tendrá la última palabra, porque tu Amigo que te ama quiere triunfar en ti. Tu salvador vive». El Papa recuerda que «el Espíritu Santo te hace entrar cada vez más en el corazón de Cristo para que te llenes siempre más de su amor, de su luz y de su fuerza».
Capítulo 5:
«Caminos de Juventud» se llama este capítulo y en él responde a una pregunta: ¿Cómo se vive la juventud cuando nos dejamos iluminar y transformar por el gran anuncio del Evangelio? Para el Papa Francisco la juventud es un tiempo bendito para el joven y una bendición para la Iglesia y para el mundo entero. Es una alegría, un canto de esperanza y una bienaventuranza. Apreciar la juventud implica ver este tiempo de la vida como un momento muy valioso y no solamente como una etapa de paso donde la gente joven se siente empujada hacia la edad adulta. Por esta razón les invita: «Remen mar adentro, salgan de ustedes mismos». El Papa nos recuerda que Jesús puede unir a todos los jóvenes de la Iglesia en un único sueño, «un sueño grande y un sueño capaz de cobijar a todos. Ese es el sueño por el que Jesús dio la vida en la cruz y que el Espíritu Santo desparramó y marcó con fuego el día de Pentecostés en el corazón de cada hombre y cada mujer» para que seamos hermanos, comprometidos contra la violencia y defensores de la vida.
Capítulo 6:
Este capítulo se titula «Jóvenes con raíces», y expresa que para el tener raíces es algo fundamental, es estar conectado a una historia, a una familia, a una cultura, a unos amigos, a unos viejos a los que hay que escuchar, aunque no siempre seguir. El Papa dice que no se trata de caer en la adoración de la juventud, pues corremos el peligro de llevar una vida superficial y afirma: «Queridos jóvenes, no acepten que usen su juventud para fomentar una vida superficial, que confunde la belleza con la apariencia. Mejor sepan descubrir que hay hermosura en el trabajador que vuelve a su casa sucio y desarreglado, pero con la alegría de haber ganado el pan de sus hijos. Hay una belleza extraordinaria en la comunión de la familia junto a la mesa y en el pan compartido con generosidad, aunque la mesa sea muy pobre. Hay hermosura en la esposa despeinada y casi anciana, que permanece cuidando a su esposo enfermo más allá de sus fuerzas y de su propia salud».
Capítulo 7:
El séptimo capítulo está dedicado a la pastoral juvenil. El Papa afirma que «se está creciendo en dos aspectos: la conciencia de que es toda la comunidad la que los evangeliza y la urgencia de que ellos tengan un protagonismo mayor en las propuestas pastorales». El Santo Padre anima a encontrar nuevos caminos, creativos y audaces, donde la Iglesia institucional sea más flexible y sinodal, y «les ofrezcan, a los jóvenes, un lugar donde no sólo reciban una formación, sino que también les permitan compartir la vida, celebrar, cantar, escuchar testimonios reales y experimentar el encuentro comunitario con el Dios vivo».
Capítulo 8:
En este octavo capítulo se habla de la vocación. Para el Papa «lo fundamental es discernir y descubrir que lo que quiere Jesús de cada joven es ante todo su amistad». En esa amistad «somos llamados por el Señor a participar en su obra creadora, prestando nuestro aporte al bien común a partir de las capacidades que recibimos». La vocación, por tanto, «es un camino que orientará muchos esfuerzos y muchas acciones en una dirección de servicio. Por eso, en el discernimiento de una vocación es importante ver si uno reconoce en sí mismo las capacidades necesarias para ese servicio específico a la sociedad».
Capítulo 9:
El último capítulo, el noveno, está dedicado al tema del discernimiento. El Santo Padre parte del hecho que «sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento». Por eso, considera que «formar la conciencia es camino de toda una vida, en el que se aprende a nutrir los sentimientos propios de Jesucristo, asumiendo los criterios de sus decisiones y las intenciones de su manera de obrar» (cf. Flp 2,5). Francisco recuerda que «el regalo de la vocación será sin duda un regalo exigente», por eso, «cuando el Señor suscita una vocación no sólo piensa en lo que eres sino en todo lo que junto a Él y a los demás podrás llegar a ser». En este camino, el Papa presenta una metodología para el discernimiento de la vocación: atención a la persona, ayuda para el discernimiento personal y sensibilidad a escuchar los impulsos que el otro experimenta para ayudar a que el otro escuche estos impulsos. Así, el discernimiento es un instrumento para seguir al Señor.
El documento termina con un deseo del Papa: «Queridos jóvenes, seré feliz viéndolos correr más rápido que los lentos y temerosos. Corran, atraídos por ese Rostro tan amado, que adoramos en la Sagrada Eucaristía y reconocemos en la carne del hermano sufriente. El Espíritu Santo los empuje en esta carrera hacia adelante. La Iglesia necesita su entusiasmo, sus intuiciones, su fe. ¡Nos hacen falta! Y cuando lleguen donde nosotros todavía no hemos llegado, tengan paciencia para esperarnos».
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